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11 de septiembre de 1973 never again
 
 

11 de septiembre de 2013 | COLUMNA |

Nunca más

Por:  Lilian Aliaga

Al cumplirse cuatro décadas desde el golpe militar en Chile, todos los medios de comunicación de nuestro país han hecho sus mejores esfuerzos por producir los más variados programas de investigación, documentales y entrevistas a protagonistas de tan lamentables hechos. Incluso programas de farándula han tomado este tema, recogiendo testimonios e impresiones de diversas personalidades.

Gran impacto han generado los crudos testimonios entregados personalmente por víctimas de la tortura, en algunos casos personas que no habían hablado de lo sufrido ni siquiera con sus familiares más cercanos, durante estos cuarenta años.

No habiendo sido ajena a esa realidad, lo que no deja de impresionarme aún es la reacción de personas que a través de las redes sociales entregan su opinión sobre esto, diciendo por ejemplo no entender - ¿porqué ahora hablan? ¿Porqué no antes? - como si fuese tan fácil hablar de la indignidad sufrida... como si para un hombre, especialmente para un hombre, resultase fácil hablar de haber sido violado... me cuesta comprender, y me duele el hecho de que haya aún muchas personas que sigan sin querer saber, escondiendo la cabeza, negando, o tratando de justificar lo injustificable, haciendo esfuerzos por igualar o empatar los daños y los errores de ambas partes, siendo tan claro que de un lado hubo errores y del otro horrores.

"Prefiero no ver esos programas", "hay que conocer también la otra parte de la historia", "se está contando la historia de una manera sesgada", "habría que ver porqué estaban ahí", "pasado pisado" y otras similares, son afirmaciones que a estas alturas resultan chocantes y vergonzosas.
Nada, NADA puede justificar los horrores cometidos en esos aciagos días y en los largos años que duró la dictadura, ni el sufrimiento de tantos miles de compatriotas que hasta el día de hoy arrastran las secuelas de los vejámenes sufridos, o de la pérdida de sus seres queridos.

Alguien me pregunta ¿qué objeto tiene ver o leer esos testimonios? ¿Para qué sufrir con algo que ya pasó y no se puede remediar? mi respuesta nace de lo más hondo de mi ser: empatizar, solidarizar, ponernos en el lugar del otro, llorar sin vergüenza junto a un torturado que relata lo vivido, mostrarle que nos importa, que nos duele, que nos conmueve su historia. Generar un sentimiento colectivo de comprensión hacia su dolor, ser compasivos con el dolor sufrido...todo ello de ninguna manera podrá reparar el daño, pero siento y creo que, SI, irá de a poco contribuyendo a sanar las heridas de la sociedad en su conjunto, y lo que es fundamental: las nuevas generaciones asumirán lo ocurrido; no lo ignorarán, ni les será indiferente, ni lo negarán, como hasta ahora ha ocurrido.

Cuando todos podamos hablar y reconocer lo sucedido y de qué manera cada uno participó, - con la mano no en el corazón, sino en el cerebro -, como expresó hace pocos días un torturado, - en el cerebro para recordar - , recordar lo vivido y contribuir a que se haga justicia, no "en la medida de lo posible", como alguna vez se dijo , sino como corresponde hacer, como han hecho otros países que pasaron por lo mismo: castigando a los culpables y ofreciendo una reparación a las víctimas, elaborando políticas de estado que aseguren a todos los ciudadanos que jamás se violarán sus derechos más inalienables, solo entonces podremos mirar hacia el futuro con la frente alta y con la convicción de que NUNCA MÁS LA HISTORIA SE VUELVA A REPETIR.

 

 

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