Logotipo

Portada Suecia América Latina Mundo Multimedia
 
 
Sahar Gul
La niña afgana Sahar Gul fue encontrada en condiciones deplorables, en un sótano donde la mantenían su marido y familiares de él. En estos momentos está recibiendo atención médica.
 

16 de enero de 2012 | COLUMNA |

La virtud y el pecado, la honradez y la corrupción

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

¿Quién puede resistir que apaguen un cigarrillo en su rostro una y otra vez, luego de haber sentido eso en todo su cuerpo durante medio año? Es solo parte de la tortura a la que estaba sometida una jovencita de apenas 15 años, en su tierra. Golpes, violaciones, gritos, tirones y corte de pelo, labios partidos, ojos ennegrecidos, tumefactos por los golpes que no aminoran con el paso del tiempo y que cada vez se vuelven más refinados para producir dolor hasta la pérdida de conciencia, como el producido por el arranque de uñas de sus manos y pies, luego vendrán los dientes.

Esto puede parecer la introducción a una novela de género negro, un thriller típico norteamericano o europeo, sin embargo, no es más que la interpretación de una noticia, que ya ha pasado de ser espectacular, para centrarnos en otra, la de soldados norteamericanos, marines, orinando sobre los cadáveres de soldados o civiles "enemigos" afganos, como si no fueran seres humanos. En cualquier parte del mundo, orinar tan solo en un lugar público, es penado por inmoral, con multa o con una pena más alta, pero para estos soldados, en una hipotético juicio militar, que anuncian las autoridades de su país, la defensa, otro militar ante el juez, alegará que los soldados estaban con estrés de guerra, por la euforia del combate y del entrenamiento, algo muy común entre los soldados de élite luego de las acciones en el cumplimiento de los duros deberes encomendados, por lo que no se hallaban en posesión de sus facultades (por lo borrachos) cuando cometieron el delito. Esto será noticia hasta que otra de igual o mayor magnitud supere a esta, porque en esta sociedad de consumo de miseria mediática, las de los demás sirven para hacernos olvidar las nuestras.

Pero no cambiaré el tema con que comencé refiriéndome a la niña afgana Sahar Gul, casada con un militar del ejército nacional afgano, que la dobla en edad, y quien ni siquiera conoce a la familia de ella, a la que regaló "una pequeña cantidad de dinero". La mayoría de las personas sabemos que esto es así y tradicional en algunas culturas como Afganistán, por ejemplo.

Prosiguiendo, a mi entender, Sahar Gul, una niña, fue comprada por una miseria, como un objeto desechable. Una vez satisfecho él (el marido) quiso prostituirla con hombres que el mismo invitaba a su casa, contando con la complicidad de su familia (padres y hermana). Según la crónica de El País Internacional (8 de enero, 2012) el esposo-soldado estaría haciendo algo desgraciadamente común en su país en contra de las mujeres, conocido como "la ley de las armas" que afecta a buena parte de la población femenina en Afganistán, diez años después de la caída del régimen talibán. Los soldados de uno u otro bando pueden cometer todos los atropellos con la población civil, especialmente en contra de las mujeres, consideradas parte de los botines, donde ni los cadáveres de los enemigo valen nada. Esa es parte de la moral de los soldados de cualquier bando destinados a luchar por sus pueblos, y los valores de la "libertad y la democracia" de los países y el mundo, amenazados. Amargamente irrisorio.

La noticia sobre Sahar Gul, me llama tristemente la atención, porque ella, pese a no tener la edad de 16 años para casarse o ser "obligada" a ello, siendo una adolescente, aceptó con resignación el destino común para muchas mujeres de su nación y que tiene grabado en su cabeza a través de generaciones, lo que no aceptó, negándose a ello, fue prostituirse, y en un gesto de dignidad y valentía se opuso, y por ello comenzó a recibir palizas de inmediato, siendo encerrada en un baño donde permaneció hasta ser rescatada en condiciones insalubres meses más tarde, en un estado físico que la tiene al borde de la muerte. ¿Qué podemos extraer de este ejemplo? Algo esperanzador: que la virtud y la dignidad humana es algo superior a todo atropello de los derechos humanos, que es superior a la tortura, humillaciones, vejaciones y a la muerte misma. Sahar pide justicia solamente, no venganza, sino justicia, porque sin quererlo, como una Ana Frank, dentro de las millones Ana Frank del mundo, se convertirá en una figura, en un símbolo por la liberación de las mujeres de leyes que las rebajan de su condición humana. Ningún animal en la Tierra somete a sus hembras ni las denigra como en algunas partes hace el hombre, ese remedo de hombre, al que ponemos como rey entre los animales por su inteligencia en la Tierra.

Sigo con Sahar Gul, pese a su calvario, me llena de esperanza saber que existe la virtud, la dignidad y la fuerza para defenderlas como patrimonio del alma humana. Es un ejemplo para el mundo, donde se ha impuesto la degradación y corrupción como algo común, cotidiano, casi normal, un legado ancestral a escala geológica. En la actualidad está de moda la corrupción, y es como un verbo que puede conjugar cualquiera. Alcanza a todos: políticos; a personajes con altos puestos en instituciones poderosas multinacionales, a gente con alto rango y nobleza, a empleados de confianza, con sueldos, jubilaciones y pensiones que nos parecen de otros mundos, a profesionales exitosos, a artistas, deportistas, a gente de cuello y corbata, de brillantina y gomina todavía, de salones de belleza y manicure, a personas del hampa y del submundo. Aparte de sus sueldos millonarios, mucha gente es corrupta. Sabemos que los grandes gerentes y políticos, no todos, obtienen sueldos elevados precisamente para evitarles las tentaciones, y muchos se dejan tentar. ¿Por qué Sahar Gul no aceptó prostituirse, que es en si una forma de corrupción a riesgo de morir en manos de su "dueño"? Porque tiene conciencia de ella como persona, como ser humano, porque defiende su virtud, aunque haya sido mancillada y torturada, porque defiende su condición humana, su calidad de mujer, su responsabilidad de futuro y especie.

Esta niña martirizada hasta el cansancio por esos remedos humanos, es un ejemplo magnífico ante tanta aberrante corrupción en el mundo actual, un ejemplo para todos aquellos, que no tienen, consideración, ni respeto por la inocencia y decencia de nadie; ella es un ejemplo para todos nosotros, para que no permanezcamos silenciosos y abrumados ante el crimen, en este caso de mujeres, bajo ningún mandamiento ni pauta, patrón cultural o divino. Es un ejemplo para aquellos que ante los reflejos del poder y de la riqueza se encandilan y pierden el tino y la cordura y se vuelven alimento de la corrupción. Esta niña, es una muestra de que el mundo no está tan enfermo todavía, que la corrupción y la decadencia tiene su tiempo y días contados, quizás hoy más que nunca por las facilidades de las comunicaciones.

Mientras haya personas que se nieguen a prostituirse y a corromperse de la las formas en que la sociedad continuamente nos tienta, hay esperanzas reivindicativas de la especie humana. La gente, a escala planetaria, sabe que algo está funcionando mal, por algo se teme un fin de mundo, por unas profecías que nadie ha leído, y que se dan por ciertas, que atribuyen extintas culturas lejanas en el tiempo. Se teme atávicamente por un acabo de mundo, porque todos sabemos que tenemos una cultura enferma y que "merecemos" de alguna manera inconscientemente un castigo ejemplar venga de donde venga. Es nuestro código moral y ético que se manifiesta, es nuestro cerebro, que es quien nos dice eso, nos advierte, para que cambiemos de actitud. Necesitamos grandes ejemplos de fuerza, de resistencia moral para subsistir como especie y esta niña, prácticamente sola en la vida, en el sistema que le ha tocado vivir nos dice lo que hay que hacer.

Su esposo, el militar afgano, seguirá escondido huyendo cobardemente de la justicia de su país y del mundo junto a sus familiares coautores de la infamia, les faltarán madrigueras para esconderse de la ley que tarde o temprano caerá sobre ellos, lo mismo pasará con los valientes soldados norteamericanos que orinaron sobre los cuerpos muertos de civiles en un país que no era el suyo, donde esto es profanación, con penas a pagar en el infierno. En ese sitio de fuego que no podrán apagar por más que orinen juntos, no podrán hacerlo porque estarán secos, como grifos en el desierto.

Sahar Gul, no estás sola, eres maravillosa, necesitas tiempo para enseñarnos de donde sacas tus fuerzas, esas fuerzas que nos reivindican para seguir construyendo el ser humano.

 

Columnas anteriores

 

Un departamento mágico

Buenos propósitos

Papá no te duermas - Cuento navideño

La infancia en el campo de batalla

Hablemos de una realidad específica - Segunda parte

¿Soñar no cuesta nada? - Primera parte

El origen de una aracnofobia

Apuntes sobre el inconsciente: sueños, tincadas, percepciones e intuiciones



 
 
 
Copyright 2011 © Magazín Latino

All rights reserved.