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11 de septiembre de 1973

Emblemáticas imágenes de La Moneda en llamas y del Presidente Salvador Allende en uno de sus discursos.

 

20 de septiembre de 2011 |AMÉRICA LATINA |CHILE

11 de septiembre de 1973 - Cuéntenos su historia

Nos complace saber que existe la voluntad, de parte de quienes experimentaron el golpe de estado en Chile, de contar sus testimonios. Son historias que, aunque difíciles, merecen ser contadas y no es justo que caigan en el olvido. Estas son las primeras historias que nos han llegado. Agradecemos sinceramente la confianza que han depositado en el magazín y que hayan querido hacernos partícipes de este espacio de vuestras vidas.

Atte.
La redacción.

11 de septiembre de 1973 - Cuéntenos su historia

 

Jóvenes soñadores

El 10 de Septiembre habíamos estado en reunión de alerta, a las 23.00 horas nos fuimos a acostar. Vivíamos en una federación estudiantil en el Centro de Santiago, éramos jóvenes soñadores, luchadores por un mundo mejor, nos creímos invencibles porque sabíamos que nuestra lucha era justa. Éramos un colectivo político, compartíamos todo, la comida, los problemas y las necesidades de ser estudiantes pobres y luchadores.

Entre las 5 y 6 de la mañana nos llamaron para comunicarnos que abandonáramos el local, que el golpe tan temido estaba siendo realizado por los milicos traidores a su patria y  a su pueblo.

Mi ex-compañero se fue al lugar que se le había asignado por nuestro partido, yo tomé a mi hijo que tenía apenas cinco meses y me fui caminando desde el centro de Santiago hasta la casa de mis padres, en Ñuñoa. Llegué a escuchar las noticias y a dejarles a mis padres mi hijo, para volverme al centro en donde se encontraba mi ex-compañero. No fue fácil llegar hasta el registro civil central, en donde él estaba, tampoco me fue fácil aceptar que en ese lugar estaban los compañeros sin armas y que no valía la pena estar ahí.

Poco antes de las 11.00 de la mañana decidimos abandonar el lugar, habíamos caminado algunas cuadras, cuando vimos los aviones criminales bombardear La Moneda. Éramos fuertes, pensábamos dar la vida por nuestra revolución pero en esos momentos las lágrimas llenaron nuestros ojos, no eran lágrimas de miedo o pena, sino que lágrimas de rabia e impotencia.

Después vino lo que muchos de nosotros vivimos, la clandestinidad, la cárcel, la tortura y después el exilio.

Nos quitaron parte de nuestra juventud, nos quitaron un pedazo de nuestras vidas, pero no nos vencieron, porque nuestros sueños siguen siendo latentes, porque sabemos que en donde nos encontremos seguiremos luchando por un mundo justo, un mundo solidario y socialista.

Ya no somos los jóvenes de aquella época, mucho de nuestros compañeros ya han dejado este mundo, algunos cayeron en la lucha, otros murieron en los centros de torturas, otros están desaparecidos hasta el día de hoy... Por mi parte soy madre de dos  hijos y dos  hijas que son de izquierda y son la mejor semilla que puedo dejar. Soy tierra morena, soy de sangre caliente, o sea soy Latinoamericana y mi gran patria algún día va a ser libre en su totalidad.

A SEGUIR LUCHANDO POR UN MUNDO MEJOR, QUE ESO SÍ ES POSIBLE, ¡VENCEREMOS!

 

Gilda Córdova

 

 

Hoy es un martes 11 de septiembre de 1973, antes de las 7 am.

El siguiente es un extracto de un libro que se publicará proximamente, de autoría de Manuel Céspedes:

Cuando llegaba la escolta siempre se venían en patota corriendo a jugar billar y varias veces jugué con Eduardo, un chofer medio gordo y bromeaba con él, yo le decía don Lalo, el rey del pescado frito, (con los años después en dictadura). Una noche que terminaba mi trabajo como chófer de la línea de buses Intercomunal 24, no recuerdo el año, pasé a llenar el estanque de petróleo cerca de la Cisterna y me encontré con él y le saludo "hola don Lalo" y él me dice ¿eres de la DINA o qué? y no me reconoció de inmediato, estaba más gordo que antes y me contó después de decir quien era yo, que le sacaron la cresta los de la DINA al caer detenido, yo al poco tiempo terminaba de trabajar en esa línea y perdí el contacto con él. Uno trataba siempre de estar trabajando y clandestino cuidando la identidad anterior.

Hace poco supe que falleció y que vivía en Departamental cerca de la Panamericana.

Estábamos durmiendo plácidamente despues de hacer una guardia en casa del Cañaveral donde vivía la secretaria personal del Presidente Salvador Allende G.

Miriam Contreras " La Payita"  como le llamábamos todos nosotros, muy cariñosa, era como nuestra segunda mamá y siempre preocupada de todos, asi como nosotros  de ellos tambien. Parecíamos una familia a veces muy numerosa cuando nos juntábamos con la primera escolta que andaba con el Presidente, ellos descansaban y nosotros le prestábamos nuestras camas y tomábamos la guardia personal para el Presidente y sus invitados, el año 1973 es cuando mas reuniones se hicieron los fines de semana en el Cañaveral, despues del Tancazo.

Aquí junto al Presidente por la noche los fines de semana a veces había chance de ver una buena película,  largometrajes que duraban 3 y 4 horas , clásicos como "La revolución Rusa", la "Colonización española  de Francisco Pizarro" trasnochaba junto al maquinista que era Enrique Ramos , (el hermano de Enrique era escolta también, Osvaldo Ramos Rivera, fue sacado herido de La Moneda y fue el primero en desaparecer desde la posta central de Santiago, se dice que fué lanzado por un helicóptero en las alturas de la cordillera de los Andes) yo sentado a un costado en una pequeña escalera de la casa. Al Doctor como le llamábamos, por respeto a su humildad social, le gustaba el buen cine, yo creo que era la hora de relajarse y descansar de todos los acontecimientos en pleno desarrollo a nivel mundial.

Así estábamos hasta la madrugada sacrificando el sueño y aprendiendo cada vez más.

Dentro de este tiempo una véz estábamos todo el día esperando que se solucionara el problema del canal 9 de televisión, habían muchos parlamentarios apoyando la toma de este canal, cuando ya por el atardecer entraron las fuerzas del grupo móvil de carabineros e hicieron desalojar el recinto en los faldeos del cerro San Cristobal. Fué ahí que conversando con Bruno, (Domingo Blanco Tarres) jefe del Dispositivo de Seguridad del Presidente, que no estaba con nosotros por casualidad, ya que estaba ahí porque lo culpaban por el  asesinato del Comandante Araya, que cometió la ultra-derecha financiada por USA su Gobierno y la CIA.

Mi hermano y otros camaradas opinábamos, el porqué no íbamos a tomarnos el canal nosotros,  ya que si se entregaba todo ahora, era como irnos desarmando lentamente con el proyecto de la Unidad Popular, Bruno muy conciente y tranquilo ante serios problemas, nos hablaba que estemos tranquilos ya se verá mañana los resultados de este acontecimiento.

Tambien Luisito (Felix Vargas) detenido desaparecido en Tejas Verdes donde estaba el jefe de la DINA, famoso y tétrico asesino el Mamo Contreras, Luisito fué nuestro profesor de educación política y filosofía, compartía con todos nosotros cualquier duda o estaba llano a dar una respuesta a tantas preguntas que se nos formaban, por saber como avanzaría nuestro proceso Socialista y la UP.

Amaneció bastante raro el tiempo, como si fuese a llover y no llover, bajo el cielo nuboso y bastante frío, nos despertaron de emergencia y nos dicen que la Marina  se ha levantado en armas y del resto de las fuerzas armadas no se sabe nada.

Este es el cuco que veníamos viviendo desde el último Tancazo, 26 de junio de 1973.



Hoy es un martes 11 de septiembre de 1973, antes de las 7 am
.

yo creo que nadie de mis compañeros pensó que día y que hora era, solo que ninguno de nosotros alcanzó a tomar desayuno como de costumbre.

Despues de formarnos nos dió la orden nuestro jefe Bruno, nos entregaron un fusil AKA con 150 cartuchos cada uno, Boris andaba con una bazoca PR10 pequeña y nos  dirigimos directo a Tomas Moro, para reemplazar a la Escolta que salió rumbo al Palacio de La Moneda, con el Presidente Salvador Allende G.

Allí llegamos en formación militar nos formamos en dos hileras y Bruno comenzó a elegir al azar los que irían al Palacio de la Moneda, indicándolos con el dedo.

Mi hermano Pedro y yo afortunadamente no fuimos elegidos, ya que hoy se conoce que ese grupo no ingresaron a La Moneda, fueron tomados por sorpresa en la Intendencia y muchos fueron detenidos, ejecutados en el fuerte Arteaga en Peldehue y lanzados al mar, desaparecidos actualmente.

 

Allende y sus guardias

 

Nosotros quedamos defendiendo Tomas Moro, la casa Presidencial donde se encontraba la señora Tencha.

Bruno le dió orden a Boris, nuestro instructor, un muchacho muy joven pero de una capacidad física y táctica digna de admirar, menor que nosotros.

Bruno partía sin perder tiempo hacia La Moneda a defender al Presidente de Chile, tambien lo acompañaba el hijo de la Payita, Enrique Ropert, quedando Max con nosotros. (Bruno fué detenido en la Intendencia junto a mis compañeros del Cañaveral y el hijo de la Payita, despues de ser detenidos los trasladaron dentro del edificio, no alcanzaron a llegar a reforzar La Moneda, luego de esto los trasladaron en un bus por carabineros y se los llevaron a otro sitio, despues se sabe que los trasladaron al regimiento Tacna y de ahí a Bruno lo trasladaron a la cárcel pública, despues un comando militar entró casi por la fuerza y se llevó a Bruno a otro sitio que se perdió el rastro de él hasta el día de hoy).

El hijo de la Payita, Enrique Ropert, a los días después fué encontrado en el río Mapocho bajo el puente Bulnes, su madre no pudo asistir a su entierro porque era la testigo de la historia, más buscada de ese tiempo.

A todo este desorden, órdenes venían y se iban, se conversaba con los carabineros que protegían a un costado de la casa con una guardia permanente, y solo los ví cuando comenzaban abandonar la casa con una micro y una tanqueta, eso dio la impresión fuerte que tampoco se quedaban a defender la Constitución, dejaban al Presidente solo ellos también.

Entre estos minutos eternos llegó una camioneta con compañeros de la población Carlos Cortés, 8.30 hrs. para reforzar la casa y en ese mismo instante le fueron entregados los fusiles y se les enseñaba como se cargaban y se disparaba ahí en el jardín de la casa.

De pronto llegó un compañero en las famosas camionetas C10 a dejar algunos compañeros  que tambien venían a reforzar y al reconocerme se acercó para decirme que estaba quedando la crema afuera y que porque yo no abandonaba este lugar con mi hermano para salvar el pellejo.
Cosa que no aceptamos porque teníamos un deber y conciencia de cumplir con defender el Gobierno elegido democráticamente por el Pueblo.

Si Salvador Allende lo hacía no existía ningun motivo para abandonar en lo que creíamos.
Todo este revoltijo de unos que se iban, otros que llegaban. Boris nos ordenó los lugares de defensa, a mi hermano y los demás compañeros que estaban solo algunas semanas en instrucción en Cañaveral, lo único que sabíamos sus nombres políticos que hoy no los recuerdo y que eran en su totalidad de Valparaíso.

Todos ellos quedaron en los muros y a mi junto a un compañero bastante más alto que yo y unos años mayor nunca lo había visto antes, pelo negro y liso con partidura al lado, de tez blanca, nos quedamos sobre el tejado de la casa  con una punto 30, además del fusil AKA con 150 tiros cada uno, esto quiere decir que nunca estubimos preparados para una guerra que inventaron los militares golpistas. Ataques por tierra y aire. Ya que con esta munición no era para combatir una aviación, ni menos unas fuerzas armadas con todos sus elementos, tanques y aviones de guerra.

Frente a la avenida de Tomas Moro aproximadamente 10.00 am. se parapetaron una escuadra militar  de la aviación que despues de cruzar unos disparos se retiraron. Estos fueron los primeros tiros que se cruzaron y probamos nuestro armamento de defensa, bastante eficaz, ellos no volvieron más, ya que era un sector de población civil de clase alta.

Yo miraba hacia lo alto donde revoleteaba un helicóptero a baja altura sobre la casa con un soldado tirador amarrado al piso con una punto 30 tambien, nosotros nos mantubimos con la nuestra cubierta por una carpa, pero atento con el fusil AKA, cuando de pronto se sintieron el ruido de aviones de combate que pasaron sobre la casa tán rápidos que solo sentimos el ruido y por el sitio que aparecían estaba el sol, luego el estallido de las bombas, fué ahí que se tiró fuego graneado de todos mis camaradas hacia el helicóptero, haciéndolo huir del sitio, humeando desapareció detrás de un pequeño cerro inutilizado quedando fuera del combate provocado y comenzado por las FFAA golpistas.

Nosotros defendíamos al Gobierno elegido democráticamente y ellos rompían el juramento de  defender la Constitución del Estado Soberano y traicionando al Comandante en jefe de todas las FFAA el compañero Presidente Salvador Allende.

Fué ahí que mi compañero y yo descubrimos la carpa con que estaba cubierta la punto 30 y comenzamos a pasar tiros cuando de pronto pasaron los aviones de combate por segunda vez que solo escuchamos el ruido de estos y quedamos segados por el sol, primera véz que participaba en un combate de verdad todos y creo que todos estábamos nerviosos y miedosos de perder la vida por las bombas expansivas y de estar en desigual defensa ya que los que atacaban eran las FFAA sublevadas con todo su poder de combate, nosotros defendíamos la Constitución, los derechos de los trabajadores y estudiantes, defendíamos el programa de la Unidad Popular en la cual nos dieron una chance de ser protagonista de este proceso, mucha juventud creyó en esta utopía y el mundo entero tambien estaba preocupado de nosotros que avanzáramos, lo mismo que ocurre hoy con Venezuela, Bolivia, Ecuador,Argentina,etc.

Las bombas caían causando grandes destrozos en la casa y el jardín, en los vehículos que estaban estacionados dentro del patio, no sabíamos si habían heridos graves, no sabíamos nada, yo seguía sujetando la cinta de la metralladora y mi compañero apuntaba al cielo parados los dos sobre el techo de la casa.

Una de las tantas bombas cayeron destrozando el lugar cerca de nosotros y con el impacto me caí al jardin, no se como me paré nuevamente y ahí recién pude ver los destrozos por doquier.
Una véz que se calmó el ataque de la aviación, no recuerdo cuantas veces atacaron. Comencé a ver que se hacía y que daños habían entre nosotros.

Me encontré con dos compañeras que después supe quienes eran, debido a la compartimentación que manteníamos todos, ellas dos sujetaban la venda y yo incluso ayudé a vendar la cabeza de Luisito, Felix Vargas, detenido desaparecido aún, una esquirla rajó su cuero cabelludo y había que tirar del pellejo  para ponerlo nuevamente en su posición y vendarlo, lo sacaron inmediatamente y nadie supo más de él, donde lo llevaron para cocerle y saturarle la herida o corte.

Entre estos minutos que parecían eternos ví cuando otro grupo de la escolta sacaba a la Sra. Tencha a otro sitio más seguro.

Con Boris, y Max  Ropert buscamos como salir después del bombardeo, mientras revisaban los vehículos que habían dentro, varios inutilizados por las bombas, yo fui en busca de mi hermano Pedro hasta encontrarlo y lo llevo junto al auto color naranja que conducía Max, hijo de la Payita, y de coopiloto estaba Boris, al pasar por el jardín hacia el portón de la esquina norte pasan los aviones nuevamente y una de las bombas explota al costado del auto destruyendo la rueda, Boris nos grita habran la boca y griten fuerte, para que la bomba de expansión no nos reviente los oídos, así y todo aún tengo problemas en un oído para escuchar.

Después se supo con el tiempo que una de las bombas que lanzaron los aviones fue a dar equivocadamente al Hospital de la Aviación ubicado detrás y al frente del convento de monjas. No se sabe si hubo heridos o muertos también, como ellos ocultan toda la información que marque sus errores y sus fracasos en la historia de Chile.

Dejamos el auto y salimos a buscar otro, nos fuimos hacia atrás de la escuela de monjas y había una ambulancia atravezada en el portón, seguro que el chofer no la pudo sacar y me fui arrastrándome por el pasto y cemento hasta llegar a la puerta, miro al interior y colgaban las llaves, tenía todos los neumáticos buenos, comienzo a moverla hasta soltarla del portón agachado porque enfrente estaba el hospital de la Fuerza Aérea y pensando que nos apuntaban desde allá siempre, lograron subir todos los del Cañaveral y mi hermano Pedro y nos dirijimos hacia el Sur pasamos por el campamento Nueva la Havana, hablé con el dirigente Waldo Leiva y me preguntaba si traíamos armas, que ellos estaban esperándolas y nadie llegó con ellas hasta el día de hoy, esto dejó en claro que muchos jugaron con la ingenuidad del pueblo y en los momentos de respaldar el Gobierno, se esfumaron de la tierra, fueron los primeros en arrancar o asilarse. Algún día tendrán que rendir cuentas al pueblo y la historia también. Tubieron las piernas más largas para saltar la muralla de las embajadas.

Nosotros botamos nuestras armas después de sacarle el percutor y tirarlos en un canal, para que servían, si los 150 tiros que nos dieron se terminaron en el combate.

Seguimos rumbo al Estadio Nacional y luego Avenida Matta, vimos como algunas ambulancias eran revisadas por los militares y tenían manos arriba a sus funcionarios, esto  nos producía temor y miedo de ser detenidos por estos fascistas, estando todos nosotros ya desarmados , en esa época tampoco existían los celulares o móviles y no disponíamos de aparatos de transmisión y escucha, todo era artesanal, solo teníamos un gran corazón, un gran ideal y una gran conciencia por el cambio real que se estaba llevando en el país, para lograr un Gobierno del pueblo con un proyecto Socialista para todos.

La derecha y la Democracia Cristiana además de la CIA y el Pentágono de EEUU ayudaron y pidieron la intervención foránea y la intervención de los militares traidores a la Patria y a la Constitución establecida.

Ejemplos y pruebas hoy en día sobran, entregadas directamente de los archivos desclasificados del FBI , faltan solo los nombres de los civiles que fueron pagados por la CIA, que aparecen rayados y borrados de estos documentos desclasificados para que todos lo puedan leer , algun día se sabrá la verdadera historia de los traidores a la Patria. Cómo lo hicieron con Manuel Balmaceda también.

Con mucha suerte llegamos a las cercanías del Club Hípico y cerca de la Estación Central donde dejamos a los camaradas de la quinta región para que tomaran el bús rumbo a Valparaíso, nosotros dos con mi hermano abandonamos este vehículo luego después y nos perdimos entre la gente que regresaba por las calles a pie a sus casas, nosotros rumbo a la clandestinidad cuando el sol bajaba muy lentamente.

Hoy en Chile nace una semilla nueva y con nuevas energías,pidiendo participación en el Gobierno,ya que al pueblo durante los 17 años de la Dictadura y los 20 años de la Concertación, siempre le negaron la participación a todos los chilenos y nunca les dieron las herramientas para levantar el país, me refiero la herramienta de la EDUCACIÓN GRATIS, que aún siguen negándola los partidos que Gobiernan y los de la Concertación siguen callados  mirando el escenario, detrás de las galerías y esperando que los estudiantes sigan muriendo, algunos más hasta lograr las propuestas que tienen, no solo para ellos, si no; mirando el futuro que será para sus hijos y nietos, para todos, no solo para los pobres, media clase o clase alta,solo simplemente una educación igualitaria y de calidad para todo CHILE.

Los quisieron manchar con el timbre del cuco "Comunistas", pero ese cuento ya no lo cree nadie: que los comunistas se comerían a las guaguas.

Hoy en Rusia en la Plaza Roja, existe un enorme Mac Donald, donde los rusos hacen colas para comer una hamburguesa y beber una espumante Coca Cola.

Terminar con el lucro escandaloso de los dueños de apellidos muy reconocidos de la derecha, de la concertación, etc.

Siempre recordaremos al compañero Salvador Allende Gossens como el maestro que abrió todas las escuelas y universidades y gratis con el medio litro de leche que aún se conserva esta cultura; para que el pueblo saliera de la pobreza intelectual y material. Quedan poblaciones y escuelas enteras construídas por el Gobierno de la Unidad Popular que no sufrieron ningún daño por el último terremoto, existía conciencia de hacer las cosas bien y "con altura de miras" como dicen hoy muchos y repiten esta frase, políticos conocidos, pero mentirosos.

Hoy se están abriendo las grandes Alamedas con los estudiantes y las fuerzas sociales.
Que vivan los estudiantes de toda la tierra !!!!!!

 

Manuel Céspedes

 

 

Mi testimonio

Por desgracia hay cosas que no se pueden publicar de mi historia. Tampoco puedo decir a qué partido pertenecía. Antes del golpe ya sabíamos, nos avisaron y ordenaron escondernos e irnos de Chile. La cosa fue que no hubo unión completa en ideas de todos los partidos de izquierda, como siempre, pero en especial del partido comunista y radical de izquierda, así que el 11 de septiembre, cuando supe la noticia, estaba aterrorizada. Sabía la terrible tragedia que se venía, mi vida estaba en riesgo y todos mis compañeros entraban en casa sin poder hablar. Mi padre era de derecha y un ex policía en retiro. Mis hermanos y yo trabajábamos siempre clandestinamente y mis padres no sabían nada.

A mí me detuvieron en octubre los detectives en Victoria, torturas, ultraje y violación; horrible, tenían pruebas de desfiles en la plaza y 500 firmas de comerciantes reclamando mi detención, etc. Finalmente me dejaron libre porque las pruebas no eran tan exactas y yo y mis amigos decidimos huir a Argentina por la Cordillera de los Andes... una gran aventura.

Estábamos aterrorizados pero con confianza, nos dábamos ánimo y muchas veces guardamos silencio llenos de angustia, terror y muerte. Detuvieron a cinco compañeros, entre ellos yo. Nos interrogaron, revisaron todo y nos llevaron al paredón apuntados por diez militares, en Pino Hachado. Yo clamé en mi corazón: "No quiero morir, Dios si Tú existes, haz algo, ¡sálvame!".

Salió un militar con una foto de mi papá, me la puso frente a mis ojos y me dijo, ¿quién es este? Mi padre, su nombre es... Me miró y dijo, a ella hay que dejarla ir, silbaron a una micro que pasaba a 15 metros, me dieron mi bolsito y cuando buscaba donde sentarme miré por la ventana y vi como fusilaron a los cuatro varones. Caí al suelo llorando y le di gracias a Dios por darme la vida. No soy religiosa, pero creo que un Dios responde y me ha cuidado en todo mi doloroso exilio. Pero aquí estoy, fuerte. Me gustaría regresar a Chile y hacer como Carlos, un Chile diferente, ya no tengo nada que perder. Mis hijos ya son casados y felices.

 

Este relato nos lo envió una lectora que prefiere ser anónima, por motivos de seguridad.

 


Mi recuerdo

Ese aciago 11 de septiembre de 1973 estábamos desayunando con mi madre y un hermano, unos veinte minutos ante de las ocho de la mañana, yo tenía que salir luego a juntarme con unos compañeros, por algo pendiente, precisamente para tratar asuntos del partido y laborales, cuando sentimos en el patio el clásico silbido de Oscar, un amigo de la niñez prácticamente, con el que compartíamos ideales de una sociedad más justa desde hacía tiempo, y que siempre pasaba por un callejón que entroncaba con mi casa materna al vivir un poco más arriba, eligiendo un pasillo, solamente para saludarme con su silbido cada mañana cuando iba a su trabajo en el Banco del Estado de Chile, donde era empleado.

Esta vez no siguió de largo sino que se quedó y golpeó a la puerta con un golpeteo insistente, algo poco común en él. Como no era habitual que se quedara porque ya iban a ser las ocho de la mañana, salí preocupado al pasillo pensando que algo debía pasar en su casa, ya que estaba recién casado. Detrás mío salió lleno de curiosidad mi hermano y madre también que se quedó en el dintel de la puerta. El rostro de mi amigo estaba pálido desencajado, prácticamente me dio una orden cuando me encaró: "¡Prenda la radio compadre!" La teníamos puesta pero bajita y no reparábamos que hacía un rato ya que se oían marchas militares, cuestión que asocié no sé por qué con el mes de las Fiestas Patrias. "Escuché en una radio argentina que los milicos recul..., perdone señora Marina -se disculpó Oscar delante de mi madre- se salieron con la suya, dieron un golpe de estado. ¿Qué le parece por la chucha?".

Mi hermano se había movido con ligereza y justo sintonizó luego de algunos minutos la voz de Allende que hablaba en Radio Magallanes con voz pausada y serena al pueblo de Chile, pero había una mezcla de ruidos, una interferencia intermitente, un chicharreo enervante, y pitidos y voces fantasmagóricas de fondo, como si fuera una orquesta sinfónica de locos, que hacía que la radio perdiera la onda y sintonía. Mi hermano movía el receptor de un lado a otro como si fuera una alcancía con pocas monedas; o un mago haciendo pases mágicos, con tal de arreglar el defecto. Pese a ese inconveniente pudimos escuchar atónitos lo que fue un sereno y firme mensaje del presidente más querido y representativo del pueblo chileno. Con el tiempo comprendí que esas interferencias eran los esfuerzos que hacían los golpistas por apagar la frecuencia de esa radio y sabotear el discurso. Quedamos petrificados, mirándonos a los ojos tratando de entender y animarnos un poco, porque lo que se temía y no se asumía como posible, realmente estaba ocurriendo. Oscar dijo: "Me voy muchachos, iré a buscar mis cosas al trabajo, porque es seguro que me echarán ahora estos momios que hay en el banco ya que soy el único 'upeliento'". Nos dimos un abrazo y salió deprisa a la calle para bajar al centro donde estaba el Banco del Estado. Mi mamá había empalidecido y su rostro denotaba preocupación, sabía que yo era allendista de corazón y que estaba metido de lleno en el programa del gobierno, que pertenecía a un partido de la Unidad Popular, el MAPU, y temía por que pudiera pasarme algo, no sabía qué pero tenía la intuición de ello.

Yo realmente no estaba tan sorprendido porque durante un tiempo a esa fecha, venía percatándome que las cosas estaban demasiados agitadas, con una oposición despiadada unida de chincol a jote, en chileno, dos aves simplemente de diferentes categorías y pesos, que controlaba los medios de comunicación más poderosos que hicieron una campaña del terror que caló en la clase media especialmente. Mi trabajo en Desarrollo Social que me hacía estar en terreno día y noche en la etapa más conflictiva del gobierno, me permitía enterarme de la realidad al ver como pequeños comerciantes en las poblaciones más pobres comercializaban productos de primera necesidad a precios de mercado negro y tenían abarrotadas sus bodegas. Si estos hacían los más pequeños comerciantes de la cadena, era cosa de imaginar lo que hacían los medianos y grandes almacenes, para crear un desabastecimiento artificial. El paro nacional de los transportistas en el Monte estaban creando un ambiente de anarquía buscado por la oposición precisamente para desestabilizar el gobierno y propiciar un golpe militar. Yo lo veía muy claro, y cuando lo dije en una reunión de partidos de la Unidad Popular, que eran muy frecuentes se enojaron una vez conmigo al insinuar que tal vez el querido presidente, compañero Allende no alcanzara a cumplir su período. Todos ahí se volvieron a mirarme y uno dijo: "¿Y este quién es?"

Una vez que mi amigo se fue a su trabajo, le dije a mi madre y hermano que se quedaran tranquilos porque tenía que hacer algo urgente que no me tomaría más que una hora más o menos. "Cuídate hijo - respondió mi madre, no te vaya a pasar algo". Eso haría, como la de cuidar mi integridad y la identidad de mis compañeros de partido. La sede o el local que teníamos en una calle más abajo, me permitía contar con una llave de emergencia, en caso de cualquier cosa, para llegar y entrar por la cercanía que yo tenía con ella, y es lo que hice. Corrí hacia el local y ahí me percaté que en la bahía del puerto había un barco de guerra, que precisamente descargaba sus baterías antiaéreas al aire a modo de intimidación a la ciudad, al pueblo, porque tronaban las ametralladoras de grueso calibre, cuyos estampidos lúgubremente devolvía el eco de las verdegrisosas montañas de la cordillera de la costa. Al llegar a Pedro Montt calmé mi paso para no llamar la atención de nadie, ya que se veían raudos y siniestros vehículos de carabineros e investigaciones de la policía civil, desplazados por la ciudad, tomando posición amenazadoramente con sus armas automáticas, pronto aparecerían los militares. Me quedó tiempo suficiente para hacerme el ánimo y llegar al local del partido, suerte que la sede no tenía ningún letrero que llamara la atención, porque no nos habían permitido los dueños, por ser además una pensión, tampoco jamás tuvimos tiempo para pintar las letras y yo no quería asumir ese trabajo.

Temeroso subí las escaleras al segundo piso del edificio y ya frente a la puerta, vacilé un segundo antes de introducir la llave, imaginando que podría haber ya gente plegada al golpe en su interior allanando el local, deseosa de hacer daño, pero suerte, no fue así, no había nadie y todo estaba en orden, así es que fui directamente a los armarios y cajones, saqué los libros, las fichas de los compañeros, de las actividades realizadas por años; de los proyectos y los fui rompiendo uno por uno, luego metí las hojas rotas y los cartones de los libros en una bolsa de papel que había a mano y salí a la terraza, pedí permiso a la dueña del local, que estaba muy asustada y prendí fuego. Un viento suave y arremolinado hacía subir las cenizas blancas y negras al cielo, como si fueran espíritus liberados. Helicópteros militares o de la Armada sobrevolaban el puerto y la ciudad. Me percaté en mi nerviosismo que no era el único que tuvo la idea de quemar documentos porque se apreciaba humo desde la terraza en muchas partes en las calles de los cerros. Se veía que el miedo produce las mismas ideas colectivas a la gente cuando se siente amenazada. Yo, por sentido común, me encargué solamente de las fichas y actas que pudieran identificar a los componentes y simpatizantes del MAPU. Pronto llegaron dos agitados compañeros del partido acezando, ellos se encargarían de los detalles gruesos, libros, revistas, afiches, carteles, etc., todo lo que es normal tener en las sedes de los partidos políticos, tampoco había que comprometer a la propietaria del local que no tenía nada que ver, así es que hubo tiempo para dejar todo limpio y convertido en cenizas y humo; humo negro de los libros y revistas; humo negro de los ideales truncados; humo negro como los días que se presentarían sobre todo el país. Negro, negro.

 

La Moneda

 

Una vez que salí del local, apenas despidiéndome de mis compañeros, con cara de circunstancias, me fui a casa, pero quería dar un rodeo y ver un poco a la gente, los rostros, para saber de ellas, del ánimo, de cómo tomaban las cosas. Las calles del centro, y los locales del comercio estaban cerrados, pero todos tenían en las ventanas banderas chilenas desplegadas o en los mástiles de las viviendas y se sentía una extraña algarabía y regocijo en los interiores, mientras otros afuera corrían, caminaban presurosos o andaban como perdidos, con muestras de espanto e incredulidad en sus rostros y otras llorando pasaban moviendo sus cabezas como si no se atrevieran a aceptar lo que sucedía en su país. Gente de edad, niñas y jóvenes lamentándose, algunos a viva voz y otros en silencio, con las caras descompuestas, y mujeres adultas y de edad avanzada mesándose los cabellos, al tiempo que lloraban en silencio. Ahí entendí que Allende debía estar muerto por los rostros desencajados que veía en mi camino, de gente que sabía que simpatizaba y se sentía representada por su gobierno. Me sobrecogió una gran tristeza, tuve la sensación que algo también moría en mí, sentí miedo por el porvenir, si es que hubiera porvenir ahora para mí. Era como si hubiera caído una gran muralla sobre mí. Apenas podía creer que el desquiciamiento de una oposición que desde antes de que Allende ganara las elecciones se había preparado minuciosamente para utilizar alguna vez una estrategia de vacío de poder, de desabastecimiento, de desorden anárquico con una campaña sistemática de odio y terror, financiada con recursos foráneos de gran calado para desmontar el gobierno democrático y legítimo de Allende. ¡Lo habían conseguido! Lo intentaron antes con el "Tanquetazo", meses antes, que no cuajó, pero esta vez sí.

Ahora se veían militares, camiones llenos de soldados en traje de guerra y camuflaje, rostros pintados de negro, y me enteré que habían declarado el toque de queda. Luego del miedo que se me había metido de a poco en el cuerpo, haciendo rodeos para evitar exponerme a alguna patrulla iba pensando de manera atropellada en lo que pasaba. En el camino, mientras me iba percatando que las calles se habían quedado vacías de repente, pensaba con tristeza muchas cosas, por ejemplo, que el sueño de mejorar la calidad de vida del pueblo había llegado a su fin, era el final de una hermosa aventura, el gran anhelo de transformar el mundo por la vía del criterio cívico, y no el de las armas, porque era una democracia con un abanico de colores, no de uno solo. Los poderosos no perdonaron que los humildes quisieran alzar su dignidad un poco más alta. No toleraron que sus propias cartas marcadas en el juego de la democracia les hicieran una mala jugada. El golpe se veía venir, estaba en el aire, los Estados Unidos reforzaban el despliegue de tropas chilenas en la operación Unitas en Valparaíso. En el camino algunas personas que me conocían me decían confirmando mis apreciaciones: "Escóndase compañero". "Bombardearon la Moneda " "Allende está muerto" "Milicos tales por cuales"...

Todo me parecía una pesadilla y sabía que mi vida iba a cambiar mucho, como la de cientos de miles, pero no imaginaba los crímenes que se iban a cometer, ni las cárceles, menos la tortura. Creía que habría traspaso de mando a políticos civiles, como Frei por ejemplo. Seguía oyendo voces en el recorrido a pie a mi casa que decían: "Hay que pelear, defender el gobierno del compañero Allende, de nuestro presidente"; milicos tales por cuales", y muchas interjecciones crudas. No conocía el nombre de los golpistas todavía, todo era difuso y confuso y no sabía nada, si hubo o no resistencia, ni tenía idea alguna de lo que tendría que hacer de ahí en adelante y mi tristeza, ira e impotencia iban en aumento. Cuando llegué a mi barrio, vi en la calle un Fiat 600 rojo, que reconocí como de mi ex jefe en Desarrollo Social, Tomás, ex sacerdote, venido con otros sacerdotes, entre ellos Juan Alsina, muerto años más tarde por los militares en un confuso hecho. Debía estar esperándome y conversando con mi madre. Desde fuera por sobre la tapia pude mirar el patio de mi casa percatándome que había un grupo de gente de diversos sectores aledaños que bajaron en cuanto se dieron los hechos, de acuerdo a como se estaban desarrollando de manera espontánea, al verme llegar me abrazaron y dieron la mano. Todos simpatizantes del gobierno democrático de Allende, todos tenía la misma expresión de incredulidad, temor y rabia. Se habían reunidos ahí en el patio grande de mi casa de forma totalmente casual, yo no era dirigente ni político, solo alguien que como ellos compartía un ideal, y que por ser conocido ya como autor, especialmente radial, era un referente para ellos y se acercaron confiando en mí, que tampoco tenía idea que hacer en un caso semejante. Saludé a Tomás que hasta entonces conversaba con mi mamá acercándose a mí soltó: "¡Nos cagaron los milicos! ¿Qué va a pasar ahora, nos van a meter presos, nos van a matar a todos? ". Yo tampoco tenía ninguna certeza y la incertidumbre crecía poco a poco. Nos apiñamos en el centro del patio, bajo el follaje de unos enormes ciruelos, lo que impedía la visión del patio desde el cielo ya que los helicópteros militares iban y venían por toda la ciudad. Había mujeres, la mayoría jóvenes, muchachos y algunos mayores que se lamentaban no tener armas para la defensa del gobierno, que estaban dispuestos a morir por sus ideales. Me llamaba la atención que lo decían de verdad y que de haber contado con armas todo pudiera haber sido de otra manera. Pero no había armas, apenas piedras, porque el gobierno de Allende era un gobierno constitucional, democrático, que desde el principio propuso la alternativa que él representaba como vía al socialismo por el sufragio universal, por lo tanto nunca hubo ni planes de resistencia armada, ni armas para hacer frente a un enemigo poderoso como el ejército. Había ánimo decisión, coraje y rabia en los rostros de esa gente de barrio y sectores cercanos para salir en defensa de un gobierno de corte popular socialista, al que se opuso la derecha del país y Estados Unidos. No había cómo hacer frente, tampoco organización, armas menos, y se veía ya que el enemigo estaba trabajando con eficacia durante mucho tiempo.

Cuando mirábamos que desde todos lo sitios, en los cerros, barrios y casas, salían columnas de humo, un humo negro de libros especialmente, significaba que cualquier libro podría delatar el pensamiento de su dueño o lector, así es que la quemazón de libros y diarios era un espectáculo impensado, nunca se me hubiera pasado por la cabeza de que un libro pudiera ser comprometedor, pero la gente quemaba todo. Eso hizo meditar a la gente que se había reunido inesperadamente en mi casa, con la intención de hablar, sacar la indignación, decir algo, buscar una explicación o una manera de resistir y defender el gobierno que ellos habían elegido o sus padres. Yo lo único que pedía era calma, resignación y fuerzas para iniciar una resistencia pasiva a los golpistas fueran quienes fueran los traidores para honrar la memoria cívica de Allende. Recordaba el discurso de la mañana del presidente en que había pedido que no hubiera sacrificio de vidas del pueblo, y eso había que cumplirse como un legado como una orden humanitaria de quien pagaba con la suya los postulados de luchar por un mundo más justo y solidario, pero luchar en paz con las herramientas de la democracia. Parecido al sacrificio de Cristo por la humanidad.

Tomás hablaba precipitadamente, la voz le temblaba, pero no de miedo, sino de coraje, me abrazó diciéndome: "Adiós muchacho, no sé si nos volvamos a ver o encontrar alguna vez. Dile a toda esta gente que este mal trago pasará, que no pierdan la fe, que resistan, que no hay dictadura que aguante más de cien años." Le vi despedirse de mi madre y hermanos y salir a la calle donde tenía su Fiat 600 rojo, que había conocido tantas poblaciones cuando mi ex jefe de Desarrollo Social llevaba un mensaje cristiano y social a la gente más postergada. Yo le admiraba porque el amor a una mujer le había hecho colgar las sotanas.

La gente que había llegado al patio de mi casa, gente que al recordar hoy admiro por la entereza y la disposición que vi en ellos de salir en defensa del gobierno del pueblo, comenzaban a irse en silencio, cabizbajo, tomando precauciones para llegar a sus casas, porque el toque de queda ya estaba en funciones, nos dábamos cuenta de ello por los diversos bandos que de manera incesante nos machacaban haciéndonos ver que el golpe iba en serio.

En menos de un minuto no quedó nadie en el patio a excepción de mi madre, yo, mis hermanos y hermanas que de pronto llegaron a reunirse con nosotros.

Me quedé mirando desde el portón que daba al centro de la ciudad y a los cerros y al mar, de cómo los militares habían copado todo, la plaza, las calles, los paseos y los lugares que consideraban estratégicos. En todas partes se veían los grises camiones circulando, como también a soldados ya desplazados en tierra haciendo rondas e inspección. No había locomoción civil, solo policial. Agudicé mi vista hacia una calle visible a lo lejos y vi que un camión del ejército se hallaba al lado de un Fiat 600 rodeado de militares.

Víctor Aquiles Jiménez H.


 

11 de Septiembre 1973

Ese día dormía plácidamente, tenía 15 años y estaba en primero medio del liceo Darío Salas y tenía clases en la tarde, cuando las noticias comenzaron. Mi padre me despertó para que escuchara y me pusiera en camino para ir a retirar a mi hermana pequeña a su colegio y acompañara a mi madre a la vega central a comprar todo lo posible con el fin de tener comida en caso de que esto fuera una cosa que pudiera alargarse. Debo decir que al principio no me asusté, ya que hacía poco tiempo del" tanquetazo" y la solución a ese conflicto había resultado favorable al gobierno, así que no me parecía que esto pudiera ser más preocupante aunque en la reunión del día anterior en mi liceo la encargada de la célula de la Jota (Juventudes Comunistas) del liceo nos había advertido que se esperaba, no con alegría por supuesto, una intentona de golpe de estado.

Manejábamos la información de que las organizaciones de trabajadores estaban preparados para defender al gobierno aunque fuera con piedras si eso fuera necesario. También se esperaba que la ultra izquierda, el MIR, sacara sus numerosas milicias con las que amenazaban un día sí y otro no.

Luego de ver a la gente como corría a sus casas y los camiones con militares, específicamente del regimiento Buin, se deslizaban con el mayor ruido posible por la calle Recoleta hacia el Palacio de La Moneda, después de extrañamente encontrar de todo lo que el día anterior no había en los almacenes y comprar lo necesario para estar una semana sin problemas, volvimos a casa donde mi padre escuchaba con estupor las noticias. A esa hora de la mañana antes del bombardeo estábamos todos en casa menos mi hermano menor Leonardo, que muy temprano había ido a clases en la escuela Salvador Sanfuentes en Catedral esquina Matucana y que tuvo que ir y venir varias veces a la escuela porque no podía pasar por ningún puente del río Mapocho, una odisea en si misma que fue la primera que vivimos ese día.

Desde el patio de mi casa no se podía ver La Moneda, pero si se veían los aviones y el ruido que hicieron al bombardear el edificio, poquito antes el Presidente Allende se había dirigido al país en un histórico discurso que aun hoy muchos, en otros países, piensan que estaba escrito de antemano, seguramente porque no lo conocían como nosotros, que sabíamos de su habilidad maravillosa con las palabras.

El toque de queda comenzó muy temprano, eso hacía imposible ponerse en contacto con alguien para saber noticias, y la oscuridad cubrió la ciudad, mientras los únicos vehículos que transitaban esa noche eran militares, después supimos por un vecino que trabajaba en el cementerio general que estaba lleno de cadáveres de los primeros chilenos asesinados por la dictadura.

La oscuridad duró muchos años, fueron años terribles que destruyeron muchísimas familias que no encontraron nunca a sus familiares, que los tuvieron que dejar de ver porque se fueron exiliados y a los que nos quedamos, esa noche se nos pegó en el cuerpo como una sombra que nos ensuciaba, que olía a muerte y a desesperación pero principalmente la que nos acompañó todos esos años de dictadura. Estoy muy seguro que la mayoría de los de mi generación sienten que el tiempo se llevó una parte de nosotros durante esos primeros años y que no lo recuperamos nunca más. Y cuando todo cambió "de alguna manera" casi 19 años después, nos encontramos con la intolerancia la desvergüenza y la sensación de que los que hicimos algo estábamos de más.

Esto sucedió un 11 de Septiembre del año 1973 en la ciudad de Santiago de Chile.

Boris Rojas
Chileno

 


Septiembre Gris  (Reflexiones)  

Hace exactamente  38 años que la primavera se vistió de luto en la larga y delgada figura de nuestro blanco, azul y rojo. Las cosas han cambiado bastante y hoy me enredo en mis pensamientos, tratando de armar frases, recuerdos. La humareda  sacude mi  memoria, las llamas de La Moneda dan los más tristes taconazos en septiembre en todas las ciudades. 

Miro las aves volar no tan alto el vuelo es cansino, a medio camino detienen sus alas, intentan ver a los niños y aún existen los descalzos. No entiendo el panorama incierto, grito a la luna baje silenciosa y alumbre a los hombres de buena voluntad.  

El calendario se vistió de   rojo en  septiembre de 1973 en la patria de Violeta, Víctor Jara, Neruda, Gabriela... Nuestra patria. La tierra quedó herida, quiso sepultarse.

Encendieron  cirios de clemencia en el mundo, abrieron las fronteras  acogieron los heridos. 

Septiembre trae rocíos salados a mis ojos, espinas a mi garganta. Intento escribirle al hombre que combatió en La Moneda pero él ya no está físicamente. En mi pensamiento hilvano algunas letras...

Presidente Salvador Allende. Desde su partida las cosas han cambiado bastante. Los muros cayeron, las guerras, las invasiones han aumentado. Estados Unidos tiene un presidente de color, que aplica  el mismo modelo intervencionista que caracteriza al país. 

En nuestra patria se siembran las esperanzas aún en la tempestad.

¡Los estudiantes se han alzado! Piden una educación digna, basta del lucro que llena  las arcas sin límite definido, de mercenarios al por mayor.

Una lección de vida, con valentía está a nuestros ojos. Una joven mujer  a  la cabeza: Camila Vallejo, inició el  camino de la rebelión estudiantil. Poniendo en jaque, enfrentó al sistema imperante y a el  empresario,  gobernante, que solo sabe de números  como buen Chicago Boy. 

Los jóvenes  junto a un coro familiar, y  de todos los sectores de trabajo, se están sumando , abriendo camino  a "las grandes alamedas,  por donde pase el hombre libre". 

Muchas cosas suceden en nuestra América morena, Presidente  mártir. Pero  sabes ...  me he instalado a mirar algunos conciertos de actitudes humanas y , hay quienes  se mezclan  en el mundo con todos los colores: Rojos , amarillos, negros  poco importa,  así lo veo y hay un ganador, el mismo que da látigos al humilde , avasalla las selvas eliminando indígenas. ¡Cómo se revuelca Atahualpa en su anónima tumba!  Lautaro se aparece con su lanza, se pasea por Tiltil la figura de Manuel Rodríguez, los miles que partieron al viaje final entre balas de botas siniestras.

Recuerdos vienen, miro a lo lejos, sólo tengo un arma para disparar a las injusticias sociales  y condenar el mes el día de septiembre, donde se  escribió el más triste funeral de nuestra historia. Vuelvo al pasado añorando un camino blanco ,una estrella más azul, un mar que nos bañe tranquilo donde siga alzándose  el estudiante, el Mapuche , el trabajador, las mujeres multiplicadas en mil rincones, con una flor en sus labios entonando más gritos de esperanza, de una libertad pura  sin colores privilegiados. Que sean estas melodías las  que acompañen nuestro andar,  en un concierto de voces en el mundo por  un nuevo amanecer en el planeta.

Hoy levanto mi voz y empuño el arma que me acompaña, mi pluma azul que aún herida en el tiempo, se desliza en medio de mis avatares para entregar mi canto.

Ana Cuadra Hernández  
Suecia  11  septiembre   2011

 

 

 
 
 
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