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Sewell de noche
los débiles rayos del sol poniente iluminan los árboles que se han vestido con ropaje dorado. Foto: lovers-poems.com
 

04 de abril de 2011 | COLUMNA

Cuando la naturaleza se viste de gala
     

Por Lilian Aliaga

Los días se van acortando, la vorágine del verano  otra vez quedó atrás. Los atardeceres más fríos invitan a las tertulias al interior del hogar.

A través de las ventanas los débiles rayos del sol poniente iluminan los árboles que se han vestido con ropaje dorado. - Curioso- reflexionamos, que al finalizar una etapa, y antes de pasar al letargo  del invierno que se aproxima; se vistan  de gala, y brillen con tal intensidad.

Y así; contemplando la belleza otoñal, caemos en la reflexión acerca de nuestras propias vidas, que también están en el otoño, o se acercan a él.

Y es que el proceso de envejecer, es para quienes pasamos hace rato el medio siglo de vida, un tema tan recurrente, como importante.

¿Cuál es nuestro mayor temor, a estas alturas? La respuesta es casi unánime: - la enfermedad con incapacidad -. Para ninguno de los que participamos esta vez en la conversación, la muerte, es motivo de temor, aun cuando más de uno bordea los 80 años de edad. Una ventaja al menos, puesto que todos conocemos personas a las cuales la cercanía del final les aterra. 

Creo que nuestro temor es el mismo que el de toda persona, independiente de la edad que tenga. Sólo los niños, en su maravillosa inconsciencia, están libres de este, aun cuando muchas veces cargan con horribles enfermedades que los hacen aún más dependientes de lo que ya son.

Enfrentados a eso ¿Qué?. Creo que la respuesta está justamente en los niños, ¿qué es lo que nos hace más diferentes a ellos,  en una situación de dependencia?, justamente el hecho de que nosotros somos conscientes de esa posibilidad y de sus implicancias.

Pero esa consciencia es, creo, la que juega a nuestro favor. Lo más importante es ir dándonos cuenta de nuestras limitaciones y asumiéndolas, solamente así podremos hacer más fácil la tarea, tanto para nosotros, como para quienes nos rodean.

Muchas personas suelen ir envejeciendo sintiendo lástima de sí mismos; quejándose día a día, por ver menos, escuchar menos, cansarse más y una larga lista de: ya no puedo, ya no soy capaz y muchos otros NO. La mayoría de ellos, posibles de ser superados o paliados, con ayuda de la tecnología médica o con cambios graduales de nuestro sistema de vida, en cuanto a alimentación, ejercicio físico y mental y lo más importante.... ACTITUD.

Es cierto que la independencia es un tesoro muy preciado para la mayoría de las personas; no sin razón, las madres nos esforzamos por hacer desde muy pequeños, independientes, a nuestros hijos; pero aún enfrentados al hecho extremo de transformarnos en seres dependientes de otros de forma transitoria o permanente, podemos contribuir en algo a que la carga para aquellos que nos asistan sea más liviana o llevadera, si tomamos conciencia de ello; y si nos esforzamos día a día, minuto a minuto por ser positivos. Por aceptar lo que nos toque vivir y cuando digo ACEPTAR quiero hacer la diferencia con resignar, esta última palabra tiene una fuerte carga negativa que denota y genera una gran diferencia de actitud, tanto en nosotros como en el resto. 

Es un hecho que frente a cualquier adversidad, siempre surge un rayo de luz que puede entrar, cuando abrimos las ventanas y dejamos fluir las cosas.

Está solamente en nosotros ir cumpliendo el ciclo de la vida con alegría o con frustración, llegar a ser, como dice el título de un muy buen libro:  VIEJOS DE HIEL o  VIEJOS DE MIEL.

Son el ceño fruncido, la acritud, la crítica negativa, el creer saberlo todo, el vivir en el pasado y opinar desde el pasado, los motivos que muchas veces levantan una barrera entre las generaciones y dificultan la convivencia y la armonía en el entorno.  

Así pues, invito a quienes se aproximan o enfrentan al otoño de sus vidas  ¡A vestir el dorado ropaje de gala!, y a iluminar nuestro entorno con la alegría de muchas tareas cumplidas y la serenidad que nos dan los años, frente a las que día a día nos fijamos.

Siempre habrá alguien dispuesto a ayudarnos si nos aproximamos con una sonrisa, regalemos tantas de ellas como los árboles regalan, en esta época, sus hojas al viento...  

 

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