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Eduardo Vargas - Copa América
La alegría de Eduardo Vargas no tenía límites. Este lunes Chile pasó a las finales. Foto: ca2015.com.
 

30 de junio de 2015 | COLUMNA |

Copa América - Chile espera ser campeón

 

Por:  Lilian Aliaga

 

Ya van tres semanas en que nuestro país se vive y se respira fútbol, al ser por séptima vez el anfitrión del torneo continental Copa América.

Las imágenes tan propias de países futboleros por antonomasia como Brasil o Argentina en que personas de todas las edades se pintan en la cara los colores de sus respectivos países, y la abundante oferta de cotillón para animar el ambiente en los días de partido en que juega la “Roja de todos”, son ya una postal habitual en las calles y estadios.

Sin saber prácticamente nada del llamado por algunos, el deporte más hermoso del mundo, al igual que muchos me he dejado llevar por el entusiasmo y he sufrido y también he celebrado a viva voz los goles y los triunfos de nuestra selección que después de 16 años regresa a una semifinal en este torneo desatando la euforia y la ilusión de levantar, por primera vez el preciado trofeo.

Lamentablemente durante el desarrollo del evento el buen desempeño de nuestro equipo se ha visto empañado por las polémicas desatadas: primero, por el accidente protagonizado por Arturo Vidal tras pasar junto a su esposa una tarde de esparcimiento en el casino Monticello, a unos 70 km. al sur de Santiago. El debate generado en todo el país por la irresponsabilidad del jugador que conducía a exceso de velocidad y en estado de ebriedad y la baja sanción que recibió, fue superado por un nuevo escándalo que otra vez encendió las redes sociales e informativas no habiendo pasado siquiera dos semanas del primero.

El “dedo de Jara” como se ha llamado al incidente ha dado otra vez la vuelta al mundo y nuevamente se destaca más una acción reprochada y repudiada por la mayoría, que el justo triunfo de la selección sobre el equipo uruguayo que, según legos y entendidos mostró un fútbol inferior.

Como novata en esta afición me llamó la atención la rudeza, si se puede llamar así a la violencia desatada en el juego por parte del equipo uruguayo, demasiadas patadas y empujones y poca tenencia del balón, en la estimación de los comentaristas durante casi el 80% del juego, fue Chile el dueño de la pelota.

La acción que desató la nueva polémica no se vio durante la transmisión en vivo, pero la multiplicidad de cámaras que captan el juego desde distintos ángulos delató la mano derecha del jugador chileno Gonzalo Jara con su dedo medio claramente en una posición propia más bien de un proctólogo haciendo un examen detección de alguna anomalía en la próstata. No siendo este el contexto, la imagen resulta claramente obscena y muy poco digna de cualquiera. Muchos dicen que estas cosas pasan y han pasado desde siempre en el juego, que son artilugios para provocar al contrario y generar una reacción violenta que pueda terminar con su expulsión, como ocurrió en este caso con el jugador afectado, Edinson Cavani que lamentablemente para él fue sorprendido in fraganti defendiéndose de tamaña ofensa a su virilidad, no ocurrió lo mismo con el chileno que no fue pillado, es decir “pasó piola” pero las cámaras lo acusan y es posible que también sea sancionado por el organismo controlador.

Entiendo lo difícil que debe resultar resistir a la agresión sicológica pero aún más difícil me resulta entender cómo se puede soportar tanta agresión física sin sentir pánico a ser lesionado gravemente. Alexis Sánchez, el niño maravilla de la selección fue en todo momento perseguido por sus “marcas” y según sus propios dichos “molido a patadas” por un jugador uruguayo que incluso le ofreció disculpas al final del juego. Él haciendo gala de la “hombría” tan propia de los jóvenes talentos forjados en la adversidad aguantó casi sin chistar y aceptó las disculpas comentando tan solo que "son cosas del fútbol y se quedan en la cancha ".


Muy distinta la reacción
de los uruguayos, quienes regresaron a su país haciéndose los víctimas del “juego sucio” de los chilenos, seguramente motivados por la impotencia de aceptar la humillación de una derrota que por primera vez los dejó fuera de la posibilidad de llevarse nuevamente el título de campeones.

Sea como fuere, la acción del jugador chileno, a mi juicio, tan pueril como incomprensible les dio en bandeja la oportunidad de desconocer el verdadero valer del equipo nacional y hacer parecer el resultado como el producto de un desequilibrio creado al ser expulsado su jugador estrella. Pobre argumento para tan avasalladoras pruebas de un triunfo merecido por La Roja de Todos en un partido muy sufrido.

Quedan sólo unos días para terminar el torneo, el 5 de julio se despejará la incógnita y ¿podremos festejar por primera vez la obtención de un trofeo futbolístico? o ¿sufriremos una triste y dolorosa decepción?, como ha ocurrido en tantas oportunidades, porque ese parece ser nuestro destino en esta materia: transitar siempre entre la euforia y el desencanto. De cualquier modo estoy segura que los momentos de alegría vividos por tantos chilenos han sido un respiro de aire fresco en medio de un año duro y muy problemático.

 

 

 

 

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