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Obsolencia
 
 

06 de junio 2014 | COLUMNA |

La obsolescencia programada

 

Por: Víctor Aquiles Jiménez H.

 

Puedo apostar que este título no le dice nada a usted que me lee, claro, porque es el nombre sociológico con que se denomina la técnica encargada de hacer que todos los aparatos que se fabrican tengan un determinado tiempo de vida, lo más corto posible para que se vuelvan inservibles y se desechen y se cambien por unos nuevos. Así como lo digo hasta suena lógico, porque en la telefonía móvil, no alcanzamos a aprender a utilizar bien un aparato cuando ya ha salido uno superior, con más "prestaciones", es decir nuevos agregados que nos hacen sentirnos anticuados con un producto recién adquirido. Pero esto no es nada, todo los que nos rodea para hacernos la vida más fácil y sencilla tiene los días contados ¿para qué?, para que vivamos comprando de manera compulsiva sin freno. ¿Vivimos en una época de fraude permanente? Sí, en el sentido más estricto de la palabra. El actual sistema de mercado, la sociedad de consumo, que nos parece una frase eufemista de tanto oírla es en realidad una rotunda verdad. Vivimos manteniendo un sistema que descansa en la producción de chatarra, vale reiterar, una sociedad que nos vende productos de corta vida, independiente a la marca, que antes era garantía de calidad y de seguridad. Hoy no, todos los productos que compramos, sean electrodomésticos, vehículos, de comunicaciones, etc., etc., vienen de fábrica con la "muerte programada", por muchos papeles de garantía y de seguro que paguemos igual morirán antes que nosotros, esa es la idea, de que cada persona, compre en vida muchos aparatos.

Recuerdo cómo me impresionaba en mi juventud leyendo revistas norteamericanas en español como Selecciones del Reader Digest y Mecánica Popular, que un tío mío compraba de forma sagrada y que luego me las daba a mí. Ahí me enteraba que en esos años se fabricaban artefactos electrodomésticos, vehículos, radios, ampolletas o bombillas como le llaman también, etc., para que duraran muchos años. Ahí me enteré que Henry Ford al fabricar su famoso automóvil modelo T estaba hecho para durar 100 años, y, por supuesto, los hay todavía en funcionamiento, para el cine, museo y exposiciones. Hoy las mejores marcas de automóviles a nivel mundial, no ofrecen en sus promociones que sus vehículos durarán 100 años o más..., no, porque eso hoy en día sería un contrasentido un disparate en la sociedad de consumo. Nos parece lógico que sea así ¿cierto?, pero por lógico que nos parezca nos estamos engañando a nosotros mismos, porque cuando compramos algo con el dinero que nos cuesta ganar, queremos hacer una buena inversión con una compra que de fábrica viene programada para durar poco, compramos sin saber que somos estafados.

La historia está llena de aparatos, de ampolletas por ejemplo que podrían durar más de 100 años, y hay algunas que veneran en los países donde se encuentran, les hacen fiestas y son el símbolo del pueblo y el país donde se hallan. Hoy en día, las mejores ampolletas tienen por obligación una vida máxima de 1000 horas a 1500. Y es un convenio entre todas las empresas fabricantes de ampolletas este tiempo fijado de vida de estos aparatitos tan necesarios, de los que vivimos comprando y cambiando a menudo. Son baratos, pero al venderse por cientos de millones el negocio es sorprendente. Y todo lo demás es lo mismo.

Pero ¿cómo nace esta idea empresarial, este sistema de hacer máquinas falladas, a quien favorece y cuando pudo haberse iniciado? Pues bien, sintetizaré lo que se conoce hoy dentro de la sociología como Obsolescencia Programada. Vamos a la historia: Cuando comienza en los países industrializados la producción en masa entre los años 1920 y 1930, nace el modelo de mercado para vender de manera sostenida y rápida la avalancha incontenible de productos. Esto lleva a las empresas a elegir entre alargar la vida de sus productos o hacerlos menos costosos pero de corta duración, lo que producirá más demanda y ganancias.

La palabra obsolescencia, vendría del adjetivo obsoleto proveniente del latín obsolescens que significa que algo se vuelve viejo, arcaico, pasado de moda, quedando en desuso, lo que indicaría que hay que tirar. Bernard London en la gran depresión propuso el término de Obsolescencia Programada el año 1932, pero se comienza a emplear como un término técnico en 1954 por Stevens Brooks, diseñador industrial norteamericano, cuando daba una charla en Minneapolis, desde donde se popularizó.

Obsolescencia Programada, bien podría llamarse, Autodestrucción Programada.

La idea era simple: Fabricar productos que se vuelvan obsoletos de manera programada para que la gente comprara más atraídos por la curiosidad de lo nuevo y con nuevas actualizaciones.
Hoy estamos acostumbrados a lo que llamamos productos desechables, es parte de la propuesta que la industrialización no ha dejado. Si algo se nos echa a perder y tratamos de repararlo, lo que realmente conseguiremos es perder el tiempo y si encontramos un sitio donde puedan reparar dicho artefacto nos recomendarán que compremos uno nuevo porque saldrá más barato que su arreglo, y así tiramos a los contenedores nuestras máquinas de escribir, computadoras, impresoras, cámaras fotográficas, aparatos electrodomésticos, relojes, automóviles, etc. etc.

Y este modelo de producción imparable que nos convierte en compradores compulsivos nos lleva a adquirir cosas innecesarias también a través de un proceso de marketing refinado que se nos mete en el subconsciente diciendo: "Compra, compra, compra".

Antes existían en todos los barrios del mundo personas capaces de reparar cualquier aparato, y hasta podían ponerles piezas de otros artefactos o inventar algo que volviera a hacerlos funcionar, hoy eso es imposible, porque tanto los electrodomésticos, como los aparatos digitales -sus partes programadas para fallar- vienen selladas, con advertencia del peligro que conllevan si son manipuladas, lo que hace imposible la reparación, con el consabido desprendimiento del aparato a la basura que hacemos aunque se vea en buen estado. Los fabricantes lo han pensado todo, pero aparte del negocio mismo no han pensado que los trastos viejos, forman montañas de desechos, que van a parar a países del llamado tercer mundo, en especial África, a ocupar el sitio de las aguas de los lagos, de los ríos, contaminando con metaloides como el plomo de las baterías, y materiales de plásticos y otros elementos venenosos, aparte de la miseria que se ve de cementerios de cientos de toneladas, miles de toneladas que de seguir produciéndose el hombre podrá formar un continente nuevo de puros desechos. Las baterías con elementos químicos y radiactivo son de difícil degradación, lo que quiero decir es que vuelvan inofensivos a su estado natural como elementos inactivos. El plástico necesita más de 1000 años para degradarse y cualquier material radiactivo millones de años, dependiendo de su cantidad y composición.

Esta industrialización y moderna producción en serie de todo, necesita subsistir y para ello, requiere clientes, compradores que no tengan tiempo de pensar, sino en los productos del mercado que aparecen por oleadas, por modas, por la manía de comprar, por la enfermedad de adquirir lo último, cosas que no se necesitan pero que están ahí, de manera muy atractivas y sugerentes. Esto lleva a comprar artefactos que vienen programados para una determinada vida útil y luego ya son desechos en el largo proceso de producción y venta para llegar a los consumidores. En esto descansa el modelo actual en todo el mundo.

Nada escapa, todo tiene fecha de caducidad, los remedios, los productos alimenticios en general, los objetos domésticos caseros, la telefonía digital, los aparatos electrónicos, etc. Y esto es producto de la famosa obsolescencia programada, dirigida, pactada por las grandes empresas y monopolios de los países industrializados.

Recuerdo que en mi infancia como niño jugando en mi casa, solía encontrar pan duro, verdoso a veces, hasta roído por ratones, lo raspaba con un cuchillo y lo probaba, duro y crujiente le daba un sabor que terminaba por gustarme. Nunca me pasó nada. Hoy, en un país desarrollado como Suecia, en cuanto me fijo en la fecha de una bolsa de pan que haya caducado un día antes, lo dejo, no me lo como, porque acabo convencido que es peligroso comer un pan añejo pasado en un día. ¿Cómo he aprendido eso? ¿Cómo la propaganda ha calado en mí sin que me dé cuenta de ello? Pero es así.

En mis tiempos juveniles los bue jeans duraban, eran como carpas, y estaban en principio hechos con telas de carpas para los mineros en California. Hoy los de marcas se rompen solos, pese al precio, justamente entre las piernas con sendos orificios, ¿para qué van a servir con tanta ventilación? Vienen programados así, claro. Y hay mucho más que puedo recordar en cuanto a productos y su duración antigua.

Por eso, ni soñar con que nuevos investigadores, inventores propongan productos duraderos y baratos, porque no prosperarán, eso ya lo sabemos todos. Es el sistema que tenemos que ha partido de una filosofía nefasta que es la de convertirnos en compradores de productos chatarra, que nos obligan con planes y créditos a adquirir lo que se pone de actualidad y de moda. Lo indignante es que cuando compramos a créditos y terminamos de pagar el producto adquirido ya no lo tenemos con nosotros, y aprovechamos el seguro de un año que nos dan, previo pago, en caso de falla después no se hacen cargo de otra falla, llevándonos a sacar otro aparato nuevo y así hasta el día del Juicio Final.

Mientras mandamos a la basura esos aparatos inútiles con poco tiempo, llenamos contenedores que irán a parar a países pobres, a sus playas y campos para que ellos traten de sacar, arriesgando su salud, todo aquello que pueda reciclarse y venderse a precio de huevo.

La actual tecnología puede producir artefactos de larga duración, maquinarias como las que mandan al espacio o en viajes largos a rondar otros planetas. Máquinas que se reparan a sí mismas, inteligentes capaces de obtener energía del sol. Ahí sí que la obsolescencia ha sido dejada de lado para dar importancia perennidescencia (acabo de inventar ese palabra, de perenne, duradero).

Conclusiones, aquí en la tierra todos los productos manufacturados han de tener corta vida, pero allá arriba, lo ideal sería que todos los productos fueran eternos, para los grandes viajes espaciales.

Sabemos ya que el impacto ecológico, el calentamiento de la Tierra, las emisiones de CO2 dióxido de carbono son a consecuencia de la industrialización de las grandes potencias y todo pasa porque las multinacionales y los gobierno se comprometan a bajar esas emisiones, cosa en la que se encuentran ahora en un plan de emergencia reducir, tal vez todavía estemos a tiempo. Habrá que rediseñar la manera de que los industriales sigan lucrando sin convertir el mundo en chatarra, una chatarra ardiente como nunca antes habíamos conocido en el curso de la evolución de la humanidad.

¿Afecta esto a la cultura en sí misma? ¿Podemos tener ya, como copia de la obsolescencia programada una cultura con fecha de vencimiento? Pareciera que sí, porque vemos que todo lo pasado, películas, música, arte, pintura, fuera mucho mejor que lo que tenemos hoy en día, con honrosa excepciones por supuesto. Entonces es posible que tengamos de verdad una cultura obsolescente también, que lo que nos presenta como valores, pilares de la sociedad, mañana no tendrán valor y estarán caducos. ¿Puede ser esto posible? Sin duda alguna sí. Es cosa que nos fijemos y comparemos si algo de lo que hoy tenemos como un valor social, lo siga siendo mañana.
La familia también pareciera ser un concepto del pasado, tal como la conocíamos, queramos o no, la familia desde el punto de vista esencial para la multiplicación de la especie, para su cuidado y desarrollo ya no es para siempre, sino que también tiene fecha de caducidad, y eso puede ser a causa de una evolución espontánea del ser humano o consecuencia de la imitación de la era de la obsolescencia programada.

Esto es trabajo para la sociología, para los sociólogos.

Me pregunto si la creación artística, tanto musical, literaria, etc. este sufriendo de obsolescencia programada. ¿Puede que la industria editorial promueva autores y libros de corta duración, sin preocuparse de la transcendencia que las obras puedan tener en el tiempo? ¿Habría que ver cual o qué libros de los cientos de miles, millones que se publican en el mundo, son obras de consulta, frescas, siempre novedosas aunque se hayan leído varias veces? No me atrevo a opinar, como parte interesada, pero dejo la interrogante en el aire.

¿Ha llegado la obsolescencia programada a la política, a la religión, al amor, a las guerras, a la producción de armas, a la explotación...etc, etc?

 


 

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