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Representación de la obra de teatro "Víctor Jara - Una guitarra, no un fusil", en el teatro Reflex, en Kärrtorp. Foto: Facebook.
 

04 de marzo de 2015 | SUECIA |

"Víctor Jara - Una guitarra, no un fusil"

ESTOCOLMO: A sala llena se presentó en el teatro Reflex, en Kärrtorp, Estocolmo, la obra de teatro "Una guitarra, no un fusil", de Latino Teater, de Norrköping.

Con una interesante puesta en escena y la espléndida actuación de Marcos Fuenzalida, como el cantautor chileno Víctor Jara, y Claudio Figueroa como el diabólico "Príncipe", la obra estremeció a la audiencia del teatro Reflex, compuesta por un público de diferentes edades.

La presentación de la obra en Estocolmo fue posible gracias a la colaboración entre Latino Teater, la organización La Ruka, ABF, el teatro Reflex y la red Linje 17, de Kärrtorp.

 

Por: Marisol Aliaga

 

Se ha comparado el asesinato de Víctor Jara con el asesinato de Federico García Lorca, en España, ambos crímenes están rodeados de misterio, ambos asesinatos han quedado impunes. Aunque, en el caso del cantautor chileno, su viuda, Joan Turner, sigue reclamando justicia para el padre de sus dos hijas.

Víctor Jara simbolizaba la revolución socialista del presidente Salvador Allende en Chile. Al igual que el "Compañero Presidente", pagó con su vida el haber luchado por una sociedad más justa, por el derecho a vivir en paz.

Quienes asistimos el sábado pasado a la representación en el teatro Reflex, en Kärrtorp, pudimos experimentar una vez más la terrible sensación que tuviéramos ese nefasto 11 de septiembre de 1973, de que ya todo estaba perdido, de que los fascistas se habían apoderado de nuestro país, de que ya todo estaba perdido. Sin embargo, y a diferencia de Víctor, nosotros tuvimos la suerte de haber sobrevivido la pesadilla, algunos con más heridas que otros, pero sobrevivido, al fin y al cabo.

Claro que para quienes vivimos en carne propia aquellos aciagos sucesos, esta fue una pieza teatral difícil de ver. El público estaba tenso, más de alguna lágrima se deslizó por la mejilla de algunas personas.

Por esa razón la pausa, a los 45 minutos de haber comenzado la primera parte, se necesitaba. Para tomar aliento, y para compartir impresiones con los amigos presentes. Disfrutar de una típica empanada y tomar un vaso de vino tinto tal vez como una conjura, como un mensaje interestelar a los paladines de la muerte de que si pudieron matar al hombre, no matarán nunca su canto. No matarán nunca sus canciones.

Porque este sábado, a miles de kilómetros de la donde ocurrieron estos hechos vergonzosos para la humanidad, Víctor Jara nos vuelve a cantar. Vuelve a entonar su emblemática "Te recuerdo Amanda", tema que - lo supe entonces - se lo dedicó a su madre, Amanda.

Al comienzo de la obra, imágenes proyectadas en el telón de fondo nos transportan al 73, escuchamos la voz templada del compañero presidente que nos dice que será la última vez que se dirija a nosotros, y el corazón se estrecha en el pecho. Vemos nuevamente La Moneda en llamas, los militares disparándole al pueblo y sabemos que estamos viviendo los primeros días del golpe.

 

La primera parte de la pieza teatral se desarrolla en la Universidad Técnica del Estado, hasta donde llegara Víctor Jara, después de escuchar el discurso de Allende en radio Magallanes. El cantautor era director teatral de la UTE, y, siguiendo las órdenes del presidente, había acudido a su puesto de trabajo.

Luego ocurre lo que todos sabemos que va a ocurrir, pero no por eso nos impacta menos: los militares irrumpen en la universidad y toman prisioneros a Víctor y a todos sus compañeros. Dos de ellos son casados, "Ramona" y "Alberto"; los militares ya se habían llevado al hijo de ambos. Es fácil identificarse con el sufrimiento de "Ramona" que no sabe qué ha pasado con su hijo.


"Lo hago porque me gusta"

La segunda parte está ambientada en el Estadio Chile - ahora Estadio Víctor jara - hasta donde fueran llevados el cantautor y sus colegas de la UTE.

La irrupción de los militares en la sala a oscuras, con sus cascos nazis, vociferando y apuntando con sus metralletas, causa gran efecto en el auditorio. Personalmente me invade una sensación de miedo y rabia, e inevitablemente me remonto al 11 de septiembre del 73, cuando también fui a parar al Estadio Chile, en Santiago, después de haber estado en otros recintos militares. No soy la única, entre el público se encuentran varias personas que vivieron el golpe, cada una de ellas tiene un recuerdo único de aquellos hechos. Algunos fueron apresados, otros torturados, otros relegados. Algunos han contado su historia, otros se la han guardado.

Es entonces cuando se apodera del escenario la figura del siniestro "Príncipe", personaje fatídico que hasta la fecha no ha sido identificado. Claudio Figueroa reencarna, con singular maestría, al oficial.

Es interesante ver el juego entre los dos personajes principales: Víctor Jara es interpretado por Marcos Fuenzalida, quien logra personificar al cantautor popular de una manera magistral. Marcos es Víctor, habla como Víctor, canta como Víctor. Versos tan conocidos que entonáramos tantas veces por esa época: "Muy bien, voy a preguntar""Puerto Montt, Puerto Montt""El pueblo unido...". Como respuesta a su canto, "El Príncipe" se ensaña con el cantor del pueblo, le asesta culatazos, lo humilla y le espeta que "la ´honorable junta de gobierno´ ha salvado a Chile del caos marxista" y que "vamos a matar a todos los comunistas de mierda", frases que los militares fascistas repitieran una y otra vez.

"Con todas las armas que tienen es fácil ser valiente", le interpela Víctor al autodenominado príncipe, con lo que se gana otro culatazo más.

La figura del maltratado Víctor, con su camisa blanca empapada en sangre, y la del monstruo uniformado que goza infligiendo el mayor dolor posible a otro ser humano, personifican en el escenario la imagen del bien y el mal.

Uno se pregunta, como se preguntó tantas veces ante tanta crueldad: ¿Por qué?

La respuesta la da "El Príncipe" mismo:

"Lo hago porque me gusta", constata, con una sonrisa sádica.

Vale decir que los dos personajes se complementan mutuamente en un diálogo muy bien escrito por el guionista y director Néstor Córdova (quien sin embargo no pudo estar presente y fue reemplazado por Rodrigo Durán Alfaro) donde también el personaje del periodista ocupa un lugar significativo, dando más aire a la dramaturgia.

Lo mismo la alegórica escena donde Víctor está ya en las últimas, y simbólicamente lo levantan dos jóvenes bailarines vestidos de blanco al ritmo de una bella interpretación del tema "Plegaria a un labrador", que luego cambia a un ritmo de hip hop. El pasado, el presente y un futuro mejor, me parece que se mezclan, genialmente, en esta escena.

Más tarde viene el desenlace que todos conocemos, en que los sádicos militares se ensañan con Víctor, el artista del pueblo, el hijo de obrero que nació en 1932 en el pueblo de Lonquén. Que tenía tan sólo 41 años, y mucho más que dar, gracias a su inmenso talento, y que poseía la entereza y la moral que Allende nombraba en sus discursos.

Que en su juventud se había hecho cura para ayudar a los pobres, pero luego había comprendido que esta no era la mejor manera de ayudar a los más necesitados.

"El Príncipe" y sus colegas no le perdonaron ser el símbolo de la revolución de Salvador Allende. Luego de romperle las manos, en un intento de aniquilar el origen de la música que más tarde se haría universal, se entretuvieron morbosamente con él jugando a la ruleta rusa, hasta que una bala acabó con su vida.

Vale decir que en la realidad no fue solamente un tiro. Los conscriptos allí presentes recibieron órdenes de descargar ráfagas de fusiles. Su cuerpo agonizante recibió 44 impactos de bala.

44 impactos de bala. Con una habría bastado. ¿Por qué tanta barbarie?

"No podemos mostrar los acontecimientos como verdaderamente ocurrieron. La realidad fue mucho peor", dijo María-Paz Briones Alfaro, quien encarna a "Ramona", en el coloquio que tuvo lugar después de la obra. Es comprensible. Si se contara realmente como sucedieron las cosas, nadie sería capaz de verlo.

No obstante, Néstor Córdova, ha escrito un inteligente libreto, que denota un minucioso research y que es capaz de contarnos la historia de Víctor Jara con la dignidad y la altura que se merece.

Después de la presentación, todo el elenco participó en el coloquio. Es importante recalcar que los integrantes del Latino Teater son exiliados chilenos, hijos o nietos de exiliados, como lo expresaron en la emotiva presentación al final de la obra. En el grupo participan tres generaciones de chilenos - la gran mayoría provenientes de Tocopilla - que se han afincado en la ciudad de Norrköping, desde donde viajaron para presentar la obra en Estocolmo.

Rolf Bengtsson, quien fuera secretario del Embajador de Suecia en Chile, Harald Edelstam, en esa época, contó, seguidamente, algunas de sus experiencias de los días después del golpe, cuando la embajada de Suecia en Chile se convirtió en refugio de cientos de militantes políticos latinos que eran perseguidos por los militares.

Una de las acciones más conocidas de Edelstam fue cuando logró rescatar a 54 ciudadanos uruguayos que iban a ser fusilados en el Estadio Nacional. El oficial que ayudó al embajador sueco en esa ocasión fue fusilado esa misma tarde.

Con su accionar arriesgado y comprometido, Harald Edelstam salvó la vida de cientos de refugiados latinos en situaciones muchas veces novelescas. Vale recordar que los destinos de Edelstam y Jara se cruzaron, posteriormente, fue el embajador sueco quien salvó las grabaciones originales de los discos del cantautor, enviándolas a Suecia.

 

El mismo día de la presentación de la obra, el 28 de febrero, se cumplían 29 años del asesinato de Olof Palme, figura fundamental en la solidaridad de Suecia con Chile, quien diera un gran apoyo al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende.

Una vez terminada la presentación en el teatro Reflex, los organizadores pidieron un minuto de silencio, en homenaje a Olof Palme.

 

 

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Marcos Fuenzalida interpretó al emblemático cantautor chileno Víctor Jara. Foto: Facebook.

 

 

 

 

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