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Camila Vallejos, Giorgio Jackson y Karol Cariola

Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Karol Cariola. Foto: Terra.cl.

 

27 de noviembre de 2013 | COLUMNA |

Un pueblo que despierta

Por: René Barraza Pizarro

La primavera instalada con ropajes alegres, con cielos ardidos, envidia de cualquier pintor que abre a brochazos sus mundos internos, una cordillera que derrite generosamente agua pura y un mar que nos baña en toda la extensión, enérgico, con ese olor no a mar, sino a ola, como océano vivo. Allí, entre esa mezcla rica de conversaciones de la naturaleza y sus variaciones melódicas, late un pueblo mixto, variado, pero siempre muy chileno. Un pueblo que ha sabido resurgir unido, con acento en su patria, en sus hermanos y sus niños. Un pueblo que sabe de la belleza y la furia de su tierra y que ante el sismo más grande de la historia y un tsunami, se incorpora con una bandera rota, herida igual que sus hijos y sin embargo, es llamado, flama o canto en los pechos incendiados de su linda gente. Y nacen al unísono: manos sinceras, corazones limpios, abrazos honestos, sin distinción de clase.

Por esta vez, no diré el número de sus habitantes para no recordar el fallido Censo 2012, prefiero redondear entre 16 y 17 millones para ajustarme a las cifras indicadas por el INE y su entusiasta director que quiso ser el gran protagonista del “mejor censo de la historia de Chile”. No obstante, y como es frecuente en nuestro país, el marcado arraigo a usar dichos folclóricos definiría esta situación como: “Por la boca, muere el pez”. Lo irónico es que esta costumbre de emplear refranes, no sólo cumple con el propósito de sabiduría popular, para este caso “de no hablar antes de tiempo”, sino también como eufemismo ilustrativo o clara burla ante los fracasos. Más, sin ahondar en este suceso, y el tremendo gasto público que implica, recordaré la promesa del actual gobierno: “Un Chile con un Estado distinto, mejor administrado, más profesionales, más capacitados para hacer las cosas, con experiencia de director y empresario. “Súmate al cambio” decía su campaña política.”

A cuatro años de ese eslogan, el 17 de noviembre, un pueblo “votó, no votando”. Con un 50% de abstenciones, la política de esta hermosa nación una vez más, está desencantada de sus representantes. Pese a ello, tanto gobierno como oposición se declaran victoriosos del escrutinio, intentando desentenderse de la apatía ciudadana. Este desinterés o descontento claramente refleja necesidad de cambio. ¿Cómo explicaríamos que zonas del país, totalmente conservadores, permitan obtener mayoría a jóvenes estudiantes que han sido los grandes promotores de la voz de la calle? Como muestra, centro mi comentario preferentemente en Gabriel Boric, que en una zona de derecha, Región de Magallanes y Antártica Chilena, logra la primera mayoría sin pertenecer a un pacto electoral y rompiendo, además, las duras cadenas de un “binominal”. Mecanismo, atadura o secuela de una Constitución No Democrática.

Y como él, otros siete jóvenes de distintas tendencias e ideologías logran salir electos Diputados. Destaco entre ellos a: Giorgio Jackson, Karol Cariola, Camila Vallejo, que son los emisarios de un movimiento estudiantil que se remonta a la Revolución de los Pingüinos, movimiento social que lleva ese nombre a raíz de una característica propia y de muchos años de los estudiantes chilenos, quienes a la usanza de verdaderas aves antárticas visten y han vestido un traje típico del mismo color y forma, lo cual los asemeja. Ese movimiento social tan emblemático, por lo que significó conocer la voz de jóvenes adolescentes que movieron a un país entero (2006-2010) y que después se extendería a las universidades en el llamado movimiento estudiantil (2011-2013) por una “Educación gratuita y de calidad”.

Es justamente esa voz, esa señal de las calles, esa onda, esa salinidad de ola, la que quedó en el aire de todos los rincones del país y que nació con una épica demanda educacional, donde jóvenes adolescentes fueron líderes y ahora diputados. Ellos, se formaron en el fragor del petitorio estudiantil, en el sudor y el ruido de la lucha contra el pavimento y poderes políticos sordos. Ellos, nuestros hijos y sobrinos, las bocas y pulmones de nuestra progenie quienes nos gritaban “edúquennos”. Era la voz de mi pequeña soñando ser alguien, de mi pequeño queriendo sentirse digno. Era y es “no sólo la voz” sino “sus transparentes ojos” que piden con honesta pureza, en el hogar: respeto, tolerancia, amor, comprensión, oportunidad, confianza, libertad. Eran ellos saliendo de su hogar para tomar las manos de sus vecinos y compañeros de juegos y gritar a una sociedad: ¡dignifícame; dame herramientas; hazme inclusivo; hazme depositario de una patria que no divida; que no discrimine!

Son esos jóvenes diputados, quienes llevan la demanda de las bases a la cúpula, portan lo analizado en sus pizarras y pupitres, y su propuesta no es otra que: “No al lucro. Educación gratuita y de calidad”. ¿Cómo formar, con una educación que discrimina? ¿Cómo educar, si separamos en educación de calidad para quienes pueden pagar y malos colegios para el resto? Y en ese simple planteamiento no sólo hablan de una reforma educacional que permita elevar la cultura de una nación, de esa gente generosa y solidaria, sino también de mejorar y terminar con una problemática moderna: la segmentación. Cómo no recordar en ese clamor a nuestros 2 premios nobel, nuestros queridos: Pablo, en Oda al Aire “No, aire, no te vendas, que no te canalicen, que no te entuben” o a la gran Gabriela, Maestra de América y todo su legado educacional. Es el clamor de ellos que está vigente y la de muchos intelectuales. Cómo no recordar, también, a algunos soñadores y románticos: Víctor Hugo (Los Miserables); Tolstoy (La Resurrección); Dostoyevski (Pobres Gentes).

Quizás es inútil y hoy no se consiga nada. Pero, por lo menos ambas clases políticas de Chile y cualquiera que vaya a llegar, sepan que hay un ruido que ya no es ruido sino vocablo, hay un movimiento que ya no es movimiento, sino acción. El mensaje es que Chile está aburrido de su Chile, y hoy, llamó a sus jóvenes a hacerse voz. Es claro que de ellos aún no depende el Chile que queremos sino de todos, pero por lo menos hay un pueblo que despierta para elegir como Diputados, y en forma transversal, a ocho jóvenes de entre 25 y 29 años para cambiar la cara caduca de esta cámara legislativa.

Tal vez es para muchos sólo un tema inútil y de simples soñadores, pero, la mejor parte de este mundo fue construida, sin duda, por hermosos sueños y grandes soñadores.

 

 


 
 
 
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