Logotipo

Portada Suecia América Latina Mundo Multimedia
 
 
11 de septiembre de 1973

"El olvido no es posible, solo la verdad puede liberarnos", escribe Liliana Díaz.

 

11 de septiembre de 2013 | ESPECIAL - CHILE |

Sobre el golpe de Estado de 1973 -
La sensibilidad de esos días desde mi memoria

Por: Liliana Díaz 

Podía ser un día como cualquiera, la gente en Santiago salía a sus quehaceres desde temprano, el lunes 10 de septiembre, había reunión de la JAP, la Junta de Abastecimiento y Precios en la cuadra donde yo vivía, en el centro de Santiago.

Las vecinas insistían en que las empanadas de jurel eran deliciosas y yo no podía imaginar cómo hacerlas, si fritas o al horno y había decidido pedirles de probar, entonces no sabía que hay recetas españolas como la coca de las islas Baleares, que se parece mucho y es un plato nacional.

La semana anterior, las JAP habían entregado cinco kilos de papas por familia pero como habían estado acaparadas varias semanas, tenían brotes y muy rápido se echaron a perder.
En la JAP había cierta confianza en las personas, de que después del Tancazo tendríamos un momento de respiro y podríamos seguir con nuestras vidas como siempre.

El cuñado de mi marido entretanto, quien tenía un taxi, vendía carne en ese automóvil, eran muchos kilos que sacaba de una carnicería y negociaba a precios desorbitados. El mercado negro en el que él traficaba, le daba buena ganancia, esto permitía a mi cuñanda, comprarse vestidos en el Drugstore de Providencia, cerca de donde vivían mis suegros.

Los vecinos y mayormente las vecinas que éramos quienes nos preocupábamos de parar la olla en nuestros hogares, estábamos preocupados pero tranquilos. Estábamos afligidos porque habíamos escuchado que la Ley de Control de Armas que la derecha había aprobado en el Parlamento y que llevaba los soldados a registrar a las industrias del área social, afectaba y amendrentaba a las familias obreras. También habíamos escuchado que la marinería leal a la Unidad Popular era perseguida y vapuleada no menos , en la prensa golpista.

El mes anterior, en la noche del Tancazo, ya no me acuerdo cuando, nos habíamos reunido en la Plaza de la Constitución a decirle al Presidente Allende que cerrara el Congreso Nacional, desde donde se sentía el respirar de la sedición.

El presidente nos dijo que no podía arrogarse esas prerrogativas porque no le correspondían y que pensaba respetar la Constitución y la ley.
La Unidad Popular no era revolucionaria, no buscaba la transformación total del sistema capitalista, buscaba democratizar el país y sacar a grandes sectores de campesinos y de obreros del estado de miseria en que se encontraban.

Creo que la Unidad Popular se asemejaba a las aspiraciones de Hjalmar Branting en Suecia, al alborear el siglo pasado. Se puede discutir pero hablo de mi sensibilidad plenamente subjetiva.
El presidente muerto en La Moneda el 11 de septiembre de 1973 bajo el asalto cobarde de los aviones bombarderos confiaba siempre en la tradición democrático liberal de la sociedad chilena y en la transformación pacífica de la misma.

Ese siglo XX de sistemas totalitarios y guerras indudablemente afectaba la paz en nuestro país, hoy sabemos que desde que habíamos elegido al presidente Allende, sectores militares habían estado detrás del asesinato del Comandante en Jefe del Ejército quien se había opuesto a un golpe de Estado antes de que Allende asumiera pero no lo sabíamos, entonces. Lo dijo anoche Francisco Vidal, vocero de la ex presidenta Michelle Bachelet, en el canal de La Red.
Había un golpe anterior al 4 de noviembre de 1970, antes de asumir Salvador Allende.

Volviendo a esa época, días antes, en agosto de 1973, después del Tancazo, yo había escuchado un discurso de Miguel Enríquez en la radio en que decía que el Gobierno Popular asediado y agredido desde los frentes tanto económico como institucional había capitulado, no había sido derrotado porque contaba con las fuerzas sociales y el voto de la mayoría pero había capitulado.

Seguramente Miguel ya sabía que el presidente había pensado llamar a un plebiscito el día martes 11 de septiembre.

Este discurso me alertó, creo que pensé que nuestra pacífica vida tenía los días contados pero yo no me imaginaba que iría a haber una guerra civil, yo no veía que los chilenos se armaran, Miguel Enríquez, en cambio si se preparaba entonces para resistir el golpe y fue asesinado cuando su casa fue rodeada a causa de una delación.

Como siempre, se hablaba y discutía, pero los chilenos y chilenas seguían apegados a la paz de las elecciones, de la polémica de los partidos, de los dardos envenenados de la prensa de derecha con El Mercurio y la revista Qué pasa a la cabeza y de la izquierda con El Clarín y el Puro Chile que respondían cáusticamente.

Todos los días, las chilenas y los chilenos esperábamos los titulares y nos divertíamos de lo lindo con los dimes y diretes entre los bandos.

El Secretario General del Partido Socialista, Carlos Altamirano, también había hecho un discurso sobre los marineros leales y sobre la debilidad del gobierno.

La derecha era golpista y la DC en el Parlamento no daba oportunidad a la negociación.
Ese era su pensamiento, Carlos Altamirano salvó su vida varias veces.

Según los libros que relatan la Operación Cóndor,los militares planeaban atentar contra él. Durrante los años de esta guerra sucia, atentaron contra Bernardo Leighton, senador DC en Italia, mataron a Orlando Letelier y Ronnie Moffit , el primero, Ministro de Defensa en Estados Unidos y mataron al ex Comandante en Jefe del Ejército, Carlos Prats y a su esposa Sofía, en Argentina.

Se ha establecido que este secretario salvó su vida en Francia porque la inteligencia alemana detectó el atentado. Así salvamos la vida los que fuimos al exilio pero somos los muertos políticos de esa sociedad, así lo dijo Sócrates, me parece. Ni siquiera tenemos derecho a voto.
Se puede decir crudamente que yo estaba rodeada de futuras víctimas del golpe de Estado pero no lo sospechaba, como es evidente.

Por ejemplo, yo empezaba a trabajar en la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, y mi jefe directo, Raúl Iriarte, más el presidente de la Comisión, Galo Gómez, que había sido Rector de la Universidad de Concepción, fueron aprisionados y torturados en la Isla Quiriquina. Ya fallecieron, no pueden defenderse.

En la Universidad donde estudiaba, la Universidad de Chile, en que ya estaba terminando la carrera de Sociología, los estudiantes extranjeros estaban inquietos, muchos habían vivido golpes de Estado como el golpe a Joao Goulart en Brasil y dictaduras como la de Nicaragua. Ellos pensaban en su vida y no estaban seguros de si todavía podrían continuar viviendo en Chile. Los alumnos de cuarto año de Sociología, socialistas, se sentían más conocedores de la situación nacional y los tranquilizaban.

Entre ellos recuerdo a Claudio Thauby y Jaime Robotham detenidos y asesinados en 1975. Ellos están en la lista de los 119 que se dijo que fueron asesinados en Argentina.

También se dijo que se habían matado entre ellos. “Se exterminan como ratas” comunicó la prensa de la dictadura.

A la Escuela de Sociología de la Chile había llegado de Estados Unidos, un profesor titular nuevo y nosotros, los alumnos que no lo conocíamos esperábamos encontrarlo pronto, nunca pudimos conocerlo. El profesor se llamaba Claudio Jimeno y fue asesinado en La Moneda, junto al presidente Allende o en Tejas Verdes, no lo sé.

Mi tutor en la Escuela, durante el primer año de Sociología, fue Dagoberto Pérez Vargas alumno de cursos superiores y anoche el mozo del centro de exterminio Simón Bolívar 8800, ese Jorgelino no se cuántos, que barría la sangre de los cuartos de tortura, en el más cruento de los centros secretos de aniquilamiento, se refirió a mi amigo Dago diciendo “Ese Dagoberto no sé cuántos que murió defendiendo a Andrés Pascal Allende en una casa muy hermosa en que ellos estaban, en Malloco”.

Creo que me acuerdo de lo que pasaba el 10 de septiembre pero también estoy escribiendo sobre algunos de los crímenes que figuraron en el Informe Rettig en 1990 que han sido siempre de dominio público.

El Informe Rettig fue publicado en una Edición Especial en el Diario Oficial en Chile pero casualmente, Juan Emilio Cheyre, ex Comandante en Jefe del Ejército niega que participó en esos crímenes. Este militar no conoció los crímenes. Eso dijo no muy tranquilo, la verdad, en un canal de televisión cuando, contrastada sus afirmaciones con una víctima negó todo lo que hasta este Jorgelino, el llamado mocito, relata.

 

Recuerdo que el día del golpe comenzó con la transmisión de la Radio Magallanes y la voz del Presidente. Hay golpe de Estado, los militares se levantaron o descendieron a la vileza más abyecta. Yo creo que Prats liderará los sectores leales a la Constitución. Esa es mi imaginación.

En mi barrio, la gente que ha sido obligada a colocar banderas en las casas no saben qué hacer.

Un vecino coloca una bandera con un crespón negro, no sé quién es y le toco el timbre, la gente camina, hay helicópteros o al menos eso recuerdo. Hay un ruido infernal.

En el condominio, me reuno con algunos de los moradores en el jardín, el dueño de la Reparadora de Calzado, un hombre modesto, que más tarde perderá su negocio y tuvo que dejar la ciudad, cree que vendrá el MIR a salvarnos. Una señora se descompensa porque no sabe nada de su hija, la hija no ha llamado ni vuelto.

No sabemos qué hacer, en eso pasan corriendo unos cuantos conscriptos por el jardín, van sacándose los cuellos de color naranja de los golpistas, pasan sin armas.
Vuelvo al departamento , ya se acabaron las radios leales y comienza el bombardeo de La Moneda, ponemos un colchón contra la ventana del dormitorio porque mi niño pequeño está asustado y llora. Yo le doy su mamadera. Cerramos la puerta de calle.

Almorzamos solas, comemos lechuga con langostinos que es lo que hay en el refrigerador. Hay también galletas de agua.

Llamamos al pediatra que vive cerca, no responde. Después supimos que lo habían llevado a la Penitenciaría, preso. Comienzan los bandos que imponen el toque de queda y entonces comprendo que se acabó el futuro que habíamos imaginado. No sé llorar.

Hoy veo en un canal de televisión en Santiago de Chile que las mujeres que testimonian sobre la muerte, tortura y desapariciones de sus seres queridos, dicen lo mismo que yo, no saben llorar, solamente buscan la verdad de lo que les pasó a su familiares.

El silencio de los 17 años las ha mantenido en lucha junto a los miles que salieron a las protestas desde 1983, la justicia en la medida de lo posible no les ha servido, la justicia subordinada a la gobernabilidad tiene que ser una etapa pasada.

Creo que las ciudadanas y los ciudadanos de a pie nos merecemos mas verdad, mucha mas verdad y castigo a los culpables. Castigo a uno por uno. Los civiles y los militares y los que han faltado por desidia y justificación , castigo a los que llamaron a sus perros guardianes para aniquilarnos.

Pienso en nosotras, quien nos podrá devolver a nuestros bienamados muertos, nuestros hermanos y hermanas, amigas y compañeras, amigos y compañeros, familiares cercanos que no he nombrado pero que tengo en mi corazón. Los que murieron de pena, los que todavía viven en extrañamiento.

Es verdad que estamos conmemorando nuestra pérdida, pero no quisiera que esta experiencia histórica se naturalice, pase a ser una efeméride. No todavía.

Apenas podremos reparar el tejido social sin seguridad de que alguna vez encontremos paz pero no es mucho pedir , el olvido no es posible, solo la verdad puede liberarnos.

 

 

Notas relacionadas:

La mañana muda del 11 de septiembre

Jan Sandquist: “Los militares allanaron mis oficinas cuando salí de Chile con el embajador Edelstam en 1973”

Entrevista a Fernando Camacho: “Jan Sandquist entrevistó al embajador Edelstam en el funeral de Neruda”


   
 
 
 
Copyright 2013 © Magazín Latino

All rights reserved.