ESTAMBUL: Disfrutar varios días y formar parte de la vida cotidiana de mi familia, en Estambul, me ha permitido ver más de cerca y a la vez, participar del movimiento de una de las ciudades más grandes de Europa, con muchísima gente, construcciones enormes, tráfico a toda hora y en éste momento, jardines decorados con toda clase de flores en donde se destacan bellos tulipanes con sus espléndidos colores a lo largo de la autopista, cerezos floridos, un clima suave, sin frío y sin calor, entre la montaña y la orilla de los dos mares de aguas azules y limpias.
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Por: Mary Almgren
En los puentes de la ciudad se puede observar, aficionados, de ambos sexos, con su anzuelo bien lanzado, esperando dar con un buen bocadito de jurel (istavrit) o bonito (palamut), pescados muy apetecibles en la cocina turca.
En el paseo al Gran Bazar, se puede uno sentar en las mesitas de los barcos-restaurantes, para saborear pescado del Mar de Mármara, muy caro, o de las aguas de Noruega, un poco más económico.
En ese disfrute del Estambul de hoy, no pasa desapercibida la gran cantidad de rasgos y tradiciones culturales en la arquitectura, en la decoración del hogar, en el diseño, en el arte y hasta en la cocina hogareña, adoptadas de los pueblos que durante seis siglos (1300-1923) fueron conquistando. Esto permite apreciar diferentes estilos, pero que tienen en común ciertas normas de armonía, elegancia y equilibrio, creando un nuevo y particular diseño muy turco.
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| Un rincón para tomar el té. Foto: Adriana Guney |
Es muy común descubrir en parques, universidades, casas, villas, en toda construcción, mosaicos que nos transportan a los otomanos. Azulejos decorados con hileras de medallones de loto, o flores de jacinto y pimpollos, líneas curvas y figuras geométricas que adornan y embellecen las entradas de los edificios, de las casas, de los muebles y hasta de las vajillas.
El gran imperio de los sultanes, vale decir, la presencia otomana, dejó una herencia cultural tan fuerte que aún se percibe en todas las producciones de los turcos. En el arte y la decoración, por ejemplo, el poder del imperio y su inmensa riqueza, están presentes.
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| Comedor turco. Foto: Adriana Guney |
Se puede pensar que, gracias a la corte otomana que contrataba a los mejores artistas, denominados La Sociedad de los Dotados, fueron los productores de una inmensa riqueza cultural turca. Este grupo de dotados lo integraba un enorme contenido étnico y gracias a estos grandes artistas, enriquecieron aún más el arte otomano, con la mayor pluralidad de influencias: el arte del antiguo Bizancio se mezcló con el chino tradicional de los mongoles, con los persas, con los griegos, con los romanos, con los del oriente ...para resultar en una mezcla de un arte decorativo delicado pero con mucho contenido.
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| Un detalle de la pintura de Osman Hamdi Bey. Foto: Adriana Guney |
La pasión de los turcos por el ornamento, por embellecer las cosas, es intensa. Utilizan un variadísimo conjunto de adornos para acicalar su casa, su cocina, su sala, sus dormitorios, sus muebles y hasta el más insignificante tapete de una mesa, lleva el sello otomano, dando como resultado una decoración con muchas figuras, flores, panteras, dragones, jarrones, cipreses, granados, tulipanes y jacintos. Los bordados con hilos de oro y engastados de joyas preciosas, coral, lapislázuli, rubíes, madreperla, ágatas, son muy apreciados en la mayoría de los hogares turcos. La imitación de estos materiales, convierte al diseño, un poco más económico, pero sigue siendo de buena calidad y muy bien elaborado.
La influencia italiana y francesa se tradujo en un diseño rococó que aún perdura en la mentalidad turca. Pensar en líneas rectas, sencillas y sin adornos, como un diseño escandinavo, es imposible en la decoración turca.
