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Unas cincuenta personas viven en este campamento ubicado en las afueras de Estocolmo. Foto: Marisol Aliaga.
 

23 de febrero de 2014 | COLUMNA |

Las villas miseria de Estocolmo

ESTOCOLMO: Hace poco más de una semana la Ejecutoría Fiscal y la policía desalojaron a unas doscientas personas de un campamento ubicado en las afueras de Estocolmo.

Al igual que en otros países europeos, vinieron las grúas y echaron abajo las precarias chozas que constituían el hogar de los desalojados, quienes vivían en las afueras de Högdalen, uno de los barrios periféricos de la capital sueca.

No obstante, al ocurrir esto los habitantes de estas favelas o villas miseria - en su gran mayoría rumanos - ya no estaban allí. Algunos se trasladaron a Flemingsberg, las afueras de la comuna de Huddinge, de la cual las autoridades han declarado que los van a desalojar lo antes posible, y otros aceptaron la oferta de un pasaje de regreso a casa, a Rumania.

 

Por: Marisol Aliaga

 

Todos los hemos visto, las personas que pasan largas horas sentadas en las calles de Estocolmo pidiendo "unas moneditas".

Algunos transeúntes abren sus billeteras y les dan algo. Otros pasan frente a ellos mirando para otro lado. A algunos les causa desasosiego y otros reaccionan airadamente.

Entre quienes reaccionan más violentamente están los representantes del partido racista Demócratas de Suecia. Ellos solo quieren cerrar las fronteras y enviar a todos los extranjeros a sus respectivos países con un pasaje de ida solamente. Sobre todo a los mendigos, de los cuales la gran mayoría proviene de Rumania.

Desde hace un tiempo atrás la situación de los habitantes de las favelas suecas ha sido motivo de debates en las redes sociales y en los medios nacionales. Algunos académicos, políticos y autoridades han declarado que es preciso prohibir la mendicidad. Otros han apuntado a que la Unión Europea debería presionar a Rumania, para que se haga cargo de sus ciudadanos.

Sin embargo nadie propone una solución digna.

Entre tanto, la vida de las personas que viven en las villas miseria sigue como siempre. Viven hacinados en chozas, carromatos o algún viejo coche. Durante el día salen a mendigar, y vuelven por las tardes a su campamento sin electricidad, sin calefacción, sin agua potable. En la más completa miseria.

Soportando el invierno sueco que, a pesar de que este año se ha mostrado más benevolente que de costumbre, se caracteriza, como es típico en estas latitudes, por lo inclemente.

A pesar de ello, los habitantes de los campamentos prefieren estar allí, y no en Rumania. Muchos dicen que mantienen a sus hijos - que dejaron en sus lugares de origen - con lo que logran reunir en Suecia. Es por eso que aprecian todas las coronas que puedan reunir.

Algunos han llegado acá engañados por gente sin escrúpulos, quienes les han prometido alojamiento y puestos de trabajo. Al llegar a Suecia no han visto ni lo uno ni lo otro, y no se han podido regresar a casa.

 

En las redes sociales se difunden rumores de que son víctimas de ligas criminales, que los hacen mendigar y les quitan todo el dinero que consiguen. Que por eso no hay que darles dinero.

Otros sostienen que son gente floja que no quiere trabajar. Que al darles dinero se les hace más daño.

Ninguna de las dos teorías se ha podido comprobar.

Y por mientras, las personas que viven en las villas miseria de Estocolmo continúan viviendo a la intemperie, arreglándoselas como pueden y sin siquiera enterarse de lo que se dice de ellos.

Porque a las conferencias que tratan el tema de la situación de los inmigrantes europeos no se les invita, a pesar de que ellos son los protagonistas principales.

Y, hasta el momento, no se ve ninguna solución al problema.

 

 

 


 
 
 
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