15 de mayo de 2013 | COLUMNA |
La tragedia de Antuco
Por: Lilian Aliaga
Este 17 de mayo se cumple un nuevo aniversario de uno de los sucesos más dramáticos ocurrido a soldados chilenos en tiempos de paz. Ocho años han transcurrido desde el fatídico 17 de mayo del año 2005, en que jóvenes soldados, en su mayoría pertenecientes a humildes familias de sectores rurales de la VIII región, al sur de Chile, fueran obligados a efectuar una caminata que los conduciría a la muerte por congelamiento.
Cumpliendo su Servicio Militar Obligatorio en el Regimiento Reforzado N° 17 "Los Ángeles" del Ejército de Chile, ubicado en la ciudad de Los Ángeles, tres compañías partieron ese día a realizar ejercicios considerados como de rutina en el marco de su instrucción, en la zona cordillerana de Antuco, desprovistos de una vestimenta adecuada para enfrentar temperaturas de hasta - 35 °C y en condiciones de viento, lluvia y nieve.
Siendo ésta su primera marcha de instrucción, es incomprensible para cualquiera, que se les ordenase caminar 25 km. a 1.500 metros de altura sobre el nivel del mar, entre el volcán Antuco y la Laguna La Laja, en la VIII región del Bío Bío y cargando además un peso de 35 kg. sobre sus hombros.
Los responsables de haber dado una orden tan falta de siquiera un mínimo de criterio y sentido común: el Mayor de Ejército Patricio Cereceda y el Comandante Luis Pineda, pasarían a la historia, para muchos, como símbolo del desprecio y la arrogancia del que algunos oficiales del ejército hacen gala en su trato hacia las clases inferiores, sin importar el daño moral y físico que les puedan ocasionar. Para ser justos, hay que decir, sin embargo, que algunos de los testimonios dan cuenta de estos oficiales como hombres preocupados de su tropa y respetuosos de sus subalternos, a los que el cambiante clima cordillerano habría traicionado. La verdad... está tan sólo en sus conciencias.
Dramático resultó saber que apenas iniciada la fatal caminata, a unos 800 metros de recorrido, ya los jóvenes se mojaron hasta la cintura en un estero cordillerano y, pese a ello, fueron obligados a continuar. A las dos o tres horas siguientes sus cuerpos congelados fueron quedando en el camino cubiertos por un albo, suave y gélido manto, cual sagradas ofrendas a la majestuosa pero implacable cordillera de Los Andes.
45 jóvenes murieron. 45 familias sumidas en el dolor y la impotencia de perder a sus niños, a sus orgullos. Son las familias más humildes generalmente las que ven en el ejército una oportunidad de salir de la pobreza y acceder a mejores condiciones de vida, por ello también se enorgullecen de verlos vestir el uniforme. Muchos de ellos estaban cumpliendo un sueño por voluntad propia, el sueño de servir a su país, un país que no supo cuidarlos, que no supo valorarlos, que no les entregó los resguardos necesarios, que no supo corresponder a su entrega de igual a igual.
Por ello es que el Estado de Chile ha sido condenado, luego de un largo proceso, en el que la Corte Suprema confirmó su responsabilidad en el caso, a indemnizar a las familias de los jóvenes mártires y a los sobrevivientes. En marzo de este año se confirmó el fallo que ordenó al Fisco a pagar la suma de 10 millones de pesos a cada uno.
Demasiado tardía la reparación y exiguo el monto si se piensa en el inmenso e irreparable dolor causado. Muchos de los jóvenes que sobrevivieron al drama arrastran graves secuelas sicológicas. De los padres de quienes murieron... qué podemos decir...Hace unos años la televisión mostró, por esta fecha, a uno de ellos haciendo un enorme esfuerzo al realizar la misma caminata hecha por su hijo, - quería sentir y sufrir lo que su hijo había sentido y sufrido - dijo a los periodistas, aunque ese otoño el clima era más benigno y la montaña mostraba su cara más amable, conmovida, tal vez, ante un sufrimiento tan inconmensurable...
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El majestuoso volcán de Antuco fue la tumba de 45 jóvenes. |
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