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Hombre planta
Foto: madrimasd.org
 

19 de marzo de 2012 | COLUMNA |

¿Es posible la creación del hombre-planta, que se alimente solamente de luz solar?

Hambruna en el mundo

La población mundial hoy está sobre los 7.000 millones de seres humanos.

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

La historia de la humanidad nos cuenta que hemos conocido en su proceso de desarrollo diversos períodos de hambrunas que fueron registrados desde tiempos remotos por estudiosos y expertos. Dar una mirada a los textos especializados es adentrarse en el terror más espantoso que podamos aceptar hoy en día, en que apenas en los países desarrollados o emergentes podemos imaginar o sentir en nuestros estómagos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, da cifras que 925 millones de personas sufren de hambre crónica, y según el Proyecto Hambre de las Naciones Unidas, alrededor de 24.000 personas mueren de hambre cada día. Y los datos abundan y nos dejan con un sentido de sentirnos privilegiados y con cierto peso de culpa en algunos que miramos las cifras y las noticias, apenas perceptibles para la mayoría, y es por eso que no demostramos empatía ni actitudes solidarias ni compromisos que nos lleven a buscar soluciones sobre este flagelo.


Cualquiera de nosotros que quiera informarse sobre las hambrunas humanas documentadas puede acabar con una depresión reactiva, de sólo imaginar lo terrible que eran. Por contra el género humano ha reaccionado para hacer frente y sobrevivir, y lo que hoy en día a nosotros nos parece aberrante imaginar que las hambrunas provocaron canibalismo. Sí, ingesta humana, y nadie estaba a salvo de ser engullido. Padres que se comían a sus hijos, al revés... Las causas de las hambrunas podían ser muchas: guerras, pestes y plagas, las más comunes. Hasta hace poco, dentro de lo que sería la historia moderna, hubo grandes hambrunas en países que hoy son potencias mundiales.
Yo que he estado mirando y leyendo un rato sobre las hambrunas que la humanidad ha pasado he quedado con una sensación entre asco, horror y espanto, al comprender lo que ha sido el camino de la humanidad por la subsistencia y supervivencia desde que hemos aprendido a registrar la historia y contarla luego.

Pero es saludable creo yo y recomiendo que en los colegios se enseñe con más claridad estos períodos históricos por sobre cualquier otro hecho histórico, para asumir conciencia, para solidarizar y cuidar nuestro entorno físico, natural y aprender a valorar lo que hemos logrado a través de millones de sacrificados en el curso de nuestra civilización y desarrollo.

Vuelvo al principio de esta columna, hoy somos 7.000 mil millones de seres humanos, y gracias al desarrollo de la técnica, del avance científico, de los investigadores, de la medicina y de la farmacología, etc. es posible frenar las pestes y contener las plagas. Impedir las guerras, causantes de destrucción, desolación y muerte sembrando de cadáveres la tierra, las aguas, ciudades y campos ha sido fundamental y hay que seguir en eso, pese al continuo armamentismo de las naciones. Hoy en día, si tuviéramos una política realmente humanista y consciente, sería posible alimentar a esos 925 millones de personas que sufren hambre y desnutrición crónica en el mundo acabando con ese suplicio humillante. Hoy Europa, lo leí en un diario, que los restaurantes y hoteles arrojan toneladas de comida diaria a la basura, en España por ejemplo, 90 toneladas, y eso que está sufriendo una feroz crisis económica. Lo mismo aquí en Suecia, toneladas de comida se pierden de hoteles, restaurantes, guarderías y centros de atención a personas mayores. Acá donde vivo, me llama la atención que las lindas, hermosas y cuidadas casas del sector, en las estaciones de primavera-verano, ver como crecen pródigos los árboles frutales en sus patios, cargados de manzanas, peras, ciruelas, perdiéndose y pudriéndose por toneladas lamentablemente. Los pájaros hartados apenas comen lo suyo. Las frutas, como acabo de escribir, se pudren en las ramas y sólo son tomadas en una labor de limpieza cuando caen al suelo para ir a parar a la basura.
Me está deprimiendo el tema, pero debo seguir buscando el lado positivo y optimista de esta columna. Tenemos como dato positivo que las ciencias, el conocimiento tecnológico, puesto al servicio de la humanidad, en la agricultura, la salud, la producción y la creación de las sociedades del bienestar, en Europa especialmente, cuando llegó a su mejor expresión, se organizó de tal manera que garantizó que la vida tuviera la mejor calidad de toda su historia. Esto se debe ver con buenos ojos de que el hombre ha sabido sacar de la experiencia provecho para ponerla al servicio de la especie, de su hábitat en armonía con su entorno.


Esto no viene de por sí espontáneamente, sino que ha habido grandes conflictos para que tengamos el privilegio de vivir en civilizaciones organizadas, luego del duro aprendizaje, pero debemos entender que las estructuras sociales son como un músculo que hay que ejercitar siempre para que funcione bien y no se atrofie.


La ciencia sigue su camino con investigadores altruistas natos dedicados por lo general a conseguir resultados y avances para la humanidad, tanto en la medicina, como en la tecnología. Algunos de estos avances nos dejan con la boca abierta, cuando hablamos por ejemplo de crear órganos que remplacen los dañados a partir de las células madres. Esto nos llevará en un futuro cercano a no esperar por donantes, sino que bastará extraer una célula madre del paciente para crear en algún laboratorio el órgano requerido. Los científicos realizan sus trabajos y no levantan sus ojos de los experimentos en que están sumergidos observando las estadísticas que manejan; saben que trabajaban por el bien de la humanidad y se alejan por lo mismo de la cotidianidad del mundo ya que sólo tienen y comprenden el terreno de sus competencias. Es ahí que ellos muchas veces se preguntan cuales son los límites y no encuentran respuestas, porque no los hay, desde el punto de vista ético-filosófico-moral-legal. Tampoco los políticos, por avezados que sean, conocen dichos límites porque la ciencia no les llega, quizás porque piensan que escapan a sus competencias, preocupaciones y compromisos múltiples contingentes, y carecen de especializaciones concretas en cada rubro en que se maneja la ciencia actual, confían a sus asesores, tampoco compenetrados, con honrosas excepciones, informes parciales cuando hay alarma social. Entonces ¿quién tiene esas competencias de señalar lo que es debido o no? Los límites los tenemos que marcar nosotros, sí, nosotros, la sociedad con todos sus estamentos, porque es y debiera ser nuestra obligación analizar las informaciones que nos entregan los diferentes medios cada vez que hay sucesos importantes de la ciencia. No podemos ser meros espectadores pasivos de los conocimientos y dejar que funcionen solos, o que se hagan cargos los especialistas, y esto es lo que piensan los políticos también, que opinen los especialistas, pero los especialistas opinarán solamente del ámbito que les corresponde nada más y nadie jamás dirá nada. Esto como ciudadanos nos obliga a cultivarnos en las áreas de las ciencias con más proyección y utilidad para poder opinar y exigir.


Hoy más que nunca se requiere saber un poquito, ilustrarse en las ciencias biológicas, genéticas, por poner ejemplos, pero son muchas más. Esto de las "vacas locas" la clonación, inseminación artificial, la neurociencia, los trasplantes, la creación de órganos a partir de las células madres, etc., son temas candentes, pan de todos los días y la mayoría de las personas dejan pasar estos temas como el agua de la ducha y pocas veces se detienen a pensar ¿quién dirige, quién pone pautas o coto a estas cosas? Debemos suponer que la ciencia funciona sola, por sí misma, pero las universidades se financian con recursos del estado y de centros privados, interesados en el resultado de productos, especialmente destinado a la salud para comercializarlos luego. De pronto, para simplificar exposición, cuando vamos a un supermercado cualquiera y queremos comprar productos para comer, hallamos dos clases de los mismos: ecológicos y normales, los ecológicos serían todos naturales y los normales ¿muchas veces transgénicos, manipulados genéticamente, con células de animales, de levadura, humanas? No sabemos si eso está bien o mal. Curiosamente para evitar nuestras suspicacias en los grandes negocios solamente ponen "ecológico" como que bastara eso para hacerlo mejor, más sano, más natural y por ende más seguro, y caro, lo que viene a significar que lo ecológico es mucho más caro. ¿En qué quedamos entonces? Y se nos crea una confusión, porque si gracias a la ciencia hemos desterrado pestes y plagas que, siglos atrás diezmaban a la población con horribles hambrunas y enfermedades, ¿como la misma ciencia hoy nos va a estar abasteciendo de productos pocos seguros y peligrosos? Ya que son los políticos quienes tienen que crear las leyes en representación del pueblo. Debemos exigirles mayores conocimientos especialmente en áreas de las ciencias que están cambiando el mundo, con cursos, licenciaturas de ser posible, mientras ejercen sus cargos, a la par de los estudios de economía que obligatoriamente deben saber para poder entender el actual e impredecible sistema capitalista que tenemos, que se maneja con cifras y más cifras, que no todos entendemos debiendo entenderlas.


Eso sucede porque no participamos con la ciencia, no vamos de la mano con ella, estamos desligados del mundo de la investigación y experimentación y tenemos escaso interés por participar y dejamos que los demás se las arreglen y que los legisladores políticos asuman esas responsabilidades y ya vemos que por ahí no va la cosa.


El actual sistema educacional que tenemos se originó a partir de la Época Industrial, donde la técnica, la metalurgia, la minería, requería ingenieros y arquitectos. Esa demanda diseño la industria, y lo que orientaría las vocaciones, la organización social y el mercado de trabajo de generaciones, relegando y postergando otras ciencias, conocimiento humanístico y el arte, para referirme someramente a ello. Pero al cabo de unos siglos esto está cambiando y hoy tenemos otras ciencias como la robótica, informática y cibernética y una cuarta, la genómica. Esto está incidiendo en la organización del trabajo social y cultural, dejando un vacío vocacional y un reto a las nuevas generaciones que deben asumirlas, lo que traerá nuevos cambios y maneras de pensar.
Recuerdo y guardo el recorte salido en un diario chileno el año 1983, donde la Agencia EFE hablaba que se había dado el primer paso para crear "hombres-plantas". El biólogo portugués Joao Lima de Faría, lo explicaba en la Academia de Ciencias de Lisboa, anunciando que es un hecho la fusión de células vegetales y humanas. Decía que era posible fecundar células de plantas por espermatozoides humanos. El biólogo Lima de Faría llevaba trabajando (entonces) más de 30 años en el Instituto de Citogenética Molecular de Lund (Suecia) y explicó que tuvo que vencer y superar muchos obstáculos y a otros científicos que estaban en el mismo proyecto para llegar a esas conclusiones (¿habrán creado a un hombre-planta?).


Como suele suceder hubo escasa o nula respuesta, lo mismo que ha pasado con el genoma humano. Tengo el honor de haber escrito, hace algunos años atrás, un ensayo que titulé "Conciencia del límite" publicado en España por La Universidad de Deusto y la Universidad del País Vasco en el libro Genoma y Derecho Humano. En ese trabajo hablé de quiénes debían participar en el debate ético-filosófico-moral-legal ante el avance de esta importante ciencia. Me sentí impelido a escribir ese ensayo cuando leí que Jacques Testart (1939), famoso científico francés, ateo, creador de la fecundación in vitro, autor además de las primeras "madres portadoras" en los bovinos (1972), hacía un llamamiento, ante lo que veía que podría suceder en un futuro cercano con esos avances científicos de su especialidad, para que opináramos los legos sobre los límites, es decir artistas, poetas, sociólogos, políticos, místicos, religiosos, educadores, etc., todo el mundo, porque es asunto de todos marcar y señalar los límites de la ciencia.


Con la noticia de la posible creación de "hombres-plantas" me puse a pensar cómo sería alimentarse solamente de sol y escribí un cuento que incluí en mi libro Cuentos ecológicos que edité en España en 1994. Años más tarde recibí una carta de la secretaria del senador Dr. Mariano Ruiz Esquide a cargo de la Comisión Científica del Senado (cito de memoria), interesado en una copia de mi cuento El día que el hombre-planta escapó. Un cuento de ciencia-ficción, que me permitió hacer un planteamiento filosófico y moral de lo que podría resultar en caso que la humanidad pudiera cambiar a un nuevo estado fisiológico mitad animal y vegetal.


Como ya he escrito en otras columnas de Magazín Latino, desgraciadamente muchas pesonas desconocen suficientes conocimientos de la ciencia y sus avances, sabemos que la esencia de nuestra ciencia es hacernos la vida sana y más duradera. Lo está consiguiendo y debemos estimularla y prodigarle todos los recursos que hagan falta. Pero, al mismo tiempo marcarle los límites, para que los científicos e investigadores trabajen siempre con la cabeza despejada, liberados de las empresas privadas que les financian para explotar sus conocimientos, como lo hacen con los alimentos "ecológicos y transgénicos" sobre los que no sabemos como elegir.
Mi última reflexión en esta columna hoy "¿es necesario la creación de hombres-plantas, o una humanidad que se alimente solamente de sol?" Creo que esa era la idea de los científicos para acabar el problema del hambre ¿y si fuera un experimento para enviar astronautas al espacio que se alimenten de luz y se multipliquen como las flores? Especulaciones mías, con las que les dejaré pensando.


Curiosamente no sabemos los mortales ajenos al mundo de la ciencia lo que se aprende y enseña ante nuestros ojos en prestigiosas universidades del mundo, entre ellas, no creo que la Universidad de Lund haya cerrado su Instituto de Citogenética Molecular y que haya archivado los conocimientos y resultados del avance del Profesor portugués Joao Lima de Faría en cuanto a la posibilidad de crear una nueva especie humana. Bajo perfil ha tenido en Suecia el proyecto, y no creo que al Profesor Joao de Faría lo hayan propuesto al Nobel de Ciencias. Misterio sobre el asunto.


Una nueva especie capaz de alimentarse de la luz solar sería la solución maestra, la solución a nuestra egoísmo, a la falta de sentimientos y solidaridad con los hambrientos del mundo; eso haría innecesario que la ciencia trate de remediarlo por sí misma, cuando es otra conciencia y actitud que necesitamos para mejorar la calidad de vida humana y no una nueva especie. Debemos indicar el camino a la ciencia, ¡esa es la cuestión!


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