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Monumento a la no-violencia en el centro de Estocolmo. Foto: Marisol Aliaga
 

02 de agosto de 2012 | COLUMNA |

¿Crímenes sin castigo?

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

Marisol, la directora de Magazín Latino me ha pedido un artículo sobre Utøya, en el triste y abominable aniversario de la masacre perpetrada por un fanático psicópata, embebido de consignas que le llevaron a ejecutar un plan elaborado inteligentemente pero de maldad, como todos los crímenes alevosos. Podría comenzar haciendo un resumen de los acontecimientos, pero eso ya está hecho periodísticamente desde el primer momento, al igual que lo que ha sido el proceso legal que ha debido enfrentar el terrorista noruego ante una justicia que primero tiene que dirimir su estado de salud mental, para impugnarle como loco o criminal.

Mientras encuentran la figura legal de su actuación, la categoría, habrá que seguir esperando. Es que abruma a estas alturas de la sociedad, de la sociedad democrática occidental, tratar de comprender sucesos tan desgraciados, sin tener una respuesta adecuada que satisfaga a la opinión social nacional de Noruega y al mundo. Aplicar la ley es lo más difícil porque nunca se hará justicia realmente, una justicia que responda a la injusticia, siempre será menor de lo que todos quisieran, en este caso, una pena ejemplar que castigue al autor del delito con su ejecución, si es que eso sirviera para algo, lo que es improbable porque aumentaría el número de víctimas, porque el transgresor es un enfermo, un demente que debió haber sido tratado una vez detectada su enfermedad, pero la locura, la tendencia a ella, la predisposición a la locura no se nota hasta que se manifiesta en todo su horror, cuando no son simples trastornos de la personalidad o estados depresivos.

El psicópata es frío, lo sabemos y eso desde la neurociencia ya está archisabido, y por el estudio de los cromosomas es posible a la ciencia tener un mapa genético sobre las tendencias de las personas con un cromosoma X de más que le podría llevar a convertirse en una bomba de tiempo. Sin embargo, tener un mapa genético de nuestros cromosomas que advierta del futuro peligro de que nos convirtamos en criminales es como tener un mapa perfecto de una ciudad que desconocemos y a la que queremos conocer, pero las posibilidades de ir a esa ciudad depende de muchas cosas más que un mapa y un medio para viajar, y la más poderosa de las cosas es la voluntad.

Quiero decir que no basta el mapa, ni el vehículo, ni nada, sólo la voluntad de ir a esa ciudad o a otra. A través de la genética los médicos pueden interrumpir una cadena de enfermedades familiares incurables, y esto ya es posible hoy en día, pero ¿y la locura?...es muy difícil para un experto diagnosticar cuando y en qué momento una persona aparentemente normal puede actuar en contra de su propia especie al detectarse una predisposición genética al crimen masivo. Hasta el momento es muy improbable que, existiendo una predisposición genética a la violencia pueda un profesional con precisión diagnosticar la fecha en que podrá el potencial enfermo actuar y asesinar. Para ello tienen que darse como en todo proceso los "ambientes" propicios como en todo orden de cosas, si no hay ambiente, agua de lluvia o riego, no hay siembra ni cosecha en ningún sitio, lo mismo sucede en las sociedades humanas, ha de haber un ambiente adecuado para que las personas se desarrollen, crezcan, se reproduzcan, maduren y mueran. Y en el caso que la mente humana está ligada intrínsecamente al cuerpo y éste a su medio social al que pertenece, su ambiente será la cultura a la que se somete, pues bien, la cultura le alimentará, como la tierra, el agua y el sol a las plantas.

Pero ¿hay elementos culturales capaces de alimentar mentes psicopáticas? Sí, hay muchos, especialmente las apologías de índole dogmáticas, religiosas, políticas, raciales, sexuales, etc. Y estamos llenos de influencias a las que recurrimos todos para justificar nuestras actitudes en el curso de nuestras existencias cuando necesitamos apoyarnos en un mor aceptado socialmente. Todos tenemos diversas opiniones sobre nuestra cultura, dependiendo el tópico sea racial, político, religioso, sexual o de lo que sea, pero con la salvedad que sabemos parar, detener la lengua y controlarnos ante situaciones de punta, reconocemos los límites y los respetamos. Sabemos que hay delitos que desagradan profundamente al cuerpo social: robar, matar, son los más graves, y luego vienen los delitos de tipo moral: mentir, engañar etc. Todo lo que perturbe la relación de la sociedad organizada es rechazada tanto en las grandes civilizaciones como en las tribales, en todas estas organizaciones hay un código ético que se aplica para permitir la convivencia entre los asociados. Sabemos que en su tiempo en viejas culturas se aplicaba el "ojo por ojo" que con el tiempo quedó inaplicable porque no genera justicia sino más víctimas, la del imputado al ser castigado con la pena de muerte ¿entonces qué hacer con un psicópata en serie como el de Utøya? Si es un demente, poco, retenerlo de por vida y estudiarlo clínica neuropsíquicamente y sociológicamente para obtener información de las disfunciones de su mente que nos conduzcan a las causas que motivaron sus reacciones, para así ampliar esos estudios y sacar enseñanzas que ayuden a la sociedad a prevenir otros hechos como fue el crimen de Breivik que asesinó a sangre fría en Noruega a 77 personas hace un año en Utøya.

Por el paralelismo que encuentro con el sanguinario hecho de Utøya, antes de cerrar este artículo me quiero referir a otro caso ocurrido a pocas días de este domingo 22 de julio del 2012 (jueves 19) en Denver Estados Unidos, un hombre joven de 24 años disparó en un teatro o cine que estaba a punto de dar por iniciada la esperada película El Caballero oscuro: La leyenda renace sobre el legendario personaje de ficción Batman, guardián voluntario de Ciudad Gótica. Este hombre joven entró al cine Century XVI de Aurora, en Colorado, cuando se comenzaba a proyectar la película que comienza con una balacera que los parlantes estratégicamente instalados proyectan como reales, al tiempo que un hombre de verdad disfrazado como un personaje de la película aparece por una puerta del corredor haciendo una triunfal entrada que la gente creyó parte del espectáculo. Este hombre armado con un fusil, con una máscara anti gas, con pistolas y granadas lacrimógenas, y sus propias razones y locura dispara ráfagas sobre los espectadores matando a 12 personas y dejando heridas casi a un centenar, en 15 largos minutos. El hombre fue apresado por la policía al cabo de algunas horas y confesó que su casa estaba llena de explosivos con trampas cazabobos.

Según fue trascendiendo la información dada por la policía, James Holmes, un brillante muchacho estudiante en neurociencia sufrió un ataque de locura, un trastorno de la personalidad que le llevó a creerse un personaje malvado de Ciudad Gótica, lugar defendido por otro esquizofrénico pero de mentira y bueno que asume la personalidad del hombre murciélago o Batman. Las víctimas desgraciadamente como ya es normal, eran inocentes de la trama cerebral desquiciada de una mente enferma. El victimario o loco asesino de 24 años había dejado inconcluso su doctorado en neurociencia, lo que significa que era una mente superdotada, curiosamente con una cara que jamás despertaría sospechas de lo que su enajenada mente podría realizar en algún momento. Posiblemente a nivel superior en la neurociencia de la conducta se puede obtener una respuesta de qué y cómo los circuitos cerebrales, las sinapsis neuronales se perturbaron de tal manera que hicieron perder el "freno" natural a ideas desquiciadas como son las de asesinar a congéneres elegidos a voluntad, donde hay grandes congregaciones de personas. La perturbación, las razones de los enfermos por las que cometieron sus horrorosos atentados en el caso de Utøya en Noruega y Denver son secundarias, porque son enfermos, uno por creer en una ideología aceptada por algunos como una vía de exterminio de "enemigos" políticos, una lacra social corrupta, una raza inferior, una religión adversa a la propia que hay que exterminar le encarga comenzar el trabajo. El otro, creyéndose parte de una leyenda, de una ficción pura, entra en la locura del absurdo con letales armas acabando con la vida de gente tranquila e inocente. Difícil panorama para la ley, para los legisladores que hacen las leyes y para los estudiosos de la conducta humana que cada vez exige más conocimientos actualizados para entender estos hechos que de buenas a primera deja al mundo estupefacto porque no hay explicaciones suficientes ni adecuadas para la sociedad que contempla resignada como se dan de cuando en cuando estas atrocidades.

Lo primero que debe hacer la ciencia es llegar a conocer qué pasa en la mente de estas personas, cómo se va dando el proceso hasta desencadenarse para intentar prevenir en las personas señaladas o tratadas como posibles depredadores con ideas asesinas que no lleguen jamás a cometer sus crímenes.

Pero tenemos elementos desquiciantes culturalmente que pueden influir en las mentes de las personas, también hoy con tanta información como jamás hemos tenido, el exceso de ella sin una dirección puede ayudar a confundir a ciertas personas que mezclan la realidad con la ficción como el criminal de Noruega o Denver. El primero se siente representante de un movimiento ideológico esotérico, ario, en defensa del hombre superior nórdico-germánico, cristiano, defensor de Europa y representante de la Cruzadas Católicas del medioevo, con caballeros de la mesa redonda, masones, etc. Holmes por su parte, se vincula a un mundo onírico de tinieblas y se siente llamado a cometer un crimen colectivo para enfrentar la ira de Batman. Los dos personajes son histriónicos de naturaleza, mitómanos y fanáticos, psicópatas y muy inteligentes. Estos datos son pura sociología, pero hay otros datos a rescatar que son fáciles de entender por todos. La estratificación de estos enfermos mentales es de clase alta, lo que les permite comprar armas como si fueran juguetes, y como si fuera harina para hacer pan. Compran explosivos, granadas, bombas lacrimógenas, municiones de guerra, pistolas, etc. A estos dos criminales no les costó ningún esfuerzo, hacerse de un arsenal que una persona de clase media o baja nunca va a poder tener. He ahí una de las razones a tratar: la venta y control de armas es el quid más importante, porque un tipo loco que ataque una turba con un cuchillo o un sable puede hacer daño pero puede ser reducido, sin embargo, con armas de fuego y de guerra no. Antes de que salgan los estudios sobre los graves desajustes de la conducta criminal a nivel cerebral, debe aplicarse en los países proclives a la venta de armas a civiles, un control sobre las ventas de armas letales. Mientras no se legisle sobre eso y se apliquen a conciencia los controles por tenencia de armas cuando no se justifique tenerlas, estaremos expuestos a que vuelvan a suceder estos trágicos hechos. Esto es lo primero y lo más difícil. Lo otro conocer más el cerebro de los hombres, puede tomar todavía un tiempo más, pero cada vez se conoce más la conducta humana.


Terminaré este artículo con una frase propia de la sociología que encierra toda una verdad filosófica y científica: "Ambientes iguales generan ambientes iguales", lo que quiere decir que muchas de nuestras actuaciones son aprendidas del ambiente en que vivimos, y que repetimos o imitamos lo que vemos, pero como somos sanos mentalmente la mayoría algo nos impide ser violentos y criminales como aquellos que no tienen control sobre sus actos. Breivik, no halló ese ambiente en su país, pero encontró su ambiente en su mente violenta, lo mismo que James Holmes. Ambos están vivos y enfrentarán por mucho tiempo un jurado, hasta que éste tenga las herramientas, la claridad suficiente, la definición correcta de qué es lo que se somete a la ley.

 

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