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Arana
Aracnofobia. Foto: ABC.es.
 

31 de octubre de 2011 | COLUMNA

El origen de una aracnofobia

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

Luego de cancelar a mi secretaria en su despacho le sentí cerrar la puerta al marcharse era su última sesión de hipnoterapia conmigo. Ha sido uno de los tantos casos raros que he tenido como terapeuta, pese a que creo haberlo visto todo ya en mis 20 años de oficio.

Creo que es bueno que de cuando en cuando revele algunas situaciones clínicas de mis clientes a modo de ayudarles a ustedes, los lectores de este medio, a pensar en sus fobias, si es que las tienen, comparándolas al caso que les narraré más abajo. El código deontológico me obliga a mantener el secreto profesional y mi atenuante para contar el caso es que ustedes no me conocen, no saben cómo me llamo ni tienen idea de donde tengo mi clínica.

Voy a utilizar el nombre de Fabián para mi paciente y yo seré el Dr. Paciencia, he elegido este adjetivo como apellido para decirles que mi labor se basa en ese don, porque debo escuchar, atender y tratar a gente que dice tener, ver, sentir, escuchar y enfrentar cosas que han de ser sanadas si es que no lo han conseguido por otros medios y especialistas. El caso de Fabián es que decía ver una araña en las pareces, cielos de las casas, en la ventanas, rincones, en todo lo que tocaba, en los platos, en la sopa, comida..., y eso le llevó al diván de un psicólogo, que luego de tratarle por más de dos años, lo derivó a un psiquiatra donde pronto le hicieron una tomografía de resonancia magnética funcional a su cerebro (IRMf) dando negativo el examen. Realmente no tenía nada, ni siquiera un atómico coágulo provocado por una embolia que justificara la visión de una araña en todo lo que mirara. Según mi paciente que había pasado ya por muchas clínicas y diversos especialistas, había llegado a mí con la esperanza en la hipnosis clínica que yo practico como última alternativa. Le expliqué que la hipnosis clínica es una técnica muy seria, científica, que no hace milagros ni es mágica tampoco.

Lo que me llevó a tomarle fueron los documentos médicos de su anamnesis que demostraban que estaba sano tanto neurológica como fisiológicamente, es decir completamente sano. El que viera una araña donde posara la vista me intrigó lo suficiente como para atreverme a tomarle como paciente. Le dediqué bastante tiempo a su ficha médica y miré las pruebas, análisis de mis colegas médicos y psicólogos sin entender que no tuviera ninguna lesión cerebral o un defecto visual. Fabián tenía una buena profesión, una familia joven, estatus social, ilusiones, pero la arañita esa me quitaba el sueño a mí.

Llamé a su último psicólogo que le atendió por dos años para que me diera una pista, o al menos su opinión personal. El profesional me dijo que le atendió por dos años y que desistió de seguir citándole a sesiones porque no veía mejoría y le molestaba verlo refregarse el ojo porque al hablar de su problema se le irritaba más, comenzando a lagrimear sin cesar, pero me dijo que él creía que era simplemente un neurótico y que podría responder a una ansiedad producto de alguna depresión reactiva y que cuando le aplicó los protocolos convencionales, no supo hallar ninguna causa que le hiciera ver una araña y creer que la tuviera en alguna parte de su ojo o cerebro. Por eso le envió a un psiquiatra quien le hizo todos los exámenes habidos y por haber que salieron negativos.

Con todos los datos estudiados por mí sobre mi paciente, luego de varias sesiones descubrí que lo que Fabián tenía era una fobia, una repulsión, un temor irracional a algo, en este caso a las arañas. Lo que se sabe desde el punto de vista clínico es que el objeto de una fobia oculta un problema mayor, y para darles una idea más simple; una fobia es como un fusible de luz casero que salta cuando hay un corto circuito importante.

Por lo tanto, una fobia tiene una utilidad, si es que se puede decir así, más cuando la fobia impide llevar una vida normal, hay que buscar qué cosa la genera. Pues bien, con una técnica bien sencilla basada en el EMDR que no necesita dejar al paciente en un estado de atención focalizada o hipnosis, en escasos minutos logré descubrir el origen de su fobia.

Venía de la niñez y se relacionaba con un examen colegial muy importante sobre una materia que estudió concienzudamente para aprobar y ganarse la buena voluntad de su mamá, porque necesitaba conseguir de ella una bicicleta comprada a crédito. Había estudiado mucho, tanto que se le irritó un ojo que lagrimaba y lagrimaba. Cuando se presentó así a la prueba el profesor lo envió a la casa, postergando la prueba para la vuelta de vacaciones.

Su madre le envió al médico, le dieron colirio y sanó, pero ella le compró la bicicleta a su hermana menor. A la vuelta de vacaciones el profesor le tomó la prueba y cambió algunas materias y Fabián aprobó con la nota más baja. Un día escuchó decir a su madre que su hijo que había estudiado tanto, no había sacado la mejor nota del curso en su momento, por las malditas legañas que tuvo esos días.

Si no hubiera sido por esas malditas "legañas" que con el tiempo se convirtieron por cercanía fonética en "arañas" no hubiera descubierto jamás su miedo irracional a estos artrópodos.

Pues bien, una vez hallada la causa que había detrás de la fobia tomó escaso tiempo curarle de las visiones que tenía de ver arañas en todas partes.


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