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Kirchner Empanadas y pebre - Foto: gentileza de Chilenska Delikatesser
 

Noviembre 2010 - HOGAR - COCINA

Disfrutar de la cocina

Escribir sobre la cocina propia de Latinoamérica resulta tan extenso como la misma dimensión geográfica que ocupa el continente americano.
A partir de los años 70 se habla sobre la fusión en la cocina a nivel mundial, buscando con esto la unión y el contraste entre diferentes gastronomías, entendiendo gastronomía no sólo lo referido a la comida como tal, sino que va más allá, considerando al ser humano en su forma de alimentación y su entorno cultural.

Por Argenis Faria G. 

En el caso de Latinoamérica, esta fusión se comenzó a dar desde siglos atrás con la llegada de los colonizadores al continente, quienes trajeron consigo sus costumbres alimenticias y las mezclaron con los productos propios de las tierras que ocuparon, dando como resultado a través de los años lo que hoy tenemos como la cocina propia de cada región. A medida que colonizaban conseguían en esas nuevas tierras diversos productos autóctonos tales como maíz,  yuca, tomate, papa, cacao y un sin fin de exóticos frutos, los cuales trajeron a Europa, produciendo significativos cambios  en los hábitos alimenticios. 

Al mismo tiempo, los productos básicos con los cuales estaban acostumbrados en la elaboración de sus comidas tales como, el ganado vacuno, la vid, el trigo, el azúcar y otros cereales y legumbres los llevaron a América.  En rasgos generales, España proporcionó gran parte de su cocina a países como Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, México y Centro América; en los casos de  Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay fue además matizada con la influencia de portugueses e italianos. 

Diferentes autores han escrito sobre la transculturación acaecida en Latinoamérica en el ámbito alimenticio, a partir del siglo XVI. Personalmente considero que lo ocurrido fue un verdadero y quizás el mas amplio proceso de influencia de dos culturas en su forma esencial de alimentación,  dando como resultado a las más singulares, variopintas y caprichosas culturas gastronómicas que conocemos hoy en día en el continente americano. Podemos mencionar el singular pabellón criollo y la multisápida hallaca venezolana, la muy generosa bandeja paisa colombiana, los chapaleles chilenos, la feijoada brasileña, la fanesca ecuatoriana, el ceviche peruano, las pupusas salvadoreñas, las baleadas hondureñas, el sancocho panameño, los diversos asados y parrilladas que comparten Argentina, Paraguay y Uruguay y los mas diversos platos a partir del fríjol y aguacate elaborados en México y el resto de América Central. Toda esta gama de platos preparados por grandes chefs latinos, quienes recuperan el sabor de la tierra con toques vanguardistas y que podemos encontrarlos en restaurantes de Estocolmo.

Todo esto me lleva sin ánimos de ser presumido a considerar la cultura culinaria latinoamericana como una de las más sobresalientes y de las cuales actualmente a nivel mundial se le reconoce como una cocina alterna, ya que a partir de la globalización se ha difundido en forma más justa, lo profuso y las bondades de la que hasta hace poco fue marginada por la gastronomía europea y asiática. 

Esta es una iniciativa para continuar con la difusión de platos y recetas de cada región, demostrando así la rica gastronomía latinoamericana establecida en estas tierras escandinavas.

 

 

 
 
 
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