08 de octubre de 2012 | COLUMNA - AMÉRICA LATINA - VENEZUELA |
Venezolanos ratifican confianza en Chávez
Por: Víctor Aquiles Jiménez H.
Hugo Chávez por elecciones populares y democráticas ha ganado su cuarto mandato de 6 años más por un cómodo porcentaje de 54,42% de los votos, de acuerdo con lo anunciado por el Consejo Nacional Electoral (CNE) en su primer boletín, luego de cerradas la mayoría de mesas de votación. Su adversario más enconado, Henrique Capriles Radonski, obtuvo un 44.97 por ciento de votación.
Se demuestra así la raigambre que tiene en su pueblo que lo sigue y apoya luego de una trayectoria de 16 años en el cargo de Presidente de Venezuela. Es un duro golpe para el "imperialismo", que ha desplegado una campaña para apartarle del poder. La noticia ha sido seguida en todo el mundo por sus especiales características de ver a un líder latinoamericano capaz de mantenerse en el más alto cargo cívico otorgado por el pueblo a través del sufragio universal sin experimentar un desgaste previsible en cualquier funcionario, incluso con éxito político y buenos logros de gobierno. Chávez es un fenómeno sociológico que llama la atención aparte de sus dotes histriónicas innatas y por el acendrado reconocimiento que le ha dado la población. Chávez es además comandante del ejército y como Presidente de la nación venezolana es además general en jefe, generalísimo.
Natural desconcierto será para quienes han querido desmitificarle y ponerle como un dictador que maneja oscuros e invisibles hilos para mantenerse en el poder, enriquecerse y ser una amenaza por su militarismo en el cono sur y para el mundo, por sus amistades en medio oriente con países "enemigos" del bloque occidental. Pese a los intentos de golpes de estado, a las asonadas militares internas siempre y a su reciente enfermedad, el pueblo le ha apoyado y la mayor prueba de que no ha sufrido desgaste como principal dirigente de su país es su triunfo tan holgado refrendado por el voto popular. Esto deja mudo, o dejara mudos por un tiempo a quienes ven en él a un "enemigo" de sus intereses y engrasarán las máquinas para seguir con las maniobras desestabilizadoras para sacarle de alguna forma, ya que las herramientas democráticas están en manos de su pueblo para hacerlo, pero mientras Chávez llene las expectativas de su país no se usarán en su contra.
Una de las cosas interesantes es el discurso de Chávez es que siendo socialista a menudo acude a Dios y a Jesús, cosa que en Europa, esto suena ambivalente, poco ortodoxo, ambiguo, porque o se es socialista y ateo o creyente católico, ambos grupos diferenciados en bandos políticos. Este fenómeno deja perplejos y confundidos a los antichavistas y lo impugnan naturalmente a la idiosincrasia típica caribeña o latinoamericana. Chávez no ha cometido el error de dejar a Dios afuera de sus discursos y creencias religiosas y se ha explayado muchas veces como un creyente. Lo hace espontáneamente, sabiendo sí, que su pueblo es católico y que por lo mismo no le va a entregar a Dios a la derecha, que es la que se ha apoderado de Dios utilizándolo a favor de sus intereses muy poco cristianos y solidarios. Esta es una buena lección que al "Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
Capriles, el joven candidato y aspirante al gobierno y serio contendor de Chávez, al que le votaron 6 millones de venezolanos, al agradecer y felicitar al ganador dijo: "El tiempo de Dios ya llegará", pero Dios está ya en Venezuela, en la fe del socialista creyente, fe que también profesó Simón Bolívar, padre de la patria y uno de los artífices de la Independencia de Latinoamérica, por lo tanto, tendrá seis años más para adquirir experiencia y volver ya maduro a la lucha política por el poder. Quizás lo consiga, pero eso depende de Chávez, de su programa y de las conquistas que logre producir.
Latinoamérica, una vez más decide con el voto popular del pueblo los líderes que necesita, no con discursos envasados desde el extranjero, sino con un lenguaje e ideas que interpreten sus deseos y derechos, quizás por eso que Hugo Chávez ha logrado calar profundo en el alma de su pueblo, lo que le otorga además legitimidad para gobernarles y para convertirse en un ejemplo al mundo.
