Logotipo

Portada Suecia América Latina Mundo Multimedia
 
 
Desolación - Gabriela Mistral
Imagen del libro "Desolación", de Gabriela Mistral. Foto: SECH.
 

10 de abril de 2015 | CULTURA |

Gabriela Mistral: “Escribí para no morirme”

Este siete de abril se cumplieron 126 años del nacimiento de Gabriela Mistral.

Y este año se cumplen 70 años de la entrega del Premio Nobel de Literatura a la poetisa chilena, a quien la Academia Sueca reconociera, en 1945, como "la voz de América".

Hasta la fecha sigue siendo la única escritora latinoamericana en la larga lista de los Nobeles de Literatura.

En este ensayo, la escritora y periodista chilena, Marina Latorre Uribe, escribe sobre la creación de “Desolación", que Mistral escribiera en Magallanes, la región más austral e inhóspita de Chile. Y nos cuenta nuevos aspectos de una poetisa a quien muchos "ningunearon" por el sólo hecho de ser mujer.

Es hora ya de reivindicar la figura de esta gran poeta y educadora popular autodidacta ya que, ante el rechazo de la escuela, tuvo que hacerse cargo de su propia enseñanza. Con ello, aprendió desde muy joven, el delicado arte de la educación y luchó por los derechos de los niños.

 

Por: Marina Latorre Uribe

 

“Desolación”, su primer libro, Gabriela Mistral lo pudo crear sólo en Magallanes: “Esa tierra que no tiene primavera” ese “Mundo rebanado por la indiferencia”.

Gabriela Mistral vivió en Punta Arenas y Última Esperanza entre los años 1918 y principios de 1920.

Ella ya no estaba durante los acontecimientos gremiales y el incendio de la Federación Obrera de Magallanes que marcó un hito importante para varias generaciones de magallánicos por sus dolorosas consecuencias. Los enemigos incendiarios no repararon que en ese recinto estaban reunidos cientos de trabajadores con sus esposas y niños en una velada cultural. Algunos lograron salvarse y un número indeterminado pereció en ese incendio que los recuerda en una tumba en el cementerio de Punta Arenas.

Inicio este ensayo con una muestra del contexto que le tocó vivir a nuestra poeta en esa desolada tierra del confín del mundo.

Gabriela se encontró en Punta Arenas con un entorno de trabajadores de absolutamente recta conciencia de sus responsabilidades, pero imbuidos de su rol. Estas circunstancias deben haber provocado en ella, pienso, por una parte, adhesión enorme como experiencia humana y desconcierto en su condición de mujer, un poco o bastante discriminada. Se destacó por lo mismo.

Para las familias acomodadas debe haberles chocado esta joven intrusa que llegaba a hacer conciencia de algunas o muchas injusticias que observó desde el primer día. Llegó a la austral ciudad a un mundo completamente distinto desde un sanador calor de Los Andes, al más estremecedor frío de la tierra. La distancia física de su mundo habitual se le convirtió en perspectiva para verse y juzgar lo nacional, y esa distancia resucitó todas las nostalgias para querer cambiar la dura realidad social que la rodeaba.

Escribe: “su clima cainita, tenía a la necesidad por dura madre espartana, y si calaba mis huesos solares con su hielo para siempre y velaba, más que la noche larga, mi ventana con la esperma dura de la escarcha, como si deseara recluirme en la prisión de mi misma con los antiguos fantasmas, me templaba el alma, apostólicamente, en esa nueva realidad social de frutos pálidos que hacían cuerpos torcidos como sus árboles ante el viento”.

La más profunda motivación fue para esta exiliada “el recluirse en la prisión de sí misma”. Y escribir usando de la distancia natural, el recuerdo y el presente. “Algunos se engañaron, pensando que el poema nace del instante en que vivió, como fruto inmediato de la experiencia que es su germen; pero yo soy de aquellas que, como nunca olvidan, se me viene el mundo pasado, al canto, muchas veces.”

Hay muchas reflexiones sobre lo mismo que pueden ser perfectamente demostradas. Gabriela remarca su catarsis en esa tierra de “diamante- hielo” “donde esta “Desolación”, termina “solicitando aquellos perdones por su amargura”.

Una tierra desolada, discriminadora, sometedora; para emplear un término actual, completamente machista, que la deja afuera de toda actividad que a ella le encantaba o le interesaba. Me parece justo esta observación de mi parte. En Punta Arenas nadie lo dice. Me parece que desde siempre se estableció un silencio cómplice para negarla. Yo estudié en ese Liceo que ella dirigió y jamás escuché en mi infancia mencionar ese hecho. No había ni una sola fotografía de ella en las oficinas, en las salas de clase, ni en lugar alguno ni tampoco su nombre o un verso de ella.

Sin duda, Gabriela llevó ya sea escritos o por terminar la mayoría de los poemas de “Desolación” que los crea y recrea en esa “reclusión de si misma”.

Allá escribe “Canción del Destierro”, motivada y perdidas las esperanzas “de volver a contemplar ese sol que había regado generosamente mis entrañas”, “aquel tiempo en que, por vez primera, los vientos me acuchillaban la garganta”.

La terrible soledad, el frío, la escarcha, la nieve, no sólo la hieren a ella, sino que le agregan sufrimiento por los niños de las escuelas municipales, que en gran porcentaje por estas condiciones climáticas padecen de raquitismo, afecciones broncopulmonares y escrófulas. Quiso implantar, entonces vacaciones de invierno y compensar esa ausencia de clase en tiempos de verano, pero las autoridades educacionales, privadas y estatales del territorio, le contestaron con algo que “me remeció el tuétano del alma”. Los niños necesitaban el tiempo bueno para trabajar en el campo y así ayudar económicamente a sus familiares. Entonces transformó este fracaso en clases populares, en visitas a las cárceles, a los hospitales, dice, “fue el paliativo, Yo, la mujer de dolores.”

Por todo esto confiesa:

“Escribí para no morirme”

Hasta este verso inmortal se lo apropian otros como propio.

Y sigue escribiendo para no morirse, para no morirse:

“Desterrados nostálgicos , que sentíamos las barreras de las manos gigantescas del viento , la traición resbaladiza de la escarcha, los sudarios mortales de las anchas nevazones o teníamos que tener los ojos abiertos porque, por los diciembres, las claridades no nos permitían el reposo y se nos metían por entre los párpados desvelados. Y el silencio de ambas tajadas del día en las estaciones -la oscura y la radiante- nos daban una longitud y una densidad temporal para pensar haciendo o escribir pensando”.

Siempre en las noches días de oscuridad total del invierno o de claridad total del verano ella se desvela escribiendo, pensando y escuchando música clásica en su fonógrafo a cuerda.

Mi tesis sostiene
que sólo en esa tierra madrastra pudo concebir su primer libro: “Desolación”, por el contexto que la rodeó, y que a su vez la salva.

Ella lo cuenta, tiene la ilusión que su soledad “era mentira”, lo que la impulsa a entregarse de lleno a la enseñanza popular.

Y esta nueva visión la hace crear el Liceo Nocturno para trabajadores. Claro que para tamaña hazaña tenía que convencerse que no estaba sola.

Yo creo que sintió la presencia de ese enorme conglomerado que necesitaba instruirse. Sin embargo tuvo que oponerse a la resistencia que encontró para que esto no se realizase, aduciendo los señores del poder que aparte de no ser necesario, eso implicaría costos en luz, atenciones de personal y sobre todo de calefacción. Hay que saber que en Magallanes no se puede vivir sin ella, casi día y noche.

Nada, ni nadie logró desanimarla. Lo desafió todo. Las clases las hizo ella misma y los gastos los cubrió de su escasa renta.

Hoy me pregunto, cómo, si ella estuvo tan cerca de los trabajadores, por qué mi padre que era lector infinito, dirigente sindical, director de diarios (en 1918, para una población de veinticinco mil habitantes existían cuatro diarios y catorce periódicos y revistas) y que estoy casi segura, estuvo enterado y participó de las mismas intenciones, jamás me habló ni me contó nada de la estancia de ella en la región.

Creo que fue un ninguneo general por el sólo hecho de ser mujer.

En Magallanes los hombres hacen una intensa vida de clubs. Existían para todos, sindicatos de obreros, de empleados, de bomberos; para los ricos, el Club Magallanes, una especie del Club de La Unión de Santiago; después instalaron uno en Magallanes.

Esta inquietud me la respondo ahora: el clima extremo hace que los hombres se reúnan en distintos recintos cerrados, naturalmente sólo hombres. ¿Cómo podría Gabriela acceder a esos lugares? La habrían llevado presa, la habrían condenado al infierno, la habrían expulsado del Liceo. Y esto que parece anormal hoy, a veces sigue igual, sólo hombres compartiendo en bares y distintos escenarios.

Gabriela transforma su soledad en solidaridad, en amistad, en responsabilidad.

En “esta tierra que no tiene primavera”, dice: “Tuve miedo que el frío me helara el alma y perdiera la capacidad de canto”.

Crea, aunque pocos lo saben, la revista “Mireya” que se publicó entre mayo y noviembre de 1919, magníficamente impresa, seis números de un Mensuario de actualidades, sociología y arte, en grueso papel satinado. La impresión del texto va en letras azules, orlados de un rojo pálido, algunos poemas en encuadre con matices de verde, morado o amarillo anaranjado. Publica en ella varios poemas allá creados para su libro “Desolación”.

Del capítulo, “Pasajes de la Patagonia” dejamos aquí la evidencia de nuestra tesis.

Transcribimos algunas estrofas del poema del mismo nombre que da título al libro “Desolación”: “La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde / me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. / La tierra a la que vine no tiene primavera: / tiene su noche larga que cual madre me esconde. /
El viento hace a mi casa su ronda de sollozos/ y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. /Y en la llanura blanca, de horizonte infinito / miro morir inmensos ocasos dolorosos/”.

Su sensibilidad ecológica, adelantada, sufre al saber de la quema de árboles para transformar la tierra en oveja. En “Árbol muerto”, acusa: “De su bosque el que ardió sólo dejaron/ de escarnio, su fantasma. / Una llama alcanzó hasta su costado / y lo lamió, como el amor mi alma. / ¡Y sube de la herida un purpurino / musgo, como una estrofa ensangrentada! ”
“Este árbol muerto, roto, mordido de llagas, que lo dejaron como un fantasma, como escarnio, mientras los que amó y le ceñían si cayeron, todavía sus raíces, torturadas, tantean por el césped, en su búsqueda, con una angustia humana”. “Esa soledad de los bosques quemados para que la naturaleza puesta por Dios se haga oveja, me dolía como mi propia ausencia”.

Y más dolor y soledad expresa en el poema “Tres árboles”: “Tres árboles caídos / quedaron a la orilla del sendero./ El leñador los olvidó , y conversan,/ apretados de amor , como tres ciegos. La noche / vendrá. Estaré con ellos. / Recibiré en mi corazón sus mansas / resinas. Me serán como de fuego,/ ¡ y mudos y ceñidos ,/ nos halle el día en un montón de duelo! ”

Estos poemas los publicó en la revista “Mireya” primeramente, escritos allá en La Patagonia para su libro de dolores y soledad.

La preciosa revista, “Mireya”, allá creada, en verdad yo tuve la felicidad de tocarlas , verlas , mirarlas, a través de una atención muy especial de mis maestros en la universidad . Me parece que en la Biblioteca Nacional hay uno o dos ejemplares de cada número y sólo se pueden ver no los originales, sino los digitalizados.

 

Acostumbrada al verdor, Gabriela sufre del destrozo de la naturaleza en ese clima en que también sufren los árboles por el rigor del viento y por lo que muchos de ellos, crecen horizontales. Millones de hectáreas de campo arrasadas por el fuego por decisión e iniciativa del hombre. Para compensar en parte esa situación que la trastorna, planta un árbol junto al Liceo e invita a que cada alumno lo haga y cuide y se preocupe de ese árbol hijo. La avenida Colón, de Punta Arenas, con frondosos árboles que resisten el viento más despiadado que se lleva los techos de las casas y que en oportunidades arrasa con todo a su paso, ha respetado esos árboles que plantó nuestra Gabriela.

Así llegamos a lo medular de lo que queremos demostrar: El libro “Desolación” lo pudo crear sólo en Magallanes, en “esa tierra que no tiene primavera”, en ese “mundo rebanado por la indiferencia”.

Transformó su “Desolación” en acciones, desde la fundación de liceos nocturnos para trabajadores; defensa y plantación de árboles; ternura infinita por la infancia; defensa intransable para evitar el trabajo a que eran sometidos los niños en tiempos de esquila, actuando como velloneros u otros trabajos más pesados; creación de su revista “Mireya”; invitación permanente por el estudio y la lectura.

Esperanzas y desesperanzas anidadas, cultivadas, superadas quizá, en esa tierra maltratadora donde paradojalmente confiesa: “lo que más quiero de mi país es Magallanes”, donde además, encontró el título, la definición esencial de su obra: “Desolación” y “donde guardaba “El inmenso beso” que no tenía a quién dar”.

 

Otro otrosí: En su voto final de la edición de Nascimento Gabriela pide: “Dios me perdone este libro amargo y los hombres que sienten la vida como dulzura me lo perdonen también” .
“En estos cien poemas queda sangrando un pasado doloroso, en el cual la canción se ensangrentó para aliviarme. Lo dejo tras de mí como a la hondonada sombría y por laderas más clementes subo hacia las mesetas espirituales donde una ancha luz caerá por fin, sobre mis días, Yo cantaré desde ellas las palabras de la esperanza, sin volver a mirar mi corazón; cantaré como lo quiso un misericordioso, para “consolar a los hombres”. A los treinta años cuando escribí el “Decálogo del Artista”, dije este Voto:

Dios y la Vida me dejen cumplirlo en los días que me quedan por los caminos… G.M.

 

Para terminar, como broche de oro, nuestra ingratitud nacional: “Desolación” se publica por primera vez en Nueva York, en 1922, editado bajo el auspicio del Instituto de las Españas a iniciativa de su Director Federico de Onís.

Al año siguiente, 1923, en Chile. Leo en esta primera edición chilena una nota tal vez desconocida por muchos, lo siguiente: “Con esta obra se iniciaron los trabajos de los talleres gráficos de la Editorial Nascimento. Se concluyó la impresión a los XXI días del mes de Mayo del año de MCMXXIII.”

Explicación necesaria y para no olvidar: “Desolación”, se publicó primero en E.E. U. U. en 1922.

Al año siguiente: 1923, en Chile, por Editorial Nascimento y lo muy importante, con este libro se inician los talleres de esa editorial.

 

 

Marina Latorre Uribe

Marina Latorre

Marina Latorre Uribe, escritora, poeta y periodista, nació en Punta Arenas, tierra que será temáticamente importante en su creación literaria. Profesora de literatura y Licenciada en Comunicación Social. Aparte de su olabor literaria, fundó y dirigió la Galería "BOLT", donde expusieron artistas chilenos y extranjeros de categoría mundial.

 

 

 

Vídeo: Gabriela Mistral aceptando el Premio Nobel:

 

 

 

Nota relacionada:

Google rinde homenaje a Gabriela Mistral

 

Nota anterior:

Organización africana obtiene Premio Alma

 


   
 
 
 
Copyright 2015 © Magazín Latino

All rights reserved.