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Alma, sobreviviente mexicana. Foto: Causeofdeathwoman.com.
 

14 de junio de 2012 | COLUMNA |

Reflexiones sobre el machismo y los crímenes de género

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

¿Qué lleva a un hombre aparentemente normal, según los ojos de la comunidad a rociar con bencina, gasolina, parafina o kerosene a su compañera y encenderle un fósforo y luego ahorcarse mientras su amor se revuelca gritando en el piso? Esto que leo en un periódico regional de mi país es parecido a otros crímenes de "género" en otros países, para no decir machismo a secas, porque suena más feo metiendo a todos los machos en el mismo saco.

¿Cómo entender que alguien por amor mate a su pareja? No, no se puede entender, o se nos hace complicado y complejo hallar una respuesta. Si analizáramos que por "machismo" se ha de entender una actitud de dominio de posesión y protección sobre la hembra, o mujer, eso otorga el derecho a maltratarla o matarla, con el justificativo de los celos, que es lo más común, tendríamos que ver cómo se aprende eso, en qué escuela le enseñan a los niños ese predicado o en que medios se aprende. Si reconocemos que no hay tal enseñanza, por lo menos oficial en nuestra cultura occidental tendríamos que pensar que es un legado del pasado que como una sombra está ahí en los juegos, en los dichos, en el comportamiento, en la exacerbación de las diferencias de los sexos, en una "lucha" que no es tal y que puede desencadenarse en cualquier momento.

Lo otro es aceptar que entre las conductas tribales, de organizaciones básicas nómadas exista como ley la sumisión de las mujeres a los hombres, también podemos entender eso, pero no el crimen contra una mujer o varias en nuestra cultura occidental y en estos tiempos de desarrollo. Suena terrible, increíble incluso saber que existe ese tipo de cultura como la ablación femenina, entre otras cosas.

Pero no quiero alejarme del tema, tendríamos entonces culturas desarrolladas y otras culturas subdesarrolladas en la que se permiten normas de conductas chocantes para unos y normales para otros. ¿Fue necesario alguna vez en la posible evolución del hombre tener en sus manos el poder de vida o muerte de las mujeres? ¿Habrá rastros en la historia antropológica de que eso haya tenido que ser así? ¿Hay señales en las cuevas prehistóricas de que haya tenido que ser así para perpetuar la especie? Difícil pregunta y más difícil será hallar una respuesta adecuada que nos asegure una verdad científica.

Según mis libros y conocimientos de antropología histórica y por huellas recogidas, la mujer tenía un rol importante en la sociedad y se le respetaba y reverenciaba por el factor de la procreación, su dedicación al cuidado de los niños y de los mayores, ya que en esos tiempos peligrosos de existencia la caza de animales requería de ingenio y fuerza para lidiar con bestias poderosas y para la defensa frente a otros grupos humanos. Por ahí puede, de forma estructural, otorgar roles espontáneos o exigidos a hombres y mujeres, creándose las normas que se acabaron por transformar en mores, es decir costumbres inalterables. Puede esto haber durado milenios y haber servido al desarrollo humano y que de ello, de forma atávica permanezca en el cerebro humano, tanto de mujeres como hombre que en situaciones de peligro es el hombre quien tiene que actuar de forma organizada y hacer frente al peligro enemigo o natural. Posiblemente es que haya nacido así ese sentido de dominio sobre la mujer de protección a ella y a la prole ante las invasiones de los enemigos y las calamidades naturales. Es posible eso, según cuentan los antropólogos, cuestión que yo comparto, como que también fueron las mujeres las que descubrieron los secretos de los períodos de reproducción de la naturaleza e inventaros la agriculturas tirando semillas al suelo y esperando los resultados, mientras los hombres iban detrás de mamut o búfalos, lejos, muy lejos y cuando lograban cazar algo, se iban comiendo la carne para llegar al pueblo con los puros huesos y las pieles al pueblo. Entonces las mujeres trituraban los huesos para comerse la sustancia o médula de esos huesos y utilizar las pieles. Bueno, eso es lo que he leído en mis libros especializados y en lo que creo además.

La organización de la familia nació de a poco para saber el origen de los niños que en principio eran de todos y no se sabía quien era el padre pero sí la madre, y entre más evolucionaban en el curso de los milenios se creó la pareja para hacer responsable la paternidad, con la salvedad del que tenía más bienes podía mantener más mujeres. En fin, no quiero apartarme del tema, lo que me preocupa a mí es cómo puede haberse institucionalizado que los hombres pueden agredir a las mujeres, bajo qué estigmas, bajó qué leyes u ordenanzas naturales o divinas. No puede haber más razón que por el simple expediente de la fuerza y del garrote. Siempre fue mal visto que mientras los hombres mayores arriesgaban sus vidas en las temporadas de caza encontraran a sus mujeres viviendo con hombres más jóvenes adolescentes que no iban con ellos.

Los castigos que daban a los seguramente inocentes jóvenes era simplemente la muerte, ya que por su rigor ese hecho de un "reemplazo" generacional mientras ellos cazaban o guerreaban se volvió un hecho despreciable que hasta el día de hoy se ve inaceptable moralmente. De ahí podemos entender el "derecho" de pertenencia de la mujer al hombre. Todo tiene su respuesta racional y origen. Es la única manera de entender el nacimiento de las leyes y las normas que luego se sacralizan, se vuelven mores, leyes y se les otorga un origen de acuerdo a las creencias y religiosidad de los pueblos y aparecen los primeros escritos que marcan los deberes de cada sexo en sus sociedades, y por lo ya escrito nacen los celos y la desconfianza de los hombres hacia sus mujeres cuando salían a la caza o a la guerra, vieja historia que ya conocemos.

Todo eso ha quedado grabado en el cerebro humano y sin que se enseñe renace dependiendo cada cual y sus circunstancias. Es decir tendríamos una parte de nuestro cerebro información que se transmite genética y neuronalmente. No hay otra explicación porque en las escuelas actuales en los países civilizados no se enseña que hay que maltratar a las mujeres ni que éstas maltraten a sus parejas tampoco, aunque esto puede ser una variante del tema. Volviendo sobre lo mismo, recuerdo en mi juventud haber oído quizás con cierta asiduidad que la ley castigaba duramente a una mujer infiel, y que si el marido la mataba tenía un atenuante a su favor. Por fortuna eso hoy es una aberración sólo pensarlo y que yo aquí lo recuerde al escribir. Por fortuna y cambios sociales, con leyes bien claras sobre los derechos de la mujer y la igualdad, precisamente en derechos ante los hombres, gracias a una lucha sostenida en el tiempo especialmente por las mujeres y hombres progresistas, hoy solamente un enajenado puede permitirse asesinar a su pareja especialmente por celos y lo que sea. Hay que seguir luchando para desterrar este tipo de criminalidad que produce pena, frustración a la sociedad, especialmente a los hombres de bien que queremos a nuestras mujeres.

Pero vuelvo a las líneas iniciales de esta columna al pensar lo que pasará por la cabeza de un hombre que de pronto siente tantos celos que le llevan a cometer una atrocidad con su mujer, novia o polola. Lo primero que se me ocurre que la persona dispuesta a cometer un crimen pasional es alguien con algún tipo de patología cerebral o una psicopatología que le hace perder el juicio. En el caso de que no esté loco es porque tiene una celopatía incontrolable, nacida de su propia desconfianza y de una autoestima baja y débil, que le hace ver hombres más importantes y apuestos que él, más jóvenes y con más recursos como enemigos por todas partes, si agregamos que su esposa es atractiva y él es mayor, es cosa de tiempo que pueda aparecer la bestia criminal, pero esto no está comprobado estadística mente que pueda ser así, como tendencia, sino sólo excepciones.

Pero como digo, esa mala información que da el cerebro o la mente humana se encuentra como un recuerdo instintivo ancestral que aparece ante situaciones de peligros, de amenaza o miedo en ciertos hombres que ven con temor ser engañados o abandonados. Diríamos que es normal sentir así pero de ahí comenzar a rumiar un "castigo ejemplar" aunque a él le cueste la vida depende de la capacidad que tenga frente a la frustración y de su conformación genética y cromosomática proclive a la violencia. O de una psicopatología encubierta como hombre normal que se desata por su propia pasión, su amor propio herido, por el auto concepto que cree que los demás tienen de él (el que dirán) y su auto estima muy baja y herida. Ese "castigo ejemplar" lo planificará al detalle durante el tiempo que sea necesario para llevarlo a efecto cuando crea que ha llegado el momento.

El criminal que ha ido quemando etapas antes de cometer su fechoría va dando pautas que tendrían que alertar a las víctimas: malos tratos verbales, agresividad en aumento, amenazas de muerte, y maltrato psicológico, que son las señales a tomar en cuenta para denunciar y liberarse de un peligro para su integridad y mejorar su calidad de vida.

Hoy hay muchos conocimientos para detectar una posible conducta violenta en las personas, con énfasis en los varones, pero deben tratarse cuando se vean signos que puedan prevalecer y manifestarse en el futuro y una herramienta, la más eficaz será siempre la educación, y las estrategias tienen que diseñarlas los expertos o profesionales de la conducta.

En relación a la conducta debemos distinguir cual es la aprendida y cual es la natural instintiva que es la que actúa automáticamente frente el temor, el peligro o la amenaza. Y adiestrar el instinto de conservación es tal como se hace en los países de alto riesgo de peligros naturales, para que impere la razón y no el caos.

Llevado esto al plano unidimensional las personas sin excepción han de ser educadas y entrenadas para saber resolver las situaciones delicadas cuando se presenten y a volverlas tolerantes a la frustración, que es la sensación psicológica más presente en toda nuestra existencia. Sí, tolerancia a la frustración, educando para salir de esas etapas como se sale de resfriados o de la influenza, sin pánico, con la temperatura controlada. Cuando un ente familiar, sea quien sea, cae enfermo de gripe, su entorno se moviliza para ayudarle en la emergencia y luego le remiten al médico, a la clínica o al hospital.

Si un hombre comienza a sentir miedo de perder a su mujer, o le invaden los celos y se da cuenta que está dañando a quien ama, y la quiere retener a su lado a cualquier precio debe pedir ayuda, y si la pide la hallará, porque está sufriendo un trastorno en su conducta y personalidad y no quiere caer en una situación de pánico y caos haciendo daño a quien dice amar, a él mismo, a la familia y todo el entorno.

Y si hay razones superiores de que su pareja no desea volver, o porque ha dejado de quererle, esta persona, con ayuda profesional, tendría que aceptar la situación, salir de ella en condiciones capaces de ayudarle a aceptar los hechos y a buscar él nuevas posibilidades; que siempre las habrá.

Pero así como uno sabe cuando está a punto de resfriarse, de descubrir los síntomas, o de otra dolencia común, así debiéramos también conocer cuando podemos estar afirmándonos psicológicamente o perdiendo el control de nuestros sentimientos o actos. Me temo que no es así, que habría que comenzar a formar profesores en esas áreas para educar, enseñar a reconocer los síntomas que pueden acabar en tragedia. Esto no hace distinción de clase social ni estatus, puede aparecer en cualquier situación donde comience a fallar la confianza, la autoestima y el autocontrol.

El test o los test que se creen para orientar a los pedagogos o profesores que versen sobre las relaciones humanas, de familia, sociales, dependiendo de las costumbres de cada sociedad se han de estudiar, contrastar antes de poner a disposición de la educación, siempre respetando el derecho a la libertad del ser humano, pero como lo he dicho otras veces, debemos saber entender el precioso valor de la libertad. No obstante, hay situaciones en la vida que tenemos que adecuarnos rigurosamente a las leyes del tránsito, que hay carreteras para coches de alta velocidad, transporte pesado y de locomoción colectiva, y ahí nuestra libertad personal se restringe para cumplir las normas que eviten los accidentes mortales.

La libertad nos servirá mucho mejor en pistas para bicicletas, en calzadas para peatones y caminos y senderos deportivos.

La vida de a dos es complicada, más todavía de a tres, de a cuatro, en grupo, en tribu, o grandes colectivos, cada una tiene sus normas para hacer la coexistencia posible, agradable y feliz. Y todos tenemos que dar de nosotros lo mismo que pedimos a los demás. Debemos aceptar que no somos dueños de nadie, además tenemos responsabilidad con nosotros mismos para hacernos valer y valorar a los demás.

Para finalizar el tema con que inicié esta columna sobre el machismo, o la violencia machista o de género es motivo para un debate que dejaremos para más adelante, porque para tener una conducta violenta no se necesita encajar en la categoría de macho o de hombre violento, porque nos llevaríamos muchas sorpresas al estudiar el comportamiento personal de algunos criminales de mujeres que no despertaban sospechas en sus sociedades, y encontraremos sorpresas además: que las mujeres también torturan psicológica y físicamente a sus parejas y las asesinan. El nivel es inferior al de los hombres pero se va incrementando, porque los hombres no denuncian malos tratos precisamente por ser hombres, por ser machos, o machistas.

Seguimos en otra oportunidad.

 

 

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