09 de julio de 2014 | COLUMNA |

El mundo al revés - Brasil pierde vergonzosamente ante Alemania

Por: René Barraza Pizarro

A unos 5 días del final del mundial de Brasil 2014, existe esa sensación extraña de situaciones o hechos acaecidos que pueden ser claramente asociados a imágenes del realismo mágico: la mordida de Luis Suarez; la reventa de entradas que pertenecen al grupo selecto de la FIFA; la sanción irrisoria de tres partidos de suspensión al jefe de prensa de la selección brasileña por agredir al ariete chileno, Mauricio Pinilla; la fractura lumbar de Neymar.

Tampoco queda fuera de este análisis el juego futbolístico demostrado.

Hoy por hoy, hemos visto un Brasil de juego tosco y duro, que pese a estar en su casa, no ha tenido, como antaño, la magia de la ilusión. Es algo triste, sobre todo conociendo esa bella tierra, la samba por doquier, el colorido y la alegría multirracial de su gente. Podría haber sido éste un verdadero carnaval de belleza futbolística y de alto espectáculo para el mundo, pero la selección y el técnico Scolari hicieron de - esta oportunidad - un desastre. Mientras escribo esta columna, resulta inexplicable como Alemania en los 28 minutos más legendarios de la historia del fútbol, vence bochornosamente por 5 goles a 0, a Brasil.

Nuestra América, tan bien retratada por Gabriel García Márquez: real y mágica, parece nunca desvincular lo cotidiano con lo inesperado y sorprendente. Pero parece que en esta oportunidad los papeles están inversos.

Al igual que una tragedia Homérica, el Minerao de Belo Horizonte, prorrumpe en un atónito llanto seco, en un lamento ahogado de pena y tristeza. La alegría que es característica de un país, es desolación y por otra parte, una Alemania que siempre se ha caracterizado por un juego frío y rígido hoy está haciendo una fiesta, un carnaval con samba y sambódromo o mejor dicho futbódromo frente al pentacampeón.

Fin del primer encuentro por semifinales y Alemania 7 – Brasil 1, con descuento en los 90 minutos, y no se puede hablar de gol de honor, pues fue demasiada la tribulación del vendaval de goles.

Este resultado, aún cuando es doloroso es, sin duda, un encuentro irreal, ficticio e inventado. No se sabe si entramos en la dimensión desconocida o en los confines de la realidad, pues ciertamente no se concibe.

Pero es, también, el corolario de una apuesta, de un técnico que cambió la tradición del “jogo bonito” de un pueblo con historia futbolística, a un equipo burdo y ordinario, que no apostaba nada. Siempre realizó un juego mezquino, que comenzó de menos para terminar en nada, en un desastre.

Irreal o imaginario o es el mundo al revés, Alemania está de carnaval y baila samba y Brasil, desolado, consigue el peor de los resultados en un encuentro que se preveía, o sólo fue el final de un trayecto que traía consigo el designio de una crónica de su muerte anunciada.

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