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Raúl Castro y Barack Obama
 
 

29 de abril de 2015 | AMÉRICA LATINA |

Cuba se estrena en la Cumbre de las Américas

Cuando los Estados del norte y los latinoamericanos se reúnen en la Cumbre en Panamá del 10-11 de abril, será la primera vez que Cuba participe, a pesar de las protestas de EEUU. La reunión marca una derrota para el país que tomó la iniciativa acerca de la cumbre, EE.UU., que ahora trata de desacreditar a Cuba invitando a disidentes

 

Fuente: Proletären Nro. 15, 9-15/4-2015/August Eliasson. Traducción: Magazín Latino

Del 10 al 11 de abril se reúnen 35 Estados independientes del norte, centro y sur de América en la Cumbre en la capital de Panamá. Por primera vez desde, el notorio apretón de manos en Sudáfrica, en el funeral de Nelson Mandela, Raúl Castro y Barack Obama podrán enfrentarse cara a cara. Los Estados latinoamericanos exigieron al unísono que Cuba fuese invitada.

La exigencia de invitar a Cuba desafía el rol de EE.UU. como la gran potencia en la región. La Cumbre de las Américas fue una iniciativa de los EE.UU., a comienzos de los años 90. El propósito era reunir a los Estados "democráticos" (es decir en principio a todos excepto Cuba) y negociar un acuerdo de libre comercio bajo las condiciones de EE.UU.

Ya en cumbres anteriores los países latinoamericanos habían desafiado a EE.UU.. La propuesta sobre el acuerdo de libre comercio que incluiría a todos los países excepto a Cuba, ha sido congelado. Ante la cumbre en Panamá los Estados latinoamericanos amenazaron con boicot si Cuba no era invitada. Ni siquiera lograron persuadir al país anfitrión, tan cercano a ellos, Panamá.

Por lo tanto EE.UU. y Barack Obama enfrentaron una difícil elección. ¿Se abstendría el mismo Obama de participar y así quedar fuera de la colaboración americana a la que el mismo EE.UU. había tomado la iniciativa? O participaría Obama en la reunión y se vería obligado a estar lado a lado con un Estado al que todo el tiempo ha intentado mantener fuera y directamente intentado derrocar durante años.

En ambos casos significaría una mancha a la reputación y fracaso de la diplomacia y de política exterior de Barack Obama.

Uno de los que ya en septiembre del año pasado describió el dilema que enfrentaba EE.UU. fue el profesor Richard Feinberg, Profesor de Política Económica Internacional que formó parte de la administración de Bill Clinton que fue la que tomó la iniciativa para las cumbres americanas.

"EE.UU. enfrenta una difícil elección: o cambia su política hacia Cuba, o sufre un colapso diplomático hacia América Latina", escribió en un largo análisis para la revista de negocios liberal Americas Quartely.

Seis meses después EE.UU. se abrió justamente para una normalización de las relaciones con Cuba.

No por repentino ataque de buena voluntad, sino porque la alternativa era ser congelado aún más por la comunidad latinoamericana. A través de una normalización de las relaciones, escribe Richard Feinberg, EE.UU. puede participar en la cumbre con Cuba sin perder reputación.

Al mismo tiempo, con el duro tono hacia Venezuela, EE.UU. no muestra ninguna cara suave. La táctica es con la zanahoria y el látigo, intentar dividir a la unidad latinoamericana.

Los tímidos intentos de normalizar las relaciones con Cuba fueron, por supuesto controversiales, dentro de los exiliados cubanos reaccionarios en Miami o con los halcones de la línea dura en Washington. Es por eso que Barack Obama comunicó que a la cumbre no solo se invitaría a los "lideres" sino también a la "sociedad civil" de Cuba.

No se consideró "sociedad civil" a los sindicatos, organizaciones de masas, asociaciones culturales, clubes deportivos u otros grupos que son una importante parte de la sociedad cubana, sino a los pequeños grupos de disidentes que trabajan en Cuba pagados por EE.UU..

Por supuesto que EE.UU. está consciente que los grupos disidentes no tienen apoyo o influencia en la sociedad cubana.

En un mensaje diplomático clasificado como secreto y filtrado por Wikileaks, elaborado en el 2009 por el Jefe de la Oficina de intereses de EE.UU. en La Habana, Jonathan Farrar, dice:

"Vemos muy poca evidencia que la corriente principal del movimiento disidente tenga buena acogida por los cubanos comunes y corrientes. En encuestas informales que hemos hecho entre los que solicitan visa y entre refugiados, han mostrado que estos no tienen conocimiento de los líderes disidentes ni de sus agendas (...) Incluso los mismos disidentes no quieren reconocer que no son particularmente conocidos en Cuba fuera del cuerpo diplomático y prensa extranjera".

En el mismo mensaje, Farrar escribe también que los disidentes tienen fuertes egos que trabajan principalmente para obtener dinero de, entre otros y justamente, Los Estados Unidos.

Esta es la "sociedad civil" que EE.UU. quiere que participe en la Cumbre en Ciudad de Panamá.

En la delegación cubana ya hay representantes de la verdadera sociedad civil, alrededor de 300 organizaciones civiles. En cambio algunos de los disidentes participarán en conferencias paralelas a la cumbre o participarán como "periodistas".

EE.UU. parece cada vez más aislado en ambos continentes americanos y probablemente continuará con sus intentos de por diferentes medios ganar influencia en Latinoamérica. Hasta el momento ni la zanahoria ni el látigo parecen ayudarlos.


 

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