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Entre todos podemos cambiar el mundo.
 

31 de diciembre de 2011 | COLUMNA

Buenos propósitos

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

Hoy ya es Noche Vieja, y quisiera a todos mandaros un saludo de optimismo, como siempre, como cada día que converso y saludo a amigos y familiares, pero antes de ponerme en el tablero a escribir he repasado un poco las noticias que recorren por los principales medios de comunicación y veo hace pocas horas atentados suicidas, crímenes horrendos en los titulares. Entonces me pregunto ¿qué fuerza tienen los buenos deseos de millones de personas en el planeta, especialmente en estas fechas? Pareciera que no surten efectos los buenos deseos, parabienes y bendiciones, como si no fuéramos capaces de mover una hoja de la tierra, una brizna de polvo con esos sinceros deseos nuestros de paz, alegría, buena voluntad, prosperidad y salud a millones de seres humanos, que con arrebato escribimos o decimos.

¿Qué sucede entonces que tantas mentes pensando de forma positiva no conseguimos prosperar en nuestros deseos? Es cosa de pensar y es posible que lleguemos a creer que no tenemos poder y que nos salen de la boca para afuera los buenos deseos que lanzamos al mundo, a las personas que habitan nuestro mundo. Toneladas de tinta, de fotografías, hermosas estampas, viñetas, dibujos y posters, videos, de pensamientos escogidos para nada, porque no vemos cambios, es más, tenemos la convicción de que todo seguirá igual y que alguien mañana se inmolará por alguna causa, por algún ideal, por algún odio y venganza, pero nunca por amor, ese amor que hoy, precisamente estamos difundiendo con letras hermosas, de color rojo, estampadas primorosamente. El amor que arrebata vidas, el amor que castiga, que quiere la posesión y servidumbre del ser amado, no es amor, es cualquier cosa, menos amor.

El torrente de regalos, incluso en plena crisis económica mundial, las cenas que vendrán, es una buena justificación para la unión de las familias y los amigos, y para alegría de los niños, y al cabo de algunas horas todo acabará y esperaremos continuar y acabar en las fiestas de fin de año con un torrente de fuegos artificiales. Y todos esos buenos deseos quedarán archivados hasta el próximo año, para volverlos a emplear en estas fechas. Tengo la certeza francamente que no somos capaces de utilizar de manera adecuada el poder de nuestras mentes, porque no sentimos lo que pensamos, lo que deseamos, decimos maquinalmente palabras preconcebidas, aprendidas, pero nos falta sinceridad, fuerza en nuestros deseos. No unimos esas capacidades cerebrales de millones y no producimos ningún efecto grandioso en la conducta humana. Hace poco leí, no hace tanto tiempo atrás que, si la humanidad completa se subiera a un piso, silla o cajón y a una hora determinada todos saltáramos al mismo tiempo podríamos desviar la Tierra de su eje. Mejor que no hagamos la prueba en ese sentido, pero la mente es más poderosa y prodigiosa que un salto leve al piso y no utilizamos ese poder, no lo sabemos emplear compatibilizándolo a otras mentes.

Hay cosas que le dejamos a Dios, es decir a los que creen en Dios, y cargamos en su contra por todos los males, desviaciones y catástrofes, sin detenernos a pensar que es nuestro trabajo conseguirlo nosotros aquí y llegamos a la conclusión de que no somos escuchados y que estamos abandonados a nuestra suerte. Pensemos un poco ¿hemos producido algún cambio notable en nosotros; en alguien, hemos hecho alguna labor altruista por los demás; por la paz, por solucionar el hambre, las enfermedades, por impedir las guerras, las injusticias? ¿Hemos trabajado parte de nuestras vidas por esas causas, sin pedir nada a cambio? Interesante sería saberlo. Todo lo que hacemos es desear cambiar las cosas pero no trabajamos por ellas, no sabemos cómo comenzar, cómo dirigir nuestras capacidades mentales y fuerzas. Nos olvidamos de inmediato cuando nuestros buenos deseos e intenciones altruistas y loables nos exigen trabajo, o nos quitan horas de sueños o diversión.

Tenemos que conseguir aunar conciencias y voluntades para utilizar este gran poder mental de buenos sentimientos que nos invaden en diferentes fechas del año y mover el mundo de acuerdo a nuestros deseos más nobles, de paz, prosperidad, salud y amor. ¿Cómo conseguirlo? Es posible organizarse primero, buscar las fechas, como hoy por ejemplo, crear una cabeza que se encargue de gestar lo imprescindible, lo que haga falta cambiar para que todos juntos, millones de almas y mentes consigamos que nuestros propósitos se cumplan.

Los buenos deseos, por buenos y bien intencionados que sean no bastan, hay que aplicarle el poder que haga que se cumplan ¿pero cómo? La manera más tradicional que conocemos es la orar, encender velas a una hora determinada, retirarse a un rincón y desear intensamente que nuestra petición se cumpla, y si logramos coordinar más mentes mejor, y eso es un trabajo que alguien tiene que hacer, y hay muchas personas de buena voluntades que empleando las tecnologías actuales se dedicar a convocar esas voluntades que a una hora determinada, con invocaciones precisas deseen conseguir cambios favorables y positivos para el mundo. Esa es una idea que se me ocurre, las otras ideas hay que encontrarlas o inventarlas.

Es que no podemos desperdiciar un poder tan inmenso como es el de nuestras mentes sin eficacia, sin fuerza, porque no tiene sentido desear para olvidar justo hoy, en estas fechas que estamos receptivos a las buenas intenciones, a hacer cambios favorables por la paz, el amor, la fraternidad, justicia, igualdad, todas esas propuestas grandiosas que nos brotan en estas fechas, que lamentablemente como fuerza de nuestra poderosa inteligencia se deshacen como nubes de humo en el cielo, como se deshace nuestra fe en lo que decimos y pensamos siempre.

Ya es muy tarde para organizar una "pensada" de buenas intenciones por el mundo y por nosotros, puede ser una tarea para el próximo año, fijando los cambios que realmente queremos conseguir en el mundo; que hacen falta; pautearlos, organizar las horas precisas, los minutos, traducir los textos a todos los idiomas para leerlos a la misma hora con toda la intensidad que podamos y con toda la sinceridad que nos nazca. No tengo ninguna duda, ni la más mínima que seremos capaces de cambiar el curso de las cosas para bien de nuestras sociedades, de la paz en la Tierra, y de una toma de conciencia ecológica y respeto a toda forma de vida. Todo depende de nosotros. Si lo de saltar todos juntos en la Tierra desde una silla al piso al mismo tiempo es capaz de cambiar el eje del planeta, con insospechadas consecuencias, ¿cómo será utilizar la inteligencia, el poder de la mente de todos los seres humanos en beneficio del planeta y de la especie humana y animal al mismo tiempo?

Buena idea, ¿qué nos cuesta probar, qué perdemos? Tenemos un año por delante para organizarnos.


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