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“…y se casaron, tuvieron hijos, y fueron muy felices hasta el fin de sus días.”
Foto: extroversia.universia.net.co.

 

03 de diciembre de 2012 | COLUMNA |

Y se casaron, y fueron muy felices…

Por: Marco Aliaga(*)

Hace unos días una pareja amiga me pidió que los casara, a lo cual accedí gustosamente. Así que he estado ordenando  algunas ideas para compartir con ellos en ese feliz día.

Cuando la gente se casa quiere que su compromiso tenga el mismo final de los antiguos  cuentos infantiles “…y se casaron, tuvieron hijos, y fueron muy felices hasta el fin de sus días.”

Hoy la realidad está muy alejada de esta frase, considerando que se divorcia más gente de la que se casa. Ya nuestros jóvenes no quieren casarse y se inventan chistes  acerca  del matrimonio, como el último que escuché, del compañero de oficina, que dice: “me invitaron a un martirmonio”.

Cuando una pareja desea contraer matrimonio, generalmente sus familiares y amigos tratan de disuadirlos “esperen un poco más, disfruten la vida”.

Ya no se escuchan palabras de ánimo, como “los felicito, han tomado la mejor decisión de sus vidas”…¿ Que sucede ? Creo que el alto porcentaje de divorcios a nivel  mundial, y la nueva moralidad  estableció el pensamiento que el matrimonio ya no debe ser para toda la vida.

Sucede que a nivel mundial los matrimonios no son felices, como el fin de los cuentos que nos contaron. Y aquí encuentro una clave. Creemos que la felicidad es el destino y no el camino, que nos casamos para ser felices. Pero no es así,  la felicidad es el camino por el cual debemos transitar en nuestra vida. Esto quiere decir que nuestros matrimonios no están exentos de penalidades y sufrimiento pero aun así  en medio de los problemas podemos tener paz y felicidad.

Podría ilustrar este punto con alguna historia de mi vida, pero creo que sería muy presuntuoso de mi parte, cabe decir solamente que en estos  casi 30 años de matrimonio, he sido inmensamente feliz.  Así que tomaré prestado el siguiente relato, que comparto plenamente:

Un sabio maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que se declaraban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando éste se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.

El maestro les escuchó con atención y después les relató un testimonio personal:

- Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, condujo hasta el hospital mientras su corazón se despedazaba en profunda agonía. Cuando llegó, por desgracia, ella ya había fallecido. Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró.

Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano teólogo que dijera alguna reflexión sobre la muerte y la eternidad. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió: - llévenme al cementerio.

- Papá, respondimos: ¡Son las 11 de la noche! ¡No podemos ir al cementerio ahora!
-
Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo:

- No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años.

Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador y, con una linterna, llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos:

- Fueron 55 buenos años…¿saben?. ¡Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así!. Hizo una pausa y se limpió la cara. - Ella y yo estuvimos juntos en todo. Alegrías y penas. Cuando nacieron ustedes, cuando me echaron de mi trabajo, cuando ustedes enfermaban, continuó: Siempre estuvimos juntos. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de muchos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos y perdonamos nuestras faltas… hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera…

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:

- Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día.

Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo y no tiene que ver con el erotismo. Más bien es una comunión de corazones que es posible porque somos imagen de Dios. Es una alianza que va mucho más allá de los sentidos y es capaz de sufrir y negarse cualquier cosa por el otro.

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor les superaba en grande. Pero, aunque no tuviesen la valentía de aceptarlo de inmediato, podían presentir que estaban ante el amor verdadero. El maestro les había dado la lección más importante de sus vidas.


-"...pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre", Marcos 10:6-9.

"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser". 1er Corintios  13.

 

Pareja japonesa

La foto pertenece a  Jin Wanng de 73 años quien ha pasado los últimos 19 años cuidando a su marido el cual esta postrado en una habitación del hospital de la ciudad china de Jianxing. Binglian Wanng de 80 años está conectado hace 19 años a una máquina de diálisis. Los doctores le dijeron a la mujer que se fuese para su casa, a lo cual ella respondió  que no lo haría,  “Cada día más que pueda vivir, lo dedicaré a estar junto  a mi esposo”, explicó.

 

 

(*) Marco Aliaga, pastor de profesión, es columnista invitado de Magazín Latino.


 

 

 
 
 
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